La Puna en Bicicleta

La puna: la tundra de los andes.

San Antonio de los Cobres es una pequeña ciudad enclavada a 3.800 metros de altura en las montañas de la Puna, Provincia Salta, noroeste de Argentina. Su nombre es epónimo de San Antonio de Padua, patrono de los arrieros y las mulas, y también hace referencia a los yacimientos de cobre que se encuentran a su alrededor de donde existen registros de actividad extractiva desde épocas prehispánicas. Allí encontramos asilo en el Hospedaje Pachamama donde además de descansar cómodamente y planear la ruta de los próximos días, pudimos refugiarnos del temporal de lluvia que cubrió el cielo durante una semana entera. Al menos a 3.800 metros de altura, el descanso y el ocio se disfrazan con un sólido trabajo de aclimatación.

Ya habíamos venido a San Antonio cuatro años atrás cuando hicimos la Ruta de los Seismiles Norte. Así que volver a ese mismo paraje nos causó esos chispazos de emoción que se sienten al reconocer lugares y rincones que nos transportan a otro momento de la vida; el cual también estaba lleno de inquietud y emoción por recorrer la Puna en bicicleta.

La Puna en Bicicleta
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Esta vez queríamos volver a la parte alta de la Puna pero a través de un camino diferente a la Ruta de los Seismiles. Por un lado había un deseo de conocer lugares nuevos y por otro, reportes recientes de viajeros advertían de cambios importantes en la zona relacionados con el resurgimiento de la minería y el mayor tráfico de vehículos y personas que eso implica. Así las cosas dibujamos otra ruta más “clásica” que desde Tolar Grande tomaba rumbo al sur por  el Cono de Arita, luego toda margen del Salar de Antofalla hasta el campo de piedra pómez y de ahí bajaba al caserío de Las Papas para llegar finalmente a Fiambalá.

La Puna en Bicicleta
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rumbo a la cordillera

Por segunda vez en la vida, partimos de San Antonio hacia la cordillera. Salimos con provisiones para siete días previendo repostaje en Antofagasta de la Sierra. Las sensaciones de ansiedad y emoción por adentrarnos hacia uno de los lugares más mágicos e inhóspitos de Los Andes eran, antes que cualquier cosa, un privilegio.

 

La primera sección de la ruta consistió en llegar a Tolar Grande en tres días de pedal, casi todo en ascenso. En el camino remontamos el Abra Chorrillos que corona cerca de los 4.600 metros de altura; durante esta escalada nos impactó ver inmensos tractocamiones cargados con 40 toneladas de combustible rodando por esas carreteras tan angostas, sinuosas y escarpadas. En detrimento de los paradigmas de transporte sostenible, allí los camiones tienen la prioridad.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Pocitos fue el primer salar que encontramos y lo cruzamos por el extremo norte donde es más estrecho. Al otro lado de la mancha blanquecina el paisaje se transformó en un macizo de colinas de tierra roja llamado El Desierto del Diablo. Rodamos lento por los caminos laberínticos de polvo tratando de hacer más larga esa hermosa experiencia y de absorber la energía de ese paisaje carmesí.

Bikepacking La Puna
La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna
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La Puna en Bicicleta
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Después de remontar las últimas montañas del Desierto del Diablo nos encontramos con un emocionante descenso hacia Tolar Grande. La sensación que tuvimos bajando fue grandiosa; en el paisaje se dibujó el inmenso Salar de Arizaro y detrás, el último espolón de la Cordillera atestado de picos que superan los seis mil metros de altura; si queríamos una imagen emblemática de Los Andes, era esa. Ahora sí estábamos en la verdadera Puna. En Tolar encontramos posada en el albergue municipal; un lugar cálido y cómodo para descansar.

 

La Puna en Bicicleta

Atravesamos el Salar de Arizaro, el más grande de Argentina, hasta el Cono de Arita; una pirámide natural de arena de 200 metros de altura que se levanta en medio de una planicie salitrosa. A pocos pasos de allí hay un campamento de la Minera Mansfield donde fuimos bienvenidos, convidados a cenar y tratados con suma amabilidad. Pasamos la noche en el contenedor que funge como comedor para los conductores de camión, y por supuesto, pasamos largas horas conversando con ellos. Fue muy especial sentir de su parte el deseo nato de viajar y una auténtica pasión por la ruta. Nos contaron de innumerables aventuras con carreteras congeladas, averías mecánicas, noches eternas, caminos difíciles; aventureros más que conductores.

Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna

Esa zona de la cordillera es conocida como “El triángulo del litio” (norte de Chile y Argentina, y sur de Bolivia) pues debajo de las ocres montañas e inmensos salares se esconden las reservas de litio más grandes del mundo. Por lo tanto la zona está cundida de campamentos mineros. Este es un tema controversial y no tenemos argumentos suficientes para sentar una posición. En nuestro caso, y como pasa con la mayoría de viajeros, los mineros son aliados del camino; es muy frecuente que detengan sus vehículos a preguntar si todo está bien o si necesitamos algo y casi siempre ofrecen agua y alimento con generosidad. Así mismo hay piezas del equipo sin las cuales sería imposible intentar este tipo de viajes; GPS, teléfono celular, baterías, linterna, panel solar, entre otras están fabricadas principalmente de litio. “Un mal necesario” como para dejar la discusión hasta aquí.

La Puna en Bicicleta

Al día siguiente continuamos nuestro camino hacia el Salar de Antofalla. Remontamos un pequeño cordón montañoso el cual tenía bastante vegetación verde y florida, algo atípico en esa zona. A los pocos metros de haber iniciado el descenso apareció un paisaje de otro planeta; un valle púrpura con pequeños montículos de tierra amarilla y gris y al fondo una pared gigante que se hacía aún más roja con las últimas luces de la tarde. Después de bajar un camino en zigzag bastante empinado llegamos a la Vega de Antofallita donde viven dos reducidas familias quienes nos permitieron armar nuestra carpa en sus predios. Vega es como se denomina a los parajes donde hay fuentes naturales de agua dulce en la Puna, son fáciles de identificar pues es el único lugar donde brota el verde de los pastizales y casi siempre hay arboledas de álamos, es común que haya algún asentamiento humano, o sus vestigios.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Antofalla es un pequeño poblado que se encuentra pocos kilómetros más adelante, justo debajo del Volcán y frente al Salar que llevan el mismo nombre. La carretera, al igual que la de los días anteriores, estaba en muy buen estado, contrario a lo que otros viajeros reportaron en años pasados. En el camino visitamos unos pozos de agua en mitad del salar que generan reflejos, colores y texturas muy interesantes, ese lugar es conocido como Laguna Verde. En ese cuerpo de agua viven microorganismos que soportan temperaturas extremas, altas concentraciones de sal y radiación ultravioleta; esas criaturas se registran dentro de las más antiguas de la tierra. Llegamos temprano a Antofalla ganando algunas horas para el descanso y para preparar el asalto a la parte alta de la montaña. Antofalla significa “pueblo donde muere el sol” en la lengua nativa Kunza.

 

La Puna en Bicicleta
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Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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Cambio de planes

Unos días atrás, cuando salimos de San Antonio, parecía que los planes de viaje estaban claros. Pero al llegar a Tolar Grande los deseos de volver hacia las campiñas del Volcán Peinado empezaron a hacerse más fuertes; ese es quizás el lugar más asombroso e impresionante que hemos visto y estando tan cerca era imposible tolerar la idea de no ir. Durante el viaje anterior a La Puna, en una de las charlas con los hijos de Doña Inés Vasquez; la legendaria mujer que habita de manera permanente en la alta Puna, nos comentaron de un camino invisible en los mapas que subía desde Antofagasta de la Sierra hasta conectar con la ruta al Peinado. Por fortuna nuestra amiga Hana Black, con quién compartimos la Ruta de los Seismiles aquel diciembre del 2019, había anotado el teléfono de Vilo Vásquez y pudimos hacer contacto con él. De inmediato Vilo respondió con un tono de amabilidad y colaboración y por supuesto se acordaba de la grupeta colombiana; en efecto nos dio las indicaciones del camino  y nos propuso una mejor estrategia. Nos dijo que ir hasta Antofagasta de la Sierra nos desviaba mucho, que una pariente suya vivía en Antofalla y era la dueña de un kiosco y que podríamos encargarle que nos consiguiera comida. A través de Vilo contactamos a Honoria y le encargamos una nueva dosis de avena, fideos, galletas, maní y manzanas. Ni en el mejor de los escenarios era posible imaginar una gambeta logística de tanto nivel.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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Apenas llegamos a Antofalla buscamos a Honoria, y aunque no estaba en el pueblo, había dejado razón de nosotros con su sobrina Lorena. Ella, con una frescura insospechada nos acomodo en un refugio con luz y colchón, puso a la orden el baño y cocina de su casa y se despidió con una sonrisa y las respectivas disculpas de quien tiene que continuar con sus labores. Estábamos atónitos con tantos golpes de suerte y sobre todo, con la buena energía de las personas. Tentamos al destino una vez más y fuimos a buscar una cerveza, la encontramos y para colmo de males estaba helada.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Partimos de Antofalla recargados de provisiones para siete días de viaje y con una gran ilusión en la mirada. Llegamos hasta el punto conocido como la Vega de las Quinoas donde vive una familia desde hace muchísimos años y ahora también hay un campamento minero de exploración. Allí terminaba la carretera y empezaban las indicaciones de Vilo. Seguimos por una huella junto a la montaña hasta el paraje de Loro Huasi donde pasamos la noche junto a las ruinas de lo que otrora fue una estancia muy prestante.

Bikepacking La Puna de Atacama
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A la mañana siguiente continuamos bordeando unas paredes de roca roja, siguiendo una tímida huella que por momentos emergía entre la sal y la tierra. Al cabo de unos 12 kilómetros conectamos con la carretera y trepamos durante varias horas hasta llegar a la casa de Doña Inés, ya hacia el final de la tarde. No hay palabras para expresar la emoción que sentimos ese día al reconocer a Doña Inés sentada frente a su casa de piedra tejiendo unos guantecitos para su nieto, así tal cual como la vimos cuatro años atrás la última vez que volteamos nuestras cabezas para decir adiós. Doña Inés nos recibió con amabilidad y compartimos con ella un té con galletas en la intimidad de la cocina. Por ahí daba vueltas un gatito travieso recién nacido a quien Doña Inés bautizo “Paipa”, que es el nombre del pequeño y cálido municipio donde vivimos en Colombia; quizás porque el nombre le sonó divertido pero también porque percibió en nuestra voz emoción y nostalgia cuando hablamos de ese pueblito al que añoramos volver cuando esté viaje termine. Desde ese punto, la Vega de Brea, hacia el sur seguiríamos la línea de la Ruta de los Seismiles; uno de los itinerarios más épicos de este deporte.

Bikepacking La Puna de Atacama
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La ruta de los seismiles

Pocas veces la realidad supera a la imaginación y los días siguientes fueron una muestra contundente de ello. A los pocos kilómetros de salir de La Brea nos encontramos con unas dunas gigantes por las cuales nos descolgamos a toda velocidad trazando líneas sobre un manto infinito de arena. Quizás la sensación más parecida a ser pilotos de rally. Conectamos nuevamente con el Salar de Antofalla y progresamos por la margen izquierda donde el terreno se encuentra en su estado natural, es decir rudimentario y difícil; tanto así que en el gremio de los ciclistas están sección se conoce como el “Boulevard del broken culo” pues pasar por ahí causa un desgaste significativo en el cuerpo.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Al final de la tarde, la luz amarilla y cálida añadió brillo y color a los tonos de la carretera arenosa que se abría paso entre un campo de lava de rocas punzantes y ocres. La atmósfera olía a azufre y la sensación de ir rodando por otro planeta se hacía cada vez más intensa. El viento nocturno se fue a dormir temprano y nuestro sueño fue plácido hasta que apareció en escena un ratón simpático y regordete que se ensañó con nuestras botellas de agua; el sonido de sus dientes filosos raspando el plástico nos impidió pegar el ojo y por más que salimos a ahuyentarlo, el bendito regresaba al poco tiempo y continuaba con su pilatuna. ¿Seremos tan malos cocineros que el ratón prefirió hurgar entre los polímeros de las botellas que asaltar nuestros suculentos fideos con quinoa?

Bikepacking La Puna de Atacama
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La etapa del día siguiente ocupará por siempre un lugar de privilegio en nuestros recuerdos ciclísticos y terrenales. Una ópera prima de la cual podemos recordar metro a metro las experiencias vividas. Para empezar tuvimos que desviarnos 2 kilómetros del camino para ir a recargar agua a una veta natural conocida como la “Vega de Agua Dulce”¿Como es posible que a la verja de un salar y de un volcán donde yacen campos de lava y aires azufrados, donde todo es seco y estéril, de repente aparezca una fina acequia con agua dulce y refrescante? “Las cosas de Dios” parece ser una explicación correcta y hasta objetiva.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Con 10 litros de agua en cada bicicleta, suficiente para los próximos tres días, remontamos una huella de baja pendiente que se irrigaba con arroyos calientes y salados. Más adelante nos internamos en uno de los pasajes más épicos de la Cordillera: el funnel; un corredor de 4 kilómetros de arena espesa que conducían a una hermosa laguna verde a los pies del Volcán Peinado. Almorzamos en un punto donde habia murallas de piedra y que cuatro años atrás habíamos usado como lugar de campamento, pero por esa misma experiencia sabíamos que debíamos  progresar hasta más arriba para que la etapa del día siguiente fuera más llevadera y menos riesgosa. Escalamos por una lengua de arena muy angosta donde empujamos la bicicleta casi todo el tiempo. Luego salimos a un barreal seco y plano con vistas impresionantes del Peinado el cual estaba decorado con una nube lenticular que parecía un sombrero. Acto seguido atravesamos el último campo de lava por una huella que resultó ser el arenal más movedizo de todos los que habíamos cruzado; las bicicletas se enterraban y se deslizaban con suma facilidad entre los cantos grises y sueltos del terreno. Fue mágico estar en ese lugar tan remoto y agreste en completa soledad, pero por eso mismo la sensación fue pacífica y solemne; el mundo entero para nosotros. Aveces pienso que el Peinado se divertía viéndonos cruzar como dos hormiguitas por sus faldas y campiñas de rocas magmáticas petrificadas en las que él mismo escondió un fino laberinto para que algunos mortales con deseos de aventura que se atrevieran a ir hasta allá adquirieran una nueva dimensión de la inmensidad y de la belleza

Bikepacking La Puna de Atacama
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La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna de Atacama
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La estrategia venía saliendo al pie de la letra y pudimos encarar el último paso de montaña con una buena ventana de tiempo. El esfuerzo de los días anteriores se decantó por completo esa mañana y las piernas simplemente no respondían; ni para pedalear, ni para caminar. Fue la primera vez que entendimos esa expresión ciclística de estar “vacío”; era desconsolante pero al mismo tiempo interesante experimentar una nueva condición del organismo. Desde el paso, a 4.999 metros de altura, nos descolgamos en franco descenso hacia la Laguna Purulla donde divisamos nuevamente tonos vivos y coloridos. En ese tramo varios ciclistas han rajado sus cubiertas así que optamos por ser muy precavidos y progresar con lentitud. Llegamos al campamento con el tiempo suficiente para extender los aislantes y estirar los músculos de las piernas, el cuerpo necesitaba de mantenimiento. Aunque ya habíamos salido de la parte más remota y de mayor exposición, aún quedaban 3 días de pedal hasta Fiambalá.

Bikepacking La Puna de Atacama
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La Puna en Bicicleta
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Al día siguiente surcamos la laguna llena de flamingos rosados y conectamos una carretera que se notaba que recién había recibido mantenimiento. Atravesamos por toda la mitad el cráter extinto del Volcán Cerro Blanco y luego por todo el campo de piedra pómez. Antes esta sección era una planicie interminable donde cada quien elegía su camino, ahora hay una carretera bien trabajada y esta prohibido abandonar el trazado; pues la frecuente visita de vehículos motorizados dejaban marcas permanentes que amenazaban la integridad de este paisaje

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
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El descenso hacia el caserío de Las Papas fue muy emocionante. Por una parte el pasaje había cambiado de manera drástica y el aire templado se sentía en la piel. Luego de transitar varios días por inmensos terrenos, ahora rodábamos por una fina línea al margen de un cañón bastante escarpado y delicado; otra de esas carreteras que no nos atreveríamos a hacer en vehículo. Durante esa bajada sentimos una felicidad bonita, una ligereza en el espíritu, una mezcla de sueños y promesas cumplidas, de suerte, benevolencia providencial y de estricta planeación y método. No cabe duda que viajar por la Puna es un hito sobresaliente en la hoja de servicios de todo ciclista de aventura y que salir sano, salvo y contento se allí supone una validación intrínseca de habilidades y condiciones para este deporte. Pero sobre todo es una situación que otorga una motivación enorme y al que le gustan estas correrías, le abre un nuevo universo de deseos y posibilidades.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
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Llegar a Las Papas tuvo un aire de melancolía, pues la sensación principal fue la de encontrar a un pueblo abandonado. Y no es de extrañar, pues este lugar es accesible por una carretera que es a la vez el cauce de un río; por eso cada vez que llegan las lluvias el pueblo queda incomunicado y durante el último verano estuvo así por más de 40 días seguidos. Los pobladores se hartaron y la administración tampoco puede ofrecer una solución, así que es casi natural que en Las Papas no haya perspectivas de arraigo.

La Puna en Bicicleta

Los pronósticos del clima rara vez fallan en estas latitudes y teníamos un solo día para salir de Las Papas antes de que entrara un frente de lluvia y de frío. Este era un riesgo que no podíamos ni queríamos correr. En efecto el cielo amaneció cubierto de nubes y con esa advertencia apuramos el paso. En el camino se cruza el río más de 70 veces; la complejidad es progresiva y los últimos pasos involucran profundidades a más de media rueda y por secciones largas. Al final de la tarde llegamos al poblado de Palo Blanco y compramos algunas provisiones para ir a una zona de camping unos metros más arriba del valle. El tendero auscultó nuestros planes con preguntas incautas y cuando estábamos empacando todo en la bicicletas salió de la tienda para decirnos que esa noche iba a caer la temperatura y nos iba a dar mucho frío, que podíamos pasar la noche en su casa, insistió en su oferta así que aceptamos. 

Pasamos la noche en la sala de la familia Ocampo tomando mates y hablando de Fútbol, repasando los triunfos de Racing “La Academia” y el historial de colombianos que habían militado en el equipo imperial: Juanfer Quintero, Alex Viveros, Gio Moreno, Roger Martinez, Teo, y por supuesto Gerardo Bedoya; artífice del campeonato en 2001. En efecto la temperatura se desplomó y al día siguiente amaneció el día envuelto en lloviznas hasta pasada la media mañana, por fortuna el tramo hasta Fiambalá era corto, plano y asfaltado.

La Puna en Bicicleta

Llegamos a Fiambalá, “tierra de vientos” en Diaguita, a mitad de un puente feriado y la ciudad respiraba una gran concurrencia de turistas, razón por la cual nos costó conseguir hospedaje. Descansamos un par de días y nos preparamos para completar la otra mitad de la “Vuelta del Diablo”; el camino hacia el norte de regreso hacia San Antonio de los Cobres a través de la legendaria Ruta 40.

¡Gracias por leer, nos vemos en la ruta!

Mapa y GPX

A este itinerario le hemos dado el nombre de la “Vuelta del diablo” y se compone de diferentes rutas y viajes documentados por otros viajeros. Sugerimos complementar esta lectura con la entrada principal de la ruta de los seismiles, la crónica de gonzalo zamorano, el realto de ryan wilson y las historias de Eileen Schwab y Andy Hovey.

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4 Comments

  1. Que espectaculo de relato y de experiencia. me dan ganas de conocer todos los sitios por los que estuvieron. La fotografia es impecable y hermosa. Son unos supermanes el haber recorrido todos los sitios por los que han pasado. Felicitaciones

  2. Que increible en todo el sentido de la palabra!!! Nunca visto tanta mezcla de paisajes y lugares más que épicos… Revueltos de imaginación o sueños, son unos afortunados y unos duros enfrentar experiencias tan locas pero mágicas. Que envidiaaaaa!!!!

  3. Que hermoso todo lo que hacen..

    • Gracias William, realmente lo disfrutamos y nos gusta compartirlo con la gente. Ojalá este blog motive más viajes en bicicleta por nuestra hermosa Cordillera de Los Andes. Saludos!


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