El Fin de la América Continental

Estrecho Magallanes

Este relato cubre la sección entre El Chaltén y Punta Arenas, cruzando por el paso Fronterizo Río Don Guillermo y visitando la ciudad de Puerto Natales; los últimos kilómetros de la América continental.

Paso Río Don Guillermo

Habíamos dejado nuestras bicicletas a un lado durante más de dos semanas para explorar a pie las montañas de El Chaltén; pero era hora de retomar nuestro camino al Sur, con Punta Arenas como próxima gran meta volante.

Las etapas entre El Chaltén y el Paso Fronterizo Río Don Guillermo, para cruzar a Chile, eran de “transición”; contaban con una mayor dosis de asfalto a la que estábamos acostumbrados y era la ruta obligada, no hay otras alternativas para llegar hasta allí. Esta vez, la aventura adquiría un matiz diferente: nos enfrentábamos a la verdadera pampa, con pocos lugares para acampar y con el viento en contra que es habitual en esta sección.

Patagonia Bikepacking

El único día en el que no tendríamos este desafío era la primera etapa: salir de El Chaltén. Así que, con la promesa de tener viento a favor, partimos cerca de las dos de la tarde, avanzando velozmente a lo largo de los 90 kilómetros que nos separaban de la intersección con la Ruta Nacional 40. Cuando estábamos por llegar, las ráfagas de viento comenzaron a aumentar de intensidad y el cielo se cubrió de nubes amenazadoras. Decidimos escondernos en el refugio que se encuentra en el cruce de caminos, donde coincidimos con otros tres viajeros. Juntos, observábamos cómo el viento azotaba las ventanas con una fuerza inquietante, recordándonos la imprevisibilidad de la naturaleza en estas tierras salvajes.

Patagonia Bikepacking

Durante las etapas siguientes los 3 puestos de vialidad de la AGVP a lo largo de la ruta, se volvieron puntos estratégicos para reponer fuerzas, obtener agua y buscar refugio temporal; estos espacios son lo único que hay en el camino: Irene, El Cerrito y Tapi Aike. En estos puntos recargamos nuestros bidones, tuvimos acceso a wifi para ver los pronósticos del clima y solo en el último, aprovechamos para acampar.

Salimos del refugio de la ruta 40 más tarde de lo acordado. A unos 20 kilómetros de iniciada la jornada tuvimos que poner en marcha la estrategia de relevos para lograr avanzar: cada uno debía liderar por un kilómetro. Ese día dormimos a orillas del Río Santa Cruz; en este punto hay una estancia abandonada donde muchos viajeros pasan la noche. Nosotros decidimos explorar unos metros más al fondo y encontramos una zona verde abierta perfecta para acampar.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bikepacking

Al siguiente día, el sueño nos dominó y salimos a la carretera muy tarde. Sin embargo, logramos completar la mayor parte de la ruta sin viento; parecía que el clima había tenido compasión de nosotros. Durante esta jornada, ascendimos el famoso Alto de Miguez, una cuesta de 14 kilómetros con una pendiente promedio del 4%. En el ascenso nos encontramos con una familia suiza: dos niños de 6 y 9 años pedaleaban en sus bicicletas felizmente hacia El Calafate. Conversamos con ellos y su energía y entusiasmo nos impulsaron hasta la cima. Más tarde, en la carretera destapada que conecta los puestos de vialidad El Cerrito y Tapi Aike nos topamos con otra familia, esta vez una pareja con una bebé de dos años, quien dormía plácidamente en un trailer. Nos emocionó mucho este encuentro y nos hizo recordar a nuestros amigos José y Gabriela, quienes han llevado a Julia, su hija, también de dos años, en pequeñas aventuras de bikepacking en Colombia.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bicicleta

Para llegar a la estación de policía abandonada, donde dormiríamos esa noche, tuvimos que recurrir de nuevo a los relevos. Pero el viento era tan fuerte que recorrer 1 kilómetro se hacía eterno; en está ocasión, nos turnamos cada 5 minutos el liderazgo, o en una descripción más acordé con la realidad, el sufrimiento. Esa noche cocinamos con el agua del río que se encuentra a pocos metros. Esta agua no se puede consumir directamente, necesita ser filtrada o hervida.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bicicleta
Patagonia Bikepacking

Nos restaban 45 kilómetros para llegar al Puesto Tapi Aike dónde retomaríamos el pavimento. Habíamos escuchado varios testimonios de ciclistas sobre el mal estado de la ruta, y observamos que el viento empezaría a soplar hacia las 11 de la mañana, así que salimos antes del amanecer. Disfrutamos los descensos y el paisaje; a lo lejos logramos divisar las Torres del Paine. El camino se puso bastante pedregoso en los últimos 20 kilómetros, pero en nuestras bicicletas con coraza 2.8 logramos avanzar sin mucha dificultad.

Patagonia Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Patagonia Bicicleta
Suramérica Bicicleta

En el puesto de vialidad decidimos acampar, aunque aquí también ofrecen trailers con camas sencillas por un costo adicional. Esa tarde, nos sorprendió un resfriado acompañado de fiebre. Afortunadamente, siempre llevamos comida extra, lo que nos permitió tomar la decisión de dedicar el siguiente día a recuperarnos; paracetamol, sales de hidratación y descanso.

 

Esta situación inesperada nos permitió encontrarnos con Carlos Lozano, un ciclista colombiano que viene viajando desde Neiva, con quién habíamos conversado mucho, pero aún no nos conocíamos personalmente. Al siguiente día la grupeta colombiana salió muy temprano hacia el paso fronterizo Río Don Guillermo. Entre todos nos apoyamos para que esté largo tramo, con viento, frío y lluvia fuera más llevadero.

Suramérica Bicicleta

En Cerro Castillo, ya en territorio chileno, pasamos la noche en un camping municipal, que, aunque parecía estar fuera de servicio, fue recomendado por la policía local. Junto al camping, había una cancha de fútbol 5 vacía; resulta difícil imaginar que alguien pueda hacer un gol de tiro libre con estas condiciones de viento, ni Messi se atrevería a tanto. El agua de Cerro Castillo no se puede tomar, según nos comentaron tienen un problema con la tubería; es necesario comprar agua o pedir apoyo en la estación de policía.

Suramérica Bicicleta

Esa noche nos despedimos de Carlos; él continuaría su viaje hacia Puerto Natales, mientras que nosotros iríamos a ver las Torres del Paine. Luego de un buen descanso, pedaleamos hasta la Laguna Amarga, unos kilómetros antes de la entrada al Parque Torres del Paine. Eran las seis de la tarde y admirábamos el paisaje, cuando alguien se bajó de un carro, se acercó a nosotros y nos informó, de una manera un poco amenazadora, que allí, ni en ningún lugar dentro de un radio de 20 kilómetros, podíamos acampar: estos eran terrenos privados. Habíamos escuchado relatos de otros viajeros que habían sido despertados en medio de la noche por alguien con características similares, y habían sido forzados a recoger su campamento y partir en la oscuridad. Para evitar cualquier contratiempo, optamos por retroceder hasta el lugar indicado por este crudo personaje. Todos los terrenos estaban cercados y la noche se aproximaba; la única opción que encontramos para poner la carpa fue una cuneta al costado de la carretera que estaba en construcción. Habíamos considerado ingresar al Parque al día siguiente; pero amaneció lloviendo y las Torres estaban cubiertas totalmente por nubes grises, así que decidimos emprender una larga jornada hasta Puerto Natales.

Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta

Puerto Natales - Punta Arenas

La carretera que une Puerto Natales con Punta Arenas es un constante ir y venir de vehículos. Por esto, decidimos adentrarnos en el camino destapado hacia la municipalidad de Río Verde en busca de soledad. A lo largo de esta ruta, encontramos numerosos refugios en excelente estado, aunque todos estaban cerrados. Para obtener las llaves, se debe ir hasta la municipalidad; resulta irónico que estos espacios, concebidos para emergencias, funcionen de esta manera. Aquella noche, tendimos nuestra carpa al lado de lo que alguna vez fue una escuela. Nos contaron que años atrás, un incendio devastó este lugar y la municipalidad se trasladó unos kilómetros más adelante.

 

Puerto Natales Punta Arenas

Retomamos la carretera principal faltando 50 kilómetros para Punta Arenas. El contraste fue abrumador. Camiones, buses de turismo y carros de todos los tamaños nos pasaban a toda velocidad. Apresuramos el paso deseando llegar lo antes posible, poniendo en práctica las habilidades de ciclismo urbano aprendidas en Bogotá durante muchos años. De pronto, nos encontramos frente a la ciudad más grande e industrial que habíamos visto en nuestro viaje por la Patagonia.

Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking

Mientras recorríamos los últimos kilómetros de la América continental, nos dimos cuenta que la línea de la Cordillera nos había guiado hasta el mar. Y aún con un paisaje costero, una atmósfera salada y las olas rugiendo entre el viento patagónico, el espíritu andino se sentía firme y omnipresente; incluso cóndores volaban sobre la mar. Una paradoja posible solamente en las goteras del fin del mundo.

Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes

Mapa y GPX

Estrecho Magallanes

El Patagonia Beer Trail

Patagonia Beer Trail Bikepacking

San Martín de los Andes – Villa Llanquín – Bariloche – Ñorquinco – Epuyén.

Caminos solitarios y remotos, sentimientos de aventura y libertad en el corazón de la Patagonia argentina. Una verdadera experiencia de bikepacking sudamericano.

EL PATAGONIA BEER TRAIL

El clima patagónico es quizás el elemento más extraño y ajeno a nuestra experiencia. Estuvimos cerca de dos semanas en la misma latitud (40 grados sur) para intentar comprender la dinámica de las temperaturas pero no encontramos ninguna pista; a veces hacía mucho frío, luego calor, después soplaba el viento, después ya no… En Colombia los pronósticos del tiempo tienen la misma precisión que el horóscopo y por eso son casi inexistentes para nosotros; pero en Patagonia estos modelos son una herramienta indispensable y todo el mundo está al tanto del clima, pues al final es el cielo quien determina el comportamiento de nosotros los humanos.

Patagonia Beer Trail Bikepacking

Así las cosas, con un panorama de tres días de buen clima nos embarcamos en dirección sur a través de la ruta Patagonia Beer Trail (PBT): aunque el nombre del camino no tiene nada que ver con la realidad. Si bien esta región es uno de los epicentros cerveceros más famosos del mundo debido al excelente hábitat para sembrar el lúpulo y por las aguas prístinas que  emanan de las montañas y glaciares, la oferta de cervezas artesanales se encuentra solo en las grandes ciudades (Bariloche, Bolsón, San Martín, etc.) y no al pie del camino como tanto lo hubiéramos deseado. Pero lo importante es que las famosas y deliciosas cervezas patagónicas estarán ahí para invocar los buenos vientos antes de partir o para celebrar la misión cumplida.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Salimos de San Martín por un camino empinado que rápidamente se desvío de la popular Ruta 40 y tomó destino hacia Villa Meliquina por una carretera de ripio que bordeaba las aguas turquesas del Río Caleufú. Remontamos el Paso del Córdoba, una trepada de 11 kilómetros desde donde divisamos inmensos valles. Más adelante conectamos con la carretera asfaltada Ruta 237 que lleva hacia Villa Llanquín, un interesante poblado al cual solo se puede acceder mediante un puente colgante o un planchón sobre el Río Limay.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

En Villa Llanquín conocimos a Alejandro, un ciclista argentino de Neuquén que viaja en compañía de su linda y juiciosa perrita Cochina. Compartimos con ellos una cerveza con pan y algunas anécdotas de la vida y del camino.

Patagonia Beer Trail Bikepacking

Al día siguiente la ruta tomó otro semblante y los caminos se hicieron angostos y solitarios. Si bien gran parte de la ruta discurre por terrenos privados, casi que se puede decir que existe un acuerdo tácito del libre paso para ciclistas y caminantes con el compromiso de dejar cerrados siempre los portones para que no se escape el ganado, no hacer fuego ni acampar en estos predios.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Al final de la tarde llegamos a la cabecera municipal de Dina Huapi donde tuvimos acceso a internet y revisamos el pronóstico del clima. La ventana de tres días estaba por cerrarse y el panorama se pintaba de fuertes lluvias y nevadas, así que hicimos caso a los meteorólogos y buscamos refugio bajo techo en Bariloche.

Dicho y hecho, del cielo se desplomaron lloviznas y nevadas durante una semana. Nos causó curiosidad ver a la gente local impactada por la nieve en esa época del año y empezamos a oír de manera más recurrente que la primavera en 2023 se venía comportando de manera poco habitual.

Patagonia Beer Trail Bikepacking

Tanta quietud nos empezaba a colmar la paciencia, sobre todo porque el sabor de la última etapa había sido muy especial y queríamos volver a estar inmersos en esas sensaciones. Pero no había otra alternativa más que descansar, ocasionalmente leer y sobre todo estar con los ojos en la pantalla de las aplicaciones del clima hasta el punto de volvernos monotemáticos con el asunto.

Por fin hubo tregua y retomamos la ruta. Varios días de descanso nos dejaron con las piernas descargadas y pudimos avanzar con muy buena cadencia. Las nevadas de los días anteriores habían pintado un paisaje hermoso.

 

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Para la segunda mitad de la ruta tuvimos varios cruces de ríos que después de las nevadas estuvieron más crecidos de lo normal. El primero de ellos, el Pichileufú (Pichi: pequeño, Leufú: río, en mapudungun) estuvo muy ancho, poco profundo, pero muy muy frío, un buen escenario para debutar. Estas maniobras de cruzar ríos nos tomaron mucho tiempo; los rodamientos del pedalier y de las ruedas, y en general todos los componentes de la bicicleta, sufren mucho al sumergirse en el agua. Por eso preferimos pasar el equipaje realizando varios porteos y luego cargar las bicicletas sin peso.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Teníamos tiempo a nuestro favor y continuamos más allá del punto de campamento sugerido para esta etapa. Llegamos a una estancia y mientras pasábamos por un costado los perros ladraron y apareció un hombre que nos invitó a pasar y que de alguna manera insistió en que acamparamos allí esa noche. Don Juan es el “puestero” de La Costa, así se denomina a los trabajadores que cuidan las estancias, pasa gran parte del tiempo solo y por esto entendimos su interés de compartir con alguien. Nos invitó a tomar unos mates y a comer asado de “caponcito”, y no lograba comprender por qué razón estábamos  viajando en bicicleta por esos parajes. Ya más entrados en confianza nos preguntó si estábamos pagando alguna promesa o penitencia, lo dijo en un tono serio y con algo de vergüenza. Pero reímos y simplemente recalcamos que la belleza de las tierras patagónicas siempre nos ha motivado e intrigado y que desde la bicicleta podemos percibir de manera más viva la naturaleza salvaje.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Al día siguiente partimos con mucha energía pues al mate que Don Juan ceba en las mañanas le pone azúcar, mucho azúcar. A los pocos kilómetros nos enfrentamos con el cruce del Río Las Bayas. Habíamos visto, en fotos de otros viajeros, que este cuerpo de agua no alcanzaba siquiera a ser un cauce sino varios charcos separados, pero en este caso la profundidad rozaba nuestras cinturas. Pasamos un tiempo largo tratando de buscar la mejor línea para cruzar. Recordamos esos días soporíferos de clase de mecánica de fluidos en la Universidad y al profesor recalcando que las corrientes se aceleran a medida que los canales son menos profundos, así que nuestra trivia empezó buscando la mejor seguidilla de secciones turbulentas.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Más adelante nos encontramos con otros dos ríos y secciones sumamente fangosas donde era imposible pedalear y muy difícil empujar las bicicletas pues las ruedas acumulan tanto barro que simplemente no pueden girar. El saldo fue una corta etapa de 20 kilómetros. Por fortuna alcanzamos a llegar a un vallecito que habíamos visto entre las curvas de nivel y allí pudimos tender la carpa.

Al otro día el repertorio fue del mismo porte: recorrimos el primer kilómetro en 4 horas y antes de completar los 4 kilómetros ya habíamos almorzado. Si bien estábamos disfrutando como nunca esa experiencia, y el sentimiento de aventura y silencio eran sobrecogedores y placenteros, el avance que veníamos registrando estaba muy por debajo de los planes; de seguir así nos íbamos a quedar sin comida.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Luego de cruzar un alto que estaba nevado en su cima las condiciones del camino mejoraron y descendimos a toda velocidad hasta un valle habitado por caballos salvajes de todos los colores. Enfrentamos el último cruce de río (Arroyo Mantoso) y el sol nos calentó, nos secó y sobre todo nos llenó de energía para remontar el último alto de la ruta. Desde allí descendimos con suma precaución pues el camino era de piedra filosa y en cualquier descuido se puede rajar una cubierta. Esa noche llegamos hasta una estación de tren abandonada donde pasamos la noche.

Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking
Patagonia Beer Trail Bikepacking

Desde ahí el camino regresó sobre carreteras de gravilla. Cruzamos el poblado de Ñorquinco y llegamos hasta El Maitén donde encontramos asilo en el camping municipal. En Maitén se encuentran ruinas y talleres del sistema ferroviario de La Trochita, otrora una importante línea de tren que conectaba los principales poblados de la Patagonia. Hoy solo queda el recuerdo y la añoranza de esos tiempos pasados en forma de monumentos construidos a partir de viejas locomotoras.

Patagonia Beer Trail Bikepacking

La línea original del PBT termina en el Bolsón, pero nosotros decidimos continuar hasta Epuyén. En esta jornada celebramos los primeros mil kilómetros de este proyecto Primavera Cero: La Patagonia en Bicicleta.

 

El PBT quedará guardado en nuestra memoría como una de las mejores experiencias de la vida. Estuvimos inmersos en paisajes solitarios, remotos y salvajes durante varios días, respirando naturaleza y aventura a cada instante. La conexión fue suprema en todos los aspectos; entre nosotros, con las bicicletas, con el entorno. Fuimos muy felices, nos divertimos mucho y con esta experiencia afirmamos que este es el estilo de viaje que nos motiva a seguir pedaleando por nuestra Cordillera de Los Andes.

 

¡Gracias por leer!

Mapa y GPX

Esta ruta fue documentada por el señor Taneli Roininen y está publicada en Bikepacking.com. Allí se puede encontrar información y noticias sobre la ruta. Así mismo recomendamos leer el relato de Hana y Mark para mas ideas e inspiriración.

Coyhaique – Valle Simpson – Villa Cerro Castillo – Puerto Río Tranquilo – Valle Glaciar Exploradores.

Coyhaique – Valle Simpson – Villa Cerro Castillo – Puerto Río Tranquilo – Valle Glaciar Exploradores.

El Volcán Lanín

Argentina Lanín Bikepacking

Pillañzegüñ, la casa de Pillán; el Dios del mal. Un volcán cónico de 3.776 metros de altura. Lugar sagrado de los Mapuches y patromonio de la humanidad.

El volcán lanÍn

San Martín de Los Andes nos gustó mucho. La arquitectura de la ciudad es casi uniforme, con techos a dos aguas y fachadas de piedra o madera de poca altura. Es lo más parecido que hemos conocido a una villa de un cuento de duendes. San Martín se ubica en un valle a orillas del Lago Lacar, fue fundada a finales del siglo XIX por un destacamento militar como una manera de establecer soberanía argentina, pues para entonces el territorio estaba en una fuerte disputa con Chile.

Argentina Lanín Bikepacking
Volcán Lanín. Neuquén, Argentina.

Al norte de San Martín se encuentra el Lanín (Pillañzegün en mapudungún, lengua del pueblo Mapuche), un volcán nevado de forma cónica que se eleva hasta los 3.776 metros. Habíamos visto algunos afiches y postales de este cerro y no queríamos perdernos la oportunidad de ir a conocerlo.

Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking

Para visitar el Volcán Lanín es necesario ir hasta el municipio de Junín de Los Andes, la capital nacional de la Trucha, 40 kilómetros al norte. Así que tomamos camino por una carretera secundaria (Ruta Provincial 62) que bordeaba el lago Lolog. Un poco antes de la mitad del camino apareció un tímido letrero que avisaba del cerramiento de la vía; no sentimos la contundencia del mensaje por lo que decidimos continuar. Efectivamente la carretera estaba en mal estado; solo transitable para vehículos 4×4 y bicicletas de montaña. Este fue el primer trecho que rodamos en soledad, sin ver vehículos durante horas.

Argentina Lanin Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking

Llegamos a Junín y encontramos asilo en el camping municipal. Fuimos a la plaza en busca de un choripan y luego a dar un paseillo por el malecón, fue muy grato ver diferentes juntanzas de personas compartiendo mates a la orilla del río y disfrutando de los colores del final de la tarde. Nos imaginamos que a ese tipo de escenarios se refieren los urbanistas cuando hablan de la calidad de vida en centros poblados.

Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking

Desde Junín rodamos 20 kilómetros hasta el lago Huechulaufquen (Huechu: grande, Laufquen: lago, en mapudungún) donde nos encontramos con una panorámica impresionante de la cordillera con el imponente Lanín blanco y despejado. Allí se ubica la oficina de parques donde nos registramos y pagamos el ingreso. 30 kilómetros más adentro llegamos a un cámping donde estuvimos dos noches; era muy temprano en la temporada así que pillamos poco organizado el lugar. En este parque existen varias zonas organizadas para acampar, por lo que el “wild camping” no está permitido.

Argentina Lanín Bikepacking
Lago Huechulaufquen y Volcán Lanín. Neuquén, Argentina.

Al día siguiente hicimos nuestra primera caminata. En el equipaje cargamos zapatos ligeros de suela delgada llamados “barefoot”, que se supone proporcionan la orma de un pie descalzo. No sabemos si el efecto de alternar bicicleta con caminata exacerba el dolor de los músculos, pero terminamos muy cansados; quizás el itinerario de 16 kilómetros fue demasiado para debutar en el senderismo.

Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking

En esta zona de Argentina existe una red de senderos y rutas para caminar de aproximadamente 600 kilómetros que están señalizadas por placas y marcas con la bandera argentina. Este proyecto, llamado Huella Andina fue una iniciativa de Estefanía Chereguini y Walter Oszust en el año 2008; luego el Ministerio de Turismo se hizo “cargo” del proyecto y lo abandonó en 2017. Hoy en día los senderos y la señalización corresponden a entusiastas del senderismo y habitantes de la zona.

Huella Andina Argentina
Huella
Huella Andina Argentina
Andina

Para el regreso a San Martín, teníamos cierta prisa de ir a recoger un porta equipajes que nuestro amigo Federico Cabrera nos había enviado desde Buenos Aires por encomienda. Era día sábado y debíamos llegar temprano, si no lo lograbamos tendríamos que esperar hasta el Lunes. Producto del afán decidimos tomar la Ruta 40, asfaltada y concurrida. A los pocos kilómetros nos dimos cuenta que la jornada sería tediosa, pues los vehículos pasan a gran velocidad y la carretera no tiene un centímetro de espacio adicional. Esto nos obligó a acelerar el paso para reducir nuestro tiempo de exposición. Al final quedamos con los crespos hechos pues la oficina de la encomienda había cambiado de ubicación y cuando encontramos con el lugar, éste ya había cerrado.

Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking
Argentina Lanín Bikepacking

La tarde todavía era joven y esa en particular estuvo calurosa. Fuimos a respirar un poco de la vida turística del pueblo y almorzamos en los food trucks ubicados en el margen del Lago, acompañados de un par de cervezas lupuladas que son tan típicas de San Martín.

¡Gracias por leer!

Proximamente: El Patagonia Beer Trail

 

Diego Maradona Bikepacking

Mapa y GPX

LAS GOTERAS DE LA PATAGONIA

Operación Éxodo: COVID-19

Nunca imaginamos que tuviéramos que abandonar el viaje de una manera tan abrupta. Veníamos felices rodando por un mundo mágico de ríos y lagos, de rayos de sol y árboles humeantes; de naturaleza viviente. Y de repente, sin pensarlo, ni calcularlo, ni especularlo, estábamos en un avión de regreso a Colombia. Tan pronto retomamos contacto con la civilización, luego de varios días de soledad y aventura por la frontera entre Argentina y Chile, nos enteramos de que el mundo entraba en una crisis de proporciones bíblicas producto del inesperado brote de Coronavirus y entonces la instrucción de regresar a casa se hizo obligatoria. Apenas logramos asomarnos a la Patagonia, sentimos las primeras ráfagas de viento aún tenue, nos ha quedado una tarea pendiente, una espinita que esperamos subsanar pronto y sobre todo una gran motivación para cada instante del presente.

Estamos muy agradecidos con la vida y sus poderes por habernos dado esta bonita oportunidad; la hemos aprovechado, hemos crecido y estamos aún más enamorados de la América del Sur. Las bicicletas y sus jinetes estamos sanos y salvos en casa, gracias a todos los que nos acompañaron en este gran viaje de la vida.

Este es el último relato de la temporada Un Viaje al Fin del Mundo.

Habíamos cruzado nuevamente a la Argentina por del paso fronterizo de Huahum, el cual conecta a Chile con el corredor turístico de los siete lagos en el norte de la Patagonia por medio de una carretera destapada en muy buenas condiciones. En pleno pico de temporada el tráfico vehicular y sus velocidades son considerables. Cuando esto sucede, es muy probable que las ruedas de los carros despidan piedras con gran ímpetu y en dirección aleatoria, haciendo que el camino fuera largo y estresante para nosotros. Por ahí se oían golpes de piedrecillas sobre los 4130s. Cuando coronábamos las ultimas rampas de la primera etapa nos encontramos con un colega cicloviajero en apuros: tensor doblado, cadena atascada y un radio roto, pero dado que en este gremio nos caracterizamos por el espíritu de cooperación, desplegamos nuestro arsenal de herramientas y los Mario y Jose Pacheco se pusieron en el trabajo. Vestido con la camiseta de “La Roja” Gonzalo Bolados se convertiría a la postre en otro gran amigo de la banda. Gonzalo es un tipo calmado y sencillo, odontólogo de profesión, pero surfista de corazón, vive en la región de Antofagasta al norte de Chile donde a través de su fundación Protección Oceánica trabaja y lucha por el cuidado de los mares. Logramos reparar su máquina y dejarle un par de cambios funcionado para poder llegar juntos a San Martín de los Andes. Seguro nos volveremos a ver con el viejo Gonza.

Aunque acumulábamos mucho cansancio en las piernas, pactamos estirar nuestra resistencia 300 kilómetros más para llegar a Bariloche y allí buscar algún hostal “barato” donde pudiéramos descansar un par de días de manera más efectiva.

Esos tres días de asfalto por la Ruta 40 fueron tranquilos. La carretera no presentaba grandes desniveles y los inmensos lagos que rodeábamos nos invitaban a parar y descansar mientras sacábamos fotos con nuestra memoria. En estos paralelos de Sudamérica la cultura de viaje y de vida al aire libre por parte de los locales es muy grande y existen muchas facilidades: lugares de campamento, baños, estacionamientos, tiendas.

Pasamos cuatro días en Bariloche. El tiempo nos mantuvo ocupados, además de descansar y cambiar repuestos de bicicletas, no escatimamos en caracterizar las incontables cervecerías artesanales que se encuentran dispersas por el centro de la ciudad. Tuvimos el placer de conocer a otro de los secos del Bikepacking de larga distancia: Tristan Ridley, un caballero inglés que lleva más de 60 sellos en su pasaporte y 3 años en la carretera y que se ha ocupado por mantener el estilo de aventura y exploración durante su viaje. Tristan había pasado harto tiempo en la Patagonia y nos sugirió rutas y destinos, estuvimos varias horas mirando mapas y degustando la oferta de ales del patio cervecero del Wesley. Nos comprometimos con Tristan a tenerle una ruta categórica para cuando llegue a Colombia, ¡vamos para esa!

Partimos de Bariloche pasado el mediodía, pedaleamos una etapa corta hasta el Lago Mascardi donde acampamos a la orilla de sus aguas. Al día siguiente la ruta regresaba nuevamente sobre el terreno destapado, a través de carreteras poco usadas y de senderos que componen la red de caminos llamada “Huella Andina”. Estos caminos han existido hace mucho tiempo y en 2008 varias instituciones locales empezaron su recuperación y señalización para generar acceso a esta experiencia natural, desafortunadamente el Gobierno retiro su apoyo. El grupo local Cycling Patagonia ha venido trabajando en la habilitación de partes del sendero para ser recorridos en bicicleta y gracias a ellos conseguimos el archivo GPX de la ruta. El trazado es de cinco estrellas, a veces es muy cerrado y la vegetación reclama su lugar, pero con calma y agrado se puede transitar y abrir el camino. Así mismo hay incontables secciones pedaleables por el bosque que nunca vas a olvidar, en especial el descenso hacia el Lago Steffen sobre el cual acuatizamos a sus bondades. Esa noche llegamos al Camping Kaleuche a orillas del Río Manso con algunos panes, frutas y vinos frescos. Mientras la tarde despuntaba en un cielo inmenso de muchos azules, nos dábamos un baño en el Rio Manso, cálido y benefactor, festejando otro gran epilogo de los días del Monteadentro.

PatanorS (4)

Nuestra llegada al Bolsón distó años luz de cómo nos la habíamos imaginado, en especial para Sergio y Jose Pacheco quienes eran los que más querían atracar en esta villa. Ese día el grupo se había dividido y Mario y Sergio rodaban unas horas atrás de los otros tres. El último tramo de la etapa conectaba un resort de ski abandonado con una carretera de tierra, a través de un bosque con caminos estrechos, ramas, raíces y pedazos técnicos. Un tronco sobre el camino dinamitó el equilibrio de Sergio quien cayó al piso y fue herido por una rama traicionera a la altura de la cadera. La sangre y su color teñían con angustia un escenario ya complicado. Sergio empezó a sentir un dolor muy fuerte y el afán por comprimir la herida con trapos y ropas le impedían lidiar con la bicicleta, así que escondieron el equipaje en el bosque para escapar caminando. Mario tomo la avanzada en aras de buscar ayuda, encontró a un trabajador de la zona quien aviso por radio a una finca cercana sobre la novedad. Cuando Sergio y Mario llegaron a la finca, un par de horas después, un enfermero estaba allí para prestar un primer auxilio y a los pocos minutos llego una ambulancia que a la postre llevaría a Sergio al hospital del Bolsón a eso de las 8 de la noche.

Esta situación nos conmovió mucho, nos dolió y nos dio tristeza ver a Sergio en esas. Estando en el Bolsón a finales del verano, después de lo que ha pasado este último tiempo no quieres estar pasando las noches en un cuarto de hospital. Por el lado positivo, despertamos un sentimiento de solidaridad y fuimos llamados a la reflexión por parte del destino, aún benevolente. Por unos 4 o 5 días estuvimos en el Bolsón, visitando a Sergio, llevándole chocolates y panecillos, acompañando con conversa sus monótonas horas de reposo y recuperación.

El Hospital del Bolsón acogió a Sergio con todos los cuidados y afectos posibles. La atención, la alimentación, el cuidado y los cuatro puntos de sutura fueron de primera excelencia y no consto ni un peso. “La salud es gratis en la Argentina gracias a Perón!, que no se te olvide eso ché…” nos recalcó Santiago, una amistad pasajera, cuando le contábamos de nuestra situación en una noche de cervezas en el hostal-bar donde nos habíamos guarecido a un par de cuadras del Hospital. Sergio quedo instalado en un hospedaje cómodo y hogareño, con su equipo ordenado y medicamentos completos. Acordamos que nos encontraríamos más adelante donde el pudiera llegar en bus, y que estaríamos en contacto para ver como evolucionaba su recuperación y así ajustar la estrategia de reencuentro.

Establecimos un nuevo record mundial de la pernicia, al largar la etapa 117 pasadas las cinco de la tarde, con una buena dosis de Quilmes en la guantera para festejar el onomástico de Diego Supelano, faltaba más. Esa noche carpamos cerca del Lago Epuyén y ofrecimos un banquete de hamburguesas. Al otro día partimos en dirección al Parque Los Alerces. Lo más conveniente para nosotros era refugiarnos en el parque por unos 3 o 4 días, con calma, haciendo tiempo mientras Sergio se recuperaba, aprovechando el descanso de los lugares de camping, los lagos, las montañas, los ríos. El Parque Nacional Los Alerces es patrimonio de la humanidad debido a su inmensa riqueza y esplendor natural, y dado que arribamos formalmente fuera de temporada, principios de abril, no tuvimos que hacer ningún pago de ingreso.

A eso del cuarto día continuamos nuestro camino hacia el pueblo de Trevelin, tanta modorra en el parque nos estaba mal acostumbrando. Al llegar a Trevelin paramos en un pequeño restaurante con wifi y encontramos una bonita sorpresa: Hana y Mark estaban a un par de kilómetros del pueblo y nos juntamos nuevamente. Nuestras líneas de deseo coincidían por los próximos cientos de kilómetros. Ambos equipos seguíamos un camino remoto e interesante que ha venido ganando popularidad en el gremio y que consiste en pasar a Chile por el paso de Las Pampas y conectar los poblados de Lago Verde y la Tapera a través de La Ruta de los Troperos. Así las cosas, partimos en compañía hacia el sur.

PatanorS (15)

De a pocos el viento se empezaba a sentir más frio e intenso, parar a comer o a sacar una foto implicaba ponerse algún abrigo y los paisajes se hacían más extensos y solitarios. Pasamos por el Lago Palena o Vinitter, cada país le tiene su nombre, y acampamos en una bonita pradera junto al espejo de agua. Regresamos nuevamente a Chile a través del épico paso de Las Pampas, un control donde no se realizan muchos trámites pues es posible cruzar solamente caminando, a caballo, o en bicicleta, hay varios ríos y la carretera es estrecha y pedregosa. Cruzar la frontera implicó literalmente, abrir un portón de madera y cambiar de feudo.

En Chile llegamos al pequeño pueblo de Lago Verde, allí los trámites migratorios fueron algo más estrictos y los carabineros nos abordaron con un formato en el cual declarábamos no haber sufrido síntomas de fiebre o malestar, pues se temía el brote infeccioso de una tal enfermedad llamada Coronavirus. No prestamos mucha atención pues el día había estado lluvioso y queríamos armar las carpas, cambiarnos de ropa y comer algo caliente. Esa noche acampamos a orillas del Lago Verde entre una atmósfera muy húmeda y pacífica.

Las dos etapas siguientes hasta La Tapera fueron supremas. Este camino ha sido usado desde hace mucho tiempo por indígenas y lugareños para transportar sus animales, y dada la existencia de la Carretera Austral a unos pocos kilómetros al occidente, este trazado no recibe obras de mantenimiento ni atención. Esto supone un lugar solitario, lleno de aventura, humedad y vegetación, las pendientes son exigentes y sobre un terreno difícil. Encontramos varias secciones en descenso sobre tierra húmeda y con curvas en peralte, es imposible describir la energía que se siente al ir bajando a gran velocidad por estos caminos en una bicicleta en la que toda tu vida va empacada en unas maletas.

PatanorS (6)

Un último cruce de rio no separaba de La Tapera. Los planes de Hana y Mark apuntaban a desviarse un poco al norte para visitar el Parque Nacional Pumalín, mientras que nosotros seguiríamos hacia el sur tomando la Carretera Austral, así que ofrecimos una velada de despedida con buenas cantidades de vino y cerveza. Esa noche prendimos una tenue fogata, hablamos de temas más profundos e íntimos de nuestras vidas. En siete mil kilómetros de viaje nos habíamos juntado tres veces para rodar, una bonita amistad entre “El estado del arte” y los “Cinco hermanos colombianos” se había forjado. La relación que desenvolvimos con Hana y Mark significa mucho para nosotros, es una señal muy grande del destino, es una circunstancia que nos da una motivación muy grande para seguir creciendo en esto del ciclismo de aventura.

Si a la mañana siguiente alguien nos hubiera dicho que esa sería nuestra última etapa lo habríamos tildado de loco orate demente. Salimos a la Carretera Austral hasta el pequeño pueblito de Villa Amengual, entramos a un supermercado a comprar algo de comida y la señora que atendía en el mostrador se exalto con nuestra presencia, otros clientes que estaban en el local se alejaron y se taparon la cara. Algo raro sucedía. Al rato conseguimos conexión a internet y mientras comíamos un pequeño emparedado con gaseosa, nos empezábamos a enterar que el mundo se estaba desbaratando y que una enfermedad llamada Coronavirus 19 ponía en jaque mate a toda la humanidad. En las 3 horas que estuvimos pegados a la red comunicándonos con amigos y familiares para comprender mejor la situación, Argentina cerro sus Parques Nacionales y la frontera por la que deberíamos pasar en un par de semanas. Colombia anuncio que sus aeropuertos serían clausurados en 3 días.

De manera acertada Jose Román visualizo que se venía una coyuntura nunca vista por nosotros y que debíamos poner todo nuestro empeño en regresar a casa lo más rápido posible y se hecho al hombro la “operación éxodo”. Siendo las 11 de la noche contratamos una camioneta que nos llevó hasta la ciudad de Coyhaique a dos horas de camino. Nos despedimos de Mark y Hana con un fuerte y melancólico abrazo, 24 horas antes fantaseábamos con llegar al Tierra del Fuego en un par de meses y ahora nos estamos diciendo hasta luego. Al llegar a Coyahique fuimos rechazados en varios hospedajes pues se habían reportado dos casos del virus en la ciudad y el enemigo principal era el turista. A eso de las 3 de la mañana conseguimos acomodo e inmediatamente empezamos el proceso de compra de pasajes aéreos, apenas tuvimos un día para conseguir cajas para las bicicletas y empacar. Para entonces Sergio aún no se había reunido con nosotros de vuelta, venia un poco más al norte a ritmo lento dándole tiempo a su humanidad de cicatrizar su herida. Pudimos comunicarnos y reencontrarnos en Coyhaique, un saludo agridulce pues daba alegría verlo sano y salvo, pero bajo una circunstancia diferente. Todos teníamos una especie de corto circuito en la cabeza, nuestro espíritu no lograba entender lo que estaba pasando.

A la mañana siguiente un microbús nos llevó al aeropuerto Balmaceda donde muchos turistas se enfrentaban a la misma situación que nosotros. En el aeropuerto de Santiago gastamos nuestros últimos pesos en un buen almuerzo con cervezas y cruzábamos los dedos pues veíamos cómo en las pantallas el letrero de “cancelado” aparecía en más y más vuelos. Abordamos el avión de Lan de regreso a Bogotá y en la misma aeronave venia el equipo de ciclismo Inder Medellín quienes días anteriores habían conquistado el Gran Premio de la Patagonia con el escarabajo Jose Tito Hernández. En la comitiva se encontraba Fabio Duarte, campeón vigente de la Vuelta a Colombia y excampeón mundial sub 23, y Oscar Sevilla “el niño”, figura del pedalismo mundial. De manera pueril y tratando de librar el estrés y la frustración de la situación, nos mofábamos diciendo que en ese avión viajaba la crema y nata del ciclismo colombiano.

Casi tres meses después de aterrizar escribimos este último párrafo de las vivencias del proyecto Rodando Los Andes: Un viaje al fin del mundo, el cual voló por 7.319 km a orillas de la Cordillera de los Andes. Al ver la crisis que se desencadeno en todo el planeta no podemos sentirnos más que afortunados de haber conseguido llegar a casa sanos y salvos, pero fue muy duro escapar de esta manera, cuesta trabajo entender que esta es la realidad. Aunque quedó un saldo de 3.000 km y no pudimos hollar los 55 grados de latitud sur donde habíamos establecido nuestro “fin del mundo”, consideramos que cumplimos con los objetivos pactados. Mantuvimos el estilo de la aventura, superamos las dificultades más grandes del camino y dejamos la bandera por lo alto. Crecimos como seres humanos, somos personas diferentes, hemos cumplido un sueño, y atesoraremos esta personal para siempre. Pero sobre todo nos hemos vueltos adictos a los viajes en bicicleta.

Volveremos!