Pillañzegüñ, la casa de Pillán; el Dios del mal. Un volcán cónico de 3.776 metros de altura. Lugar sagrado de los Mapuches y patromonio de la humanidad.
El volcán lanÍn
San Martín de Los Andes nos gustó mucho. La arquitectura de la ciudad es casi uniforme, con techos a dos aguas y fachadas de piedra o madera de poca altura. Es lo más parecido que hemos conocido a una villa de un cuento de duendes. San Martín se ubica en un valle a orillas del Lago Lacar, fue fundada a finales del siglo XIX por un destacamento militar como una manera de establecer soberanía argentina, pues para entonces el territorio estaba en una fuerte disputa con Chile.
Al norte de San Martín se encuentra el Lanín (Pillañzegün en mapudungún, lengua del pueblo Mapuche), un volcán nevado de forma cónica que se eleva hasta los 3.776 metros. Habíamos visto algunos afiches y postales de este cerro y no queríamos perdernos la oportunidad de ir a conocerlo.
Para visitar el Volcán Lanín es necesario ir hasta el municipio de Junín de Los Andes, la capital nacional de la Trucha, 40 kilómetros al norte. Así que tomamos camino por una carretera secundaria (Ruta Provincial 62) que bordeaba el lago Lolog. Un poco antes de la mitad del camino apareció un tímido letrero que avisaba del cerramiento de la vía; no sentimos la contundencia del mensaje por lo que decidimos continuar. Efectivamente la carretera estaba en mal estado; solo transitable para vehículos 4×4 y bicicletas de montaña. Este fue el primer trecho que rodamos en soledad, sin ver vehículos durante horas.
Llegamos a Junín y encontramos asilo en el camping municipal. Fuimos a la plaza en busca de un choripan y luego a dar un paseillo por el malecón, fue muy grato ver diferentes juntanzas de personas compartiendo mates a la orilla del río y disfrutando de los colores del final de la tarde. Nos imaginamos que a ese tipo de escenarios se refieren los urbanistas cuando hablan de la calidad de vida en centros poblados.
Desde Junín rodamos 20 kilómetros hasta el lago Huechulaufquen (Huechu: grande, Laufquen: lago, en mapudungún) donde nos encontramos con una panorámica impresionante de la cordillera con el imponente Lanín blanco y despejado. Allí se ubica la oficina de parques donde nos registramos y pagamos el ingreso. 30 kilómetros más adentro llegamos a un cámping donde estuvimos dos noches; era muy temprano en la temporada así que pillamos poco organizado el lugar. En este parque existen varias zonas organizadas para acampar, por lo que el “wild camping” no está permitido.
Al día siguiente hicimos nuestra primera caminata. En el equipaje cargamos zapatos ligeros de suela delgada llamados “barefoot”, que se supone proporcionan la orma de un pie descalzo. No sabemos si el efecto de alternar bicicleta con caminata exacerba el dolor de los músculos, pero terminamos muy cansados; quizás el itinerario de 16 kilómetros fue demasiado para debutar en el senderismo.
En esta zona de Argentina existe una red de senderos y rutas para caminar de aproximadamente 600 kilómetros que están señalizadas por placas y marcas con la bandera argentina. Este proyecto, llamado Huella Andina fue una iniciativa de Estefanía Chereguini y Walter Oszust en el año 2008; luego el Ministerio de Turismo se hizo “cargo” del proyecto y lo abandonó en 2017. Hoy en día los senderos y la señalización corresponden a entusiastas del senderismo y habitantes de la zona.
Para el regreso a San Martín, teníamos cierta prisa de ir a recoger un porta equipajes que nuestro amigo Federico Cabrera nos había enviado desde Buenos Aires por encomienda. Era día sábado y debíamos llegar temprano, si no lo lograbamos tendríamos que esperar hasta el Lunes. Producto del afán decidimos tomar la Ruta 40, asfaltada y concurrida. A los pocos kilómetros nos dimos cuenta que la jornada sería tediosa, pues los vehículos pasan a gran velocidad y la carretera no tiene un centímetro de espacio adicional. Esto nos obligó a acelerar el paso para reducir nuestro tiempo de exposición. Al final quedamos con los crespos hechos pues la oficina de la encomienda había cambiado de ubicación y cuando encontramos con el lugar, éste ya había cerrado.
La tarde todavía era joven y esa en particular estuvo calurosa. Fuimos a respirar un poco de la vida turística del pueblo y almorzamos en los food trucks ubicados en el margen del Lago, acompañados de un par de cervezas lupuladas que son tan típicas de San Martín.
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Proximamente: El Patagonia Beer Trail