Boyacicleta, El Reto 123 y los Azares del Destino
Boyacá es el segundo departamento de Colombia con mayor cantidad de municipios: 123. La geografía boyacense es tan hermosa como heterogénea, es un departamento que cruza de un extremo a otro la cordillera de los andes; desde el piedemonte de los llanos orientales hasta el valle del Río Magdalena. En sus interminables campiñas montañosas habita una raza de gente noble y trabajadora que engendra la potencia agropecuaria más grande del país. Diego Supelano, orgullosamente oriundo de Duitama se planteó visitar los 123 municipios a lomo de su bicicleta y de conquistar el #Reto123 Acompaña a Diego y a los demás retadores en @boyacicleta.
Por: Diego Supelano.
El reto de recorrer los 123 municipios de Boyacá en bicicleta ha sido mi mayor vivencia como cicloturista. A la fecha llevo registrados oficialmente 116, lo que me ha dado la experiencia y confianza suficiente para completar el reto en su totalidad. Lo que he vivido durante 22 duras etapas me han convencido de realizar un viaje en bicicleta a otro nivel y es así como termino involucrado con el proyecto Rodando los Andes.
Para recapitular, comienzo por aclarar que la idea de recorrer los 123 municipios de Boyacá siempre me pareció un requisito personal si algún día decidía emprender una travesía continental. Y, aunque no fue exactamente esa la motivación para finalmente hacerlo, por esas cosas mágicas de la vida, para septiembre partiré junto a cuatro amigos en un gran viaje por suramerica y entre mis maletas llevare el reto concluido, 123 estrellas que alumbrarán mi camino.
En realidad el reto123 comenzó hace cuatro años como un simple ejercicio de procastinación, sin mucha convicción, de pronto infundado por el temor a lo desconocido. Me entretenía trazando las rutas más eficientes entre poblaciones, generando circuitos con un máximo de 150 km por etapa, pero no pasaba de ahí. La vida civil y el día a día hicieron que pasara más de un año para que retomara actividades. Luego de ese tiempo trace las rutas con altimetrías para comprender en detalle la dificultad. Tenía un total de 23 etapas, el producto me pareció interesante y para que no quedara en el olvido decidí plasmarlo en una página web que llame: Boyacicleta, estableciendo una invitación al público, pero nadie apareció.
Sin embargo la idea de hacer el reto yo mismo no dejaba de darme vueltas en la cabeza, junto a la posibilidad de irme a vivir a mi patria chica, Duitama, para la fecha de su bicentenario (27 de julio de 2019). Pensaba realizar el reto en dos meses de corrido, pero fue pasando el tiempo y el miedo a renunciar al trabajo me cohibió de ambas cosas. Así que entrado el 2018 decidí que lo iba hacer durante un año aprovechando los fines de semana festivos y en lugar de irme a vivir a Duitama, marcaría allí la llegada de la última etapa en el día de su bicentenario como un homenaje a la ciudad que me ha dado tanto en la vida. Decidido el itinerario busque compañía, muchos se animaban, pero para que se haga realidad un proyecto de este talante, se requiere compromiso y es necesario cumplir las fechas religiosamente, así que empezaría el 27 de mayo del 2018 aunque fuera solo. Finalmente, otro hijo de Tundama, Sergio Contreras, estuvo dispuesto en la grilla de salida aquella mañana.
El reto de recorrer los 123 municipios de Boyacá en bicicleta ha sido mi mayor vivencia como cicloturista.
El primer día aprendimos la lección más importante para resto del reto: no subestimar las pendientes que no se conocen, más aun cuando no están pavimentadas, y sobre todo cuando se marcha con alforjas y maletas. La planeación inicial estaba pensada desde mi posición habitual, como ciclista de un día acostumbrado a vías en buen estado, así que después de la primera etapa que nos llevó de Duitama a Covarachía en más de 11 horas, tuvimos que declinar el recorrido pactado para ese fin de semana que constaba de cuatro etapas similares, abarcando todo el norte de Boyacá. Para esto hay que tener cabeza fría y saber cuándo es sensato desistir. Tomamos un bus de regreso a Duitama al siguiente día y para darnos moral hicimos ese fin de semana los municipios circundantes; todo por vía pavimentada y en bicicleta de ruta. Hacer estos municipios fue clave, aunque en dificultad no sumaban mucho si en cantidad de municipios lo cual le dio un estilo al contenido del Reto que montaríamos en redes sociales. Ya íbamos 27 municipios, solo faltaban 96.
Luego del debut del Reto 123 tuvimos varias reflexiones y aprendizajes. ¿Si íbamos viajando con alforjas por qué renunciar en la primera etapa si teníamos provisiones para continuar?: Por el compromiso de retornar al trabajo luego de uno o dos días de permiso. Esto llevo a reestructurar la logística del proyecto; dividimos algunas etapas y planteamos un día comodín adicional por salida. Además, aprendimos que nadie nos va a penalizar por modificar la planeación inicial cuando el resultado seguirá siendo memorable. Hemos comprendido, también, que despacio se llega más lejos y ahí la cabeza es el músculo principal, que pequeñas metas parciales conforman una etapa épica y que el caballito de acero también se cansa. Respecto a la bicicleta hay que tratarla bien en estas travesías donde tenemos lejos la asistencia; cambiar las marchas con precaución, no hacerlo en situaciones forzadas, y limpiar la trasmisión con frecuencia. En relación con la carga hay que ser minimalistas, una prenda para estar frescos luego de la jornada, y un recambio para pedalear por si llueve es suficiente, mientras se esté seco el tema de la suciedad pasa a segundo plano; los malos olores no impedirán experimentar lo mejor de viajar en bicicleta. Hemos descubierto sensaciones muy particulares, como llegar a lugares donde nunca se ve un turista, apreciar el único hotel disponible en kilómetros a la redonda, hacer del único menú un manjar de reyes, y lo más importante: sentir en el espíritu la amabilidad de la gente que habita esas pequeñas poblaciones separadas por interminables montañas. Todo esto me ha dejado claro que prefiero viajar sin presiones, de cruzar esa otra montaña, de ver que hay más allá, de descansar cuando el cuerpo me lo pida y seguir cuando lo considere.
Es aquí ahí donde el espíritu del reto 123 conecta con los amigos de Monteadentro. Cuando oía de sus planes de rodar por la cordillera de Los Andes hasta al fin del mundo en Argentina los considere mártires por lo que iban a sufrir, pero luego me fue dando ganas de estar con ellos. Sin embargo, habían dos obstáculos: primero, ellos pensaban comenzar antes del 27 de julio de 2019 y yo tenía que terminar el Reto y segundo el miedo a dejar el trabajo y empeñar mis ahorros viajando sin generar ingresos durante más de medio año.
Pero el destino es caprichoso y a veces alcahueta con los sueños, los de Monteadentro deciden pactar la fecha de salida para principios de septiembre y me lo cuentan para anunciarme que me acompañarían en la etapa bicentaria a Duitama, me tomó solo esa noche pensarlo, al siguiente día les comunique que quería unirme a la travesía por Los Andes, desde ahí estoy vinculado. Lo de renunciar al trabajo se hacía consigna. El destino no se cansó y siguió arriándome a mis querencias, pues finalizado ese año deciden no renovarme el contrato en el lugar donde trabajaba y tampoco consigo camello nuevo antes de finalizar el 2018. Como es costumbre me voy para Duitama a pasar fiestas decembrinas y finalizando enero de 2019 decido suspender la búsqueda de trabajo en Bogotá para quedarme definitivamente en Duitama. Así tendría el tiempo terminar el reto 123 sin la barrera del límite de tiempo en las salidas y para preparar la travesía continental, así tendría el tiempo para perseguir mis sueños.
En un instante me encuentro viviendo donde quiero y cumpliendo la preparación que hubiese pensado para un sueño remoto que apenas imaginaba y que ahora está en el horno cocinándose. La reflexión más honesta e importante de mi parte es que debemos hacer las cosas que despiertan nuestra atención y emoción, sin pensar que se está perdiendo el tiempo; esa vocecita interior nunca nos está mintiendo, lo importante es disfrutarlo mientras se hace. Cuando diseñaba el recorrido para el reto 123 no sabía si de verdad lo iba a pedalear y hoy es la preparación perfecta, así como una ventana a posibles patrocinadores para una travesía que antes era solo una ficción.
Aun no sé cómo vaya a terminar esta historia, pero estoy seguro de que no me arrepentiré jamás de lo que hasta ahora ha pasado y quien sabe, tal vez en uno años estaré hablando que la travesía por los Andes fue una preparación para algo más grande, y si no, seguro me quedará la satisfacción de haberlo intentado.