Parque Los Alerces – Trevelin – Futaleufú – La Junta – Puyuhuapi – Villa Mañihuales – Coyhaique.
Este relato cubre el recorrido entre Epuyén (Argentina), pasando por el Parque Nacional Los Alerces hasta Trevelín, el cruce a Chile por el paso de Futaleufú y el encuentro con la Carretera Austral hasta la ciudad de Coyahique.
De neuquén para abajo
Terminamos el Patagonia Beer Trail muy felices, pero también muy cansados; así que tomamos una pausa de unos días en Epuyen para recobrar energía, y fuerza en las piernas.
Tomamos camino nuevamente al sur por la Ruta 71 la cual conecta Epuyen y Trevelin por el Parque Nacional los Alerces. Este Parque, declarado patrimonio natural de la UNESCO en 2017, busca proteger los bosques de lahuán o alerce, una de las especies arbóreas más longevas del mundo. Aunque hace cuatro años habíamos hecho este mismo recorrido, cruzar el parque siempre será una buena opción: los paisajes sobre los inmensos lagos Rivadavia y Futalaufquen hacen valer cada pedalazo. Esta vez nos encontramos con un cambio sustancial en la estructura del Parque pues ya no hay campamentos libres y gratuitos; por el contrario, ahora todos son organizados y tienen un costo adicional.
Luego de tres días en Los Alerces llegamos a Trevelin donde encontramos un camping singular, pues el dueño es un ex-corredor del ciclismo argentino y exhibe con orgullo sus trofeos y fotografías en la sala de su casa. Debido a esta gran pasión, el Camping El Chacay ofrece un descuento especial a los viajeros en bicicleta.
Desde Trevelin cruzamos a Chile por el Paso fronterizo Futaleufú. La decisión de ir por este camino se dio por las condiciones del clima – que indicaba la entrada de un frente frío con fuertes lluvias y nevadas – y la necesidad de estar en un lugar con conexión a Internet en unos días por temas laborales. La otra opción, que era realizar el Paso fronterizo de Las Pampas, nos ponía en situación de quedar atrapados por el clima en dos lugares muy remotos y sin buena conectividad: Doctor Atilio Oscar Viglione en Argentina o Lago Verde en Chile; en esta ocasión, era un riesgo que no podíamos tomar.
En números, el cruce de Trevelin a Futaleufú era sencillo e incluso hasta pensamos que era asfaltado, por lo que no esperábamos ninguna aventura. Sin embargo, a los pocos kilómetros de iniciar la jornada empezó a caer un diluvio monumental: el frío y el viento en contra hicieron que el camino se tornara en un verdadero reto; pero la compañía del inmenso y azul Río Futaleufú (Río grande) nos motivó a continuar cuesta arriba.
El trámite de migración en Argentina fue bastante fácil y expedito. Por su parte, Chile nos recibió con todo un complejo aduanero que incluso tenía una chimenea donde nos calentamos mientras revisaban nuestros pasaportes. El Servicio Agrícola y Ganadero de Chile es muy estricto con el ingreso de productos de origen animal, pues buscan proteger a toda costa sus cultivos de plagas externas. Con mucha tristeza tuvimos que entregar una miel que con cariño nos había enviado nuestro amigo Federico Cabrera desde su propia granja de apicultura en Buenos Aires. El maní, la pasta y unas galletas de avena no fueron decomisadas.
En Futaleufú esperábamos encontrar más espacios de camping abiertos, pero por la época del año aún muchos no lo estaban. El viento y la lluvia empezaron a amenazar con fuerza, así que decidimos quedarnos en un camping que costó 7.000 CLP; casi tres veces el precio que veníamos pagando en Argentina
La carretera austral en bicicleta
El paisaje del día siguiente fue nuevo para nosotros: húmedo, tupido y espeso, donde el camino de ripio se abre paso por un vallecito rodeado de inmensas montañas humeantes. Se acercaba el final de la jornada y teníamos puestas nuestras chaquetas y pantalones de lluvia; el clima nos había jugado en contra otra vez y con suerte logramos llegar a un caserío llamado Puerto Ramírez. El mapa mostraba algunos hostales y sitios de camping que en realidad no existían. Los locales nos recomendaron acampar debajo de un puente (al parecer un lugar muy utilizado por viajeros en bicicleta), pero por las fuertes lluvias no estaba en condiciones adecuadas para poner la carpa. Nuestra última opción fue ir hasta el final de un camino donde había una escuela rural y pedir permiso para pasar allí la noche.
25 kilómetros más adelante de Puerto Ramírez llegamos a Villa Santa Lucía donde encontramos un pequeño negocio – quizás el único que había – de completos (hot dog en chileno) a muy buen precio y con un delicioso ají casero. Revisamos el pronóstico del clima y el panorama era desalentador: en los próximos 4 días no dejaría de llover. Villa Santa Lucía es muy pequeño, tiene un único hospedaje muy costoso, y la conexión a internet es deficiente, además, no venden cerveza ni vino. En esas condiciones, resultaba inaudito quedarnos atrapados allí.
Así que a las 2 de la tarde tomamos la decisión de recorrer 60 kilómetros adicionales para llegar al centro poblado de La Junta. Sabíamos que la superficie era 100% asfalto, por lo que inflamos las llantas y nos pusimos en posición de crono para avanzar con mayor rapidez. Nuestro primer contacto con la Carretera Austral fue agradable: nos acompañaron muy pocos carros, la lluvia cesó e incluso el sol se asomó tímidamente. La ruta estuvo llena de repechos; cada uno debidamente acompañado por una señal de tránsito de un carrito en subida.
Estuvimos refugiados en La Junta 3 días; abordamos los temas laborales y aprovechamos el tiempo para editar fotografías y descansar; hasta vimos el partido de eliminatorias entre Colombia y Brasil, con triunfo para los cafeteros y doblete de Luchito Díaz. Dado que no había nadie más en el camping, nos permitieron tender nuestras camas dentro del refugio.
Al cuarto día, aún con un pronóstico del clima dudoso, decidimos volver a la ruta. Pero a los 30 km, cerca de Puyuhuapi empezó a llover muy duro y nuestra temperatura corporal se desplomó. Buscamos refugio en el camping del pueblo, así que nuestros deseos iniciales de haber llegado más lejos para poder visitar el Parque Queulat se habían ido al garete.
Para ese mismo momento y lugar se realizaba una nueva edición de la carrera de ultraciclismo “Across Andes”. El coraje de nuestra amiga Carolina Arriero, que hacía parte de la competencia, nos animó a salir de Puyuhuapi y tomar de nuevo el camino. Carolina venía en dirección contraria y nos encontramos con ella a la salida del pueblo; aunque ella había pedaleado dos días y sus noches con lluvia y frío, la encontramos tranquila, fresca, motivada, contenta. Caro cruzó la línea de meta un par de días después en horas de la madrugada bajo un cielo lleno de estrellas en la ciudad de Coyhaique.
Ese mismo día remontamos el Portezuelo del Queulat, quizás el alto más icónico de la Carretera Austral. Esta subida de 7 kilómetros con media del 6% sobre ripio suelto, alterna curvas empinadas en forma de herradura con tramos planos donde tomábamos respiro. Del otro lado del puerto el descenso fue emocionante, ahora sobre una carretera de concreto con una vista épica y un viento húmedo que se nos clavaba en la piel. Esa noche encontramos un wild camping a orillas del Río Cisnes.
Al día siguiente vivimos un momento muy especial al cruzar por el caserío de Villa Amengual. Cuatro años atrás veníamos pedaleando desde Cuzco (Perú) con intenciones de llegar al extremo sur de américa; al llegar a este lugar nos enteramos de la crisis mundial desatada por el Coronavirus y de inmediato tuvimos que suspender el viaje y ponernos en modo escape para regresar a Colombia. Podemos decir que desde entonces no pasó un solo día que no soñaramos con volver y continuar; así que estar ahí nuevamente, rodando en las bicicletas, nos hizo sentir felices y sobre todo muy afortunados. Aunque no todos los miembros de aquella excursión pudieron venir esta vez, ellos viajan en nuestros pensamientos y sentimos su energía y cariño en cada metro que avanzamos hacia el sur.
Seguimos nuestro rumbo hacia Villa Mañihuales. Unos 20 kilómetros antes de llegar al pueblo tomamos un desvió por un camino destapado que atravesaba un valle muy bonito por un camino angosto a la margen de un río.
La llegada a Coyhaique fue digna de un cierre de temporada y firmamos un gran etapón. A diferencia de las jornadas anteriores, ese día el sol alumbró nuestro andar y pudimos disfrutar con tranquilidad de los colores de la primavera, sin sentir la amenaza de la lluvia. Aunque este tramo entre Mañihuales y Coyhaique corresponde propiamente a la Carretera Austral Ruta #7, existe un camino asfaltado que funge como vía principal. Por esto, a la bondad del clima se sumó la ausencia de vehículos y la diversión propia de las carreteras secundarias y los descensos pedregosos.
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