Argentina. La Cuesta de Zapata – Londres – Belén – Cafayate – Cachi – La Poma – Abra del Acay.
la otra mitad de la gloria
Habíamos completado la primera sección de la Vuelta del Diablo. Los recuerdos del Volcán Peinado y los paisajes de la Gran Puna Argentina seguían volviendo a nuestra mente a cada instante; pero era momento de regresar a San Antonio de los Cobres. Luego de unos días de descanso en Fiambalá, salimos hacia Tinogasta para remontar la Cuesta de Zapata y conectar con la emblemática Ruta 40 hacia el norte, remontando el mítico Abra del Acay en bicicleta.
La Cuesta de Zapata forma parte de la historia de uno de los imperios más aguerridos: el Inca. Este camino conectaba los fértiles valles de Hualfín y Abaucán, donde se erigieron los centros ceremoniales de Shinkal y Watungasta. La envergadura de este camino era tal que, en 1936, la Dirección de Vialidad de Argentina lo adecuó para el tránsito vehicular, siendo parte del trazado de la Ruta 40 hasta 1970. Sin embargo, muchas personas perdieron la vida en sus profundos abismos, por lo que en 2012 fue clausurado. Aunque hoy hay un letrero que indica el cierre de la vía, ciclistas y motociclistas aún mantienen vivo el espíritu de aventura del lugar.
Habíamos planeado acampar al otro lado de la Cuesta, pero la ruta que conecta la vía principal con el pie de puerto nos tomó más tiempo del esperado. Cuando el sol empezó a ocultarse, aún nos faltaban unos 2 kilómetros para coronar el alto y la carretera se volvía cada vez más peligrosa, especialmente para avanzar en la oscuridad. No encontrábamos un lugar donde poner la carpa; a la derecha había una ladera empinada y a la izquierda un solo precipicio. Afortunadamente, en un golpe de suerte, Jose encontró un pequeño espacio plano al borde de la carretera donde apenas cabía la carpa. Esa noche dormimos tranquilos, pues sabíamos que por ahí no podría pasar ningún carro.
Al día siguiente terminamos de remontar la Cuesta y descendimos a toda velocidad hacia Londres. En el trayecto, nos encontramos con maquinaria; están trabajando para ampliar la vía y al parecer quieren construir un túnel, pues hay una sección del Camino Inca que no puede ser alterado. Aunque las obras cerca de Londres avanzan de manera notable, tuvimos la suerte de cruzar la Cuesta mientras aún conserva su espíritu histórico.
Al otro lado de la montaña nos encontramos de nuevo con un paisaje verde, frutas frescas y un clima cálido. Al final de la tarde llegamos a Belén y paramos en un taller para realizar un mantenimiento rápido a las bicicletas. Allí nos sugirieron acampar en el hipódromo municipal, un lugar gratuito y seguro. Además, justo al lado, encontramos las famosas tortillas a la parrilla; desde ese día fueron parte de nuestro menú diario.
la ruta 40
Desde Belén tomamos la Ruta 40, que en este tramo está pavimentada. Pasamos por Hualfín dónde conocimos a Héctor Manzán, oriundo de Entre Ríos Argentina con quién compartimos los días siguientes en nuestro camino al Norte. En Cafayate, aprovechamos el día de descanso para disfrutar de un asado preparado por Héctor y aprender de la maestría argentina en este arte culinario; por supuesto que acompañamos la parrilla con los famosos vinos de altura de los Valles Calchaquíes.
Después de Cafayate, volvimos a los terrenos que nos gustan: los caminos destapados. Cruzamos la famosa Quebrada de las Flechas para llegar a Angastaco y tomamos la antigua Ruta 40 para conectar con Seclantás. Esta región es muy turística, por lo que la oferta de hospedaje y campings municipales es abundante. El calor de esos días nos obligaba a detenernos en cada pueblo para refrescarnos con una cerveza. Sin embargo, el cambio de temperaturas, el esfuerzo acumulado y una extraña pero leve alergia pasaron factura a Jose, quien terminó en cama; tuvimos que hacer una pausa de unos días en Seclantás antes de seguir adelante
Una vez en Cachi, exploramos sus calles, apreciando la belleza de uno de los 18 Pueblos Auténticos de la Argentina y el único de la provincia de Salta; estos lugares se destacan por conservar elementos de su patrimonio material e inmaterial, como la arquitectura, las tradiciones, los paisajes y la gastronomía. Desde este punto la Ruta 40 se hace más solitaria y agreste. A partir de ahí empezaba el verdadero reto de esta sección del circuito: remontar el Abra del Nevado Acay, el punto más alto de la Ruta 40.
el abra del acay en bicicleta
El trayecto hacia La Poma fue solitario, la vasta Puna se vislumbraba a lo lejos, y la altitud comenzaba a hacer sentir su impacto en el cuerpo. Jose aún no se había recuperado y en la noche los síntomas de malestar empeoraron; para ese momento el cuadro era el de una infección respiratoria leve. Así que antes de superar los 3.000 metros de altura de La Poma decidimos esperar unos días. Aunque siempre llevamos antibióticos en el botiquín, no contábamos con la cantidad suficiente para un tratamiento completo. En Argentina, el acceso a la salud es gratuito, incluso para los extranjeros. Así que aprovechamos para ser atendidos en el puesto de salud de la Poma y recargarnos con amoxicilina y otros medicamentos complementarios. La cita duró más de una hora; pero no por la exhaustividad del exámen, sino porque la conversación sobre los viajes y lugares por visitar en la región se hizo grata entre médico y paciente.
Un par de días después continuamos el ascenso y llegamos a la Casa de Flavia a 4.000 msnm, un punto muy popular entre los ciclistas para aclimatar y pasar la noche antes de cruzar el Abra. Flavia, junto con sus dos hijos, nos recibió con amabilidad y nos ofreció agua caliente para un mate. Esa noche hizo mucho frío y el sol de la mañana tardó mucho en asomarse pues estábamos rodeados de inmensos montañones, así que salimos más tarde de lo debido para una etapa de este perfil: el trayecto al Abra era de sólo 15 kilómetros, pero con un desnivel positivo de un poco más de 1.000 metros.
En el camino encontramos varios hundimientos de banca, secciones cortadas por el río y algunos tramos con mucha roca suelta; totalmente pedaleable en bicicleta de montaña, pero imposible para un vehículo y piloto que no sean de 4×4. Los últimos metros hasta el alto fueron muy emocionantes. El Abra del Acay, “nido del viento blanco”, es un puertazo cuya fama y renombre son muy merecidos. Íbamos celebrando y sonriendo, pues todo lo que habíamos planeado nos había salido finalmente bien. De repente, nos azotó un ventarrón que no habíamos sentido ni en la Patagonia. Con las pocas fuerzas que nos quedaban, empujamos las bicicletas hasta la cima, tomamos un par de fotografías y un fugaz sorbo de whisky que nos convidaron unos motociclistas que habían subido por la otra cara.
Recomendamos leer el relato de Gonzalo Zamorano sobre el Abra del Acay para mayor información de la ruta.
Aunque ya estábamos del otro lado, aún teníamos 40 kilómetros hasta San Antonio de los Cobres. El viento era tan fuerte que en los primeros kilómetros del empinado descenso, tuvimos que pedalear con esfuerzo para avanzar. La noche nos sorprendió en la carretera; el frío se hizo más intenso y las ráfagas de viento en contra y de costado se volvieron cada vez más implacables. Poco a poco, las luces de San Antonio comenzaron a aparecer en el horizonte, señalando que estábamos cerca de nuestro destino. Finalmente, llegamos al Hospedaje Pachamama, donde sus dueños Claudia y Omar nos recibieron con una calidez especial, habían estado siguiendo nuestro viaje desde que partimos un mes atrás; nos contaron que justo ese día había una alerta naranja por los fuertes vientos en la zona, vaya que sí.
La Vuelta del Diablo concluyó con un total de 1.447 kilómetros recorridos y 13.375 metros de desnivel positivo acumulado. Habíamos atravesado salares y arenales, habíamos estado a los pies del majestuoso Volcán Peinado, explorado vestigios del antiguo Camino del Inca y remontado el punto más alto de la Ruta 40. Y ahí estábamos de nuevo los dos, compartiendo nuestra alegría y sueños con las personas especiales que la vida y este viaje nos habían puesto en el camino. La Vuelta del Diablo sería sólo el comienzo de nuevas aventuras.