Los Yungas y La Carretera de la Muerte en Bicicleta

Sud y Nor Yungas, Bolivia.

LA REGIóN DE LOS YUNGAS

La última sección de Mamá Coca Sur había sido remota y solitaria. En los días finales apenas nos encontramos con un par de personas y quizás uno o dos carros. Luego de cruzar la cara norte del nevado Illimani y conectar la carretera principal, dejamos atrás el trazado de Mamá Coca para iniciar la ruta de bikepacking La Gira del Sud Yungas; queríamos descubrir otra región de Bolivia y disfrutar del clima cálido por algunos días.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Al coronar el Abra Pacuany, nos vimos rodeados por un desfile de carros que pasaban a toda velocidad por la estrecha y polvorienta carretera. Por un momento, consideramos abandonar la misión y replantear nuestros planes. Sin embargo, al no haber estudiado el tramo de Mamá Coca que seguía y con el sol comenzando a caer, decidimos continuar hasta Tres Ríos, donde descansaríamos esa noche; afortunadamente, la ruta se fue volviendo cada vez más tranquila. Después de preguntar en varias tiendas, encontramos a los dueños de uno de los pocos hospedajes del pueblo y descubrimos la que, para nosotros, fue una de las mejores pollerías broaster de Bolivia; o al menos, así nos pareció esa noche, ¡cada uno se comió tres platos!

La región de los Yungas es una zona de transición entre las altas cumbres de la Cordillera de los Andes y la Amazonía. Nos encontramos ante un paisaje totalmente diferente al que habíamos visto en los últimos nueves meses. Las provincias del Sud Yungas y el Nor Yungas se caracterizan por su geografía montañosa, precipicios profundos, verdes abundantes y vegetación exuberante.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Los datos de Osmand, la aplicación de planeación y navegación que utilizamos, indicaban un desnivel positivo acumulado significativo para las jornadas siguientes. No queríamos enfrentarnos a esta carretera con poca luz, especialmente con conductores que parecían entrenar para la Fórmula 1 o el Dakar, así que decidimos dividir el tramo hasta Curihuati en dos días. Sin embargo, ambas jornadas las terminamos pasado el mediodía. Empezamos a identificar una falla, no menor, en los datos de desnivel que mostraba la aplicación, afectando nuestras estimaciones de tiempo para cada etapa. Al analizar la ruta con más detalle, notamos que en tramos donde no había un metro de subida, pero estábamos al borde de un abismo, OsmAnd no lograba identificar con precisión las curvas de nivel, mostrando ascensos inexistentes de hasta 300 o 400 metros. Esta inexactitud persistió durante los días siguientes en Bolivia y, más adelante, en paisajes con condiciones similares.

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En la comunidad de Pariguaya nos ofrecieron pasar la noche en lo que parecía haber sido un aula de clases; y en Curihuati acampamos en la cancha de fútbol que queda en lo alto del pueblo. En el recorrido vimos varias canchas ubicadas al borde de laderas con grandes precipicios, pero a nadie jugando en ellas…recuperar el balón luego de un mal pase sería una tarea casi que imposible. A Curihuati llegamos justo a la hora del almuerzo y encontramos a una familia de turistas bolivianos que compartía un plato de pollo con pasta. Con gran amabilidad, nos convidaron y nosotros, felices, aceptamos! La calidez y hospitalidad de las personas en Bolivia ha sido una constante en todas las regiones que hemos visitado.

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Desde Curihuati seguimos por la ruta Gira del Sud Yungas rumbo a Irupana. El camino para conectar con la vía principal que viene de Oruro nos recordó aquellos días felices en Santandercito (Colombia) – uno de los lugares que más queremos y un verdadero paraíso para el ciclismo de montaña – donde solíamos pedalear entre árboles frutales y cultivos de café, enfrentando inclementes rampones. Los últimos kilómetros hasta Irupana fueron difíciles: calor, humedad, rampas empinadas, trampas de arena, y nuevamente, muchos carros. Aprovechamos el clima de Irupana para tomar un día de descanso; era ya la octava etapa desde que retomamos el camino tras la caída de Jose en la cordillera de Quimsa Cruz.

El trayecto entre Irupana y Chulumani lo disfrutamos mucho, pues se desviaba de la vía principal. Sin embargo, por evitar una rampa que se veía a lo lejos, y hacerle caso a uno de los tracks que llevábamos, terminamos por un camino lleno de matorrales empujando la bicicleta por un par de kilómetros. Durante estos días cruzamos extensos sembrados de coca, pues los Yungas ofrece el clima ideal para el cultivo de esta hoja. En Bolivia la coca es un símbolo central en la identidad de las comunidades, su consumo en hoja es común y legal y en esta región es una fuente importante de ingresos para muchas familias campesinas.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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En Chulumani descubrimos uno de los manjares más escondidos de Bolivia: las jawitas, una especie de empanada rellena de queso, mucho queso. Aunque comimos varias, nunca serían suficientes; hasta el día de hoy José me reclama por no haber comido más. La siguiente etapa la habíamos planeado hasta el parque acuático en Trinidad Pampa, pero al llegar a Coripata, el cielo comenzó a cubrirse de nubes negras, así que decidimos quedarnos en un pequeño hostal del pueblo. Al día siguiente, completamos la primera sección de la ruta La Gira del Sud Yungas y llegamos a Coroico.

La atmósfera en este municipio era festiva: el calor, el turismo y la energía del lugar era completamente distinta. Aprovechamos para lavar ropa, descansar, trabajar un poco y disfrutar unas cervezas en la plaza. La noche que nos preparábamos para partir, José se enfermó con un fuerte dolor de estómago. Los síntomas, cólicos y espasmos muy fuertes y ausencia de fiebre y escalofríos, sugerían que el dolor era a causa de parásitos. Afortunadamente, en el rigor de nuestra planeación, teníamos la dosis correspondiente de Albendazol en el botiquín; 2 días más de descanso fueron necesarios antes de retomar la ruta.

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la carretera de la muerte en bicicleta

El pronóstico del clima para los días siguientes no era alentador. Parecía que habíamos perdido la oportunidad de hacer el ascenso de la Carretera de la Muerte en bicicleta con buen tiempo, pero ya era hora de salir de Coroico. Este mítico camino conecta La Paz con Los Yungas y la Amazonía boliviana. Fue construido en la década de 1930 a manos de prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco: una disputa territorial entre Bolivia y Paraguay por el control y soberanía sobre el Gran Chaco. La calzada tiene un ancho máximo de 3 metros, no hay guardacarriles, el terreno es empinado, húmedo, casi siempre cubierto de neblina, y los precipicios oscilan entre los 600 y 800 metros de caída libre. La cantidad de siniestros le valieron el funesto reconocimiento como la carretera más peligrosa del mundo; se estima que durante la década de los 90 la tasa de muertes era de 1 por día. 

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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En 2006, se inauguró una nueva ruta asfaltada y la Carretera de la Muerte se convirtió en un popular destino para los viajeros, especialmente para los cientos de ciclistas que descienden desde La Paz en planes turísticos todos los días. Quizás para muchos este camino es un cliché, una trampa para turistas, pero a nosotros nos encantó; la hicimos en sentido contrario – de subida – y fue una escalada tranquila, llena de naturaleza y momentos épicos.

Paradójicamente, cuando cruzamos el letrero que marcaba el final de la Carretera de la muerte, empezó lo realmente difícil. Habíamos partido de Coroico bajo un cielo cargado de nubes negras, y con cada kilómetro que ascendíamos, la neblina se hacía más densa. Y de pronto, todo quedó cubierto de blanco; el sol no podía atravesar la espesa niebla, y comenzó a llover. Aunque nos pusimos ropa impermeable, la humedad se filtró por todos lados, dejándonos completamente empapados.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Cuando llegamos a Chuspipata, no había un alma en el pueblo. Sabíamos que algunos ciclistas acampaban en un prado cercano, pero todo estaba encharcado. Mientras evaluábamos nuestras opciones, apareció una camioneta y nos acercamos a preguntar si podíamos montar nuestra carpa bajo el techo de la única tienda del lugar. Al vernos mojados y con frío, el conductor nos ofreció un espacio en su casa con techo y paredes que nos protegieron del viento y la lluvia. Esa noche, cayó agua del cielo sin parar.

Nos despertamos bajo la lluvia, así que desmontamos nuestra carpa con calma. Cuando decidimos salir, comenzaron a llegar camionetas repletas de ciclistas, que a juzgar por la apariencia no tenían mucha experiencia; si el día anterior era arriesgado descender, hacerlo en esas condiciones de neblina y lluvia nos parecía irresponsable.

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Nos faltaban apenas 6 kilómetros para llegar a Pongo, pero mi cuerpo no tenía fuerzas; había llovido durante toda la etapa, el frío era penetrante y no me quedaba ni un ápice de energía. Cuando finalmente arribamos, nos recibió una escena desoladora: todos los restaurantes estaban cerrados y no había nadie a quien preguntar por el hospedaje del pueblo. Pongo es un destino turístico popular entre los habitantes de La Paz, quienes van a comer trucha los fines de semana cuando hay buen clima; pero ese día parecía un pueblo fantasma. Afortunadamente, el único restaurante abierto era atendido por la sobrina de la dueña del hospedaje, quien nos permitió ingresar unas horas más tarde. Esa noche, fui yo quien terminó enferma del estómago. Pero esta vez, el diagnóstico era diferente; la ingesta de un café con agua de dudosa procedencia, había hecho de las suyas. En este caso sospechamos de bacterias, por lo que nuevamente fuimos al botiquín, pero esta vez por Trimetropin Sulfa, el medicamento estelar para la “diarrea del viajero”.

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Tras un día de reposo total, el cielo finalmente se despejó, revelando imponentes montañas que habían permanecido ocultas durante los días anteriores, así que nos preparamos para completar el ascenso. Después de 4 horas de pedal llegamos a la Laguna Estrellani, al punto que se conoce como La Cumbre. Esa noche, 1 de agosto, se celebraba el inicio del mes de la Pachamama, la diosa andina de la fertilidad. Los guardaparques nos ofrecieron poner nuestra carpa en una cabaña que en el pasado había funcionado como oficina.

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Mientras afuera se encendían fogatas y se realizaban ofrendas con alcohol y rituales tradicionales, nosotros aprovechamos el refugio para descansar y terminar de recuperar energías; al día siguiente retomaríamos la ruta Mama Coca, y lo que nos esperaba requeriría toda nuestra fuerza y concentración.

¡Gracias por leer!

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Mapa y GPX