Mama Coca sur: La Cordillera Quimsa Cruz

Mama Coca Bolivia Cordillera Real

Bolivia: Oruro – Tablachaca – Cañon del Río La Paz – Nevado Illimani – Abra Pacuani.

el espolón de bolivia

Estuvimos dos semanas en Oruro realizando algunos trabajos remotos que nos aliviaron un poco las finanzas del viaje y que nos obligaron a entretener la cabeza con pensamientos diferentes por unos días. Pero es sabido que luego de un parón tan largo, retomar las jornadas de pedal duele en las piernas, más si en el plan de viaje se dibuja la imponente Cordillera Real de Los Andes.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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Dejamos las comodidades del hostal Backpackers Oruro y tomamos rumbo al norte por una carretera plana y asfaltada hasta el poblado de Caracollo. Pero antes necesitábamos recargar gasolina para la estufa, lo cual es una tarea difícil en las grandes ciudades. En Bolivia el combustible está subsidiado: es necesario presentar un documento de identidad boliviano y cada ciudadano tiene un cupo máximo de litros al mes. Paradójicamente en los pueblos es muy común encontrar venta de gasolina en tiendas y hasta restaurantes, pero se rumora que la rinden con agua y que puede ser de baja calidad. En nuestro caso, necesitamos de poco menos de un litro para 10 días de cocción, pero para muchos viajeros en moto o en campers este asunto es un verdadero dolor de cabeza. Aunque a veces pedimos el favor a algún vecino que esté llenando su carro para que incluya nuestro combustible dentro de su compra, esta vez encontramos una de las pocas estaciones de servicio de venta libre y sin subsidio donde llenamos nuestra botella.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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A la entrada de Caracollo había bloqueos en la carretera por parte de los transportistas quienes exigían la pavimentación de las vías aledañas. El tema de paros de transporte es pan de cada día en Bolivia. Pero, así mismo, no tienen problema con los ciclistas y luego de las preguntas rutinarias – “¿De donde están viniendo?, ¿A donde es el viaje?”- pudimos continuar sin problema.

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Al día siguiente tomamos un falso plano en terreno destapado hacia el poblado de Tablachaca donde oficialmente empieza Mamá Coca. Esta ruta fue documentada por nombres pesados en el mundo del ciclismo de aventura: el ecuatoriano Michael Dammer y sus hermanos, quienes además gozan de un gran prestigio en la escena del alpinismo, y Cass Gilbert, un reconocido viajero que exploró los lugares más remotos de América del Sur mucho antes de la popularidad y disponibilidad de los recursos actuales relacionados con el “bikepacking”. Por lo tanto sabíamos que la ruta auguraba una buena dosis de aventura. Desde hacía mucho tiempo soñábamos con intentar este itinerario, pero sabíamos que teníamos que juntar unos buenos pergaminos y galones para ir a por ella. Los detalles de esta ruta se encuentran en BIKEPACKING.COM.

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la cordillera quimsa cruz

Desde Tablachaca empezamos a trepar hacia la Cordillera Quimsa Cruz (Tres Cruces en Aymara) a través de caminos de mineras que explotan las altas montañas. Es una pena infinita estar rodando por encima de los 4.500 metros de altura y ver lagunas color esmeralda que ya se encuentran contaminadas con metales pesados y otros residuos de la minería. Nunca nos imaginamos tener que comprar agua embotellada en pequeños caseríos desde donde se divisan cumbres glaciares. Al final de la tarde coronamos el punto más alto al cual hemos llegado con bicicletas: 5.250 metros. A pesar de nuestra buena aclimatación, meter potencia al pedaleo resultaba difícil y tuvimos que avanzar de a secciones de 30 metros, respirar unas 10 veces, y así sucesivamente. Esa noche acampamos sobre los 4.800 metros de altura en las ruinas de una construcción de piedras que nos protegió del viento.

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Big Agnes Copper Spur
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Esta sección del viaje la realizamos en pleno cenit del invierno; durante los meses de julio y agosto. Esta es la temporada ideal pues no hay precipitaciones y durante el día el cielo está despejado, pero las noches son largas y con temperaturas bajo cero. Desde Uyuni veníamos preparados con polainas y pantalones de lana, guantes de dedo corto para las tareas de campamento y cobijas de bebé para reforzar la pijama. Como último aderezo, herencia de nuestro ángel Paul, agregamos una dosis importante de aceite de olivas a la cena para que desde adentro el cuerpo se calentara. En definitiva la combinación de todos estos recursos dio resultado pues esa primera noche a 4.800 metros dormimos profundamente.

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Al día siguiente el camino continuó con la orografía típica de Los Andes; remontar altos pasos de montaña y bajar a rodear valles aluviales donde casi siempre hay animales de pastoreo y pequeñas comunidades. Luego de coronar uno de los tantos pasos de montaña, apareció en el horizonte el imponente Nevado Illimani, solo y prominente casi flotando entre una fina capa de nubes. El paisaje me cautivó y capturó mi atención al punto de no fijar los ojos en la carretera y en una curva me fui al piso. Las consecuencias de la caída no fueron graves pero el golpe en la mano derecha y en las costillas fue suficientemente duro como para saber qué necesitaría de unos días de descanso y evaluación. Bajamos muy despacio hasta el poblado de Tiendapata y allí, ya con calma e internet, revisamos los mapas y encontramos un lugar muy promisorio para esta situación: La Cabaña de Don Hans, a unos 10 kilómetros.

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Don Hans Hesse fue un boliviano de ascendencia alemana que durante su juventud viajó a Europa a educarse y aprender sobre las bondades del mundo moderno. A su regreso a Bolivia trajo inversión para desarrollar acueductos y sistemas de cultivo tecnificados. Durante su paso por el viejo continente aprendió del arte de escalar montañas y se aficionó a los deportes de motor. Por ello construyó una cabaña que fungió como un punto de encuentro de escaladores y raidistas de todas partes del mundo. Hoy en día Laura, una de sus hijas, junto a su esposo Pablo, su linda hija Johana y el recién nacido Pablito viven allí y ofrecen servicios de hospedaje y alimentación. Nuestra estadía en la Cabaña coincidió con los planes de Angie y Juan, dos colombianos que han recorrido toda Sudamérica en motocicleta y que también fueron atrapados por la calidez de la Cabaña y llevaban allí casi una semana. Nosotros nos tomamos con calma los días venideros para darle tiempo al cuerpo que se recuperara, tener una mano lastimada no es tan cómodo para pilotar una bicicleta, más aún cuando el terreno es descompuesto y con grandes descensos y subidas empinadas. La mano se hinchó considerablemente durante los primeros días pero fuimos constantes con los analgésicos, las terapias de agua caliente y sobre todo con el mágico remedio que Pablo nos recomendó de alcohol tibio con hojas de coca. Fue muy grato estar allí, no habríamos podido tener mejor suerte de encontrar un lugar cómodo y con gente amable con quienes estrechamos un lazo de amistad y cariño. Luego de una semana pudimos continuar con la ruta.

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el cañón del río la paz

Retomamos el viaje con destino al Cañón del Río La Paz, un boquerón de más de tres mil metros de desnivel de paisajes secos y rojizos. El descenso en sí mismo ya era una aventura, pues la estrecha carretera estaba trazada sobre una empinada ladera y con un sinnúmero de curvas en herradura. Pero además, ese día había una celebración abajo en el río lo cual indujo una cantidad de vehículos que bajaban a toda velocidad y cuyos ocupantes estaban presuntamente alicorados, al menos eso demostraban con su insensata velocidad y con los gestos de enseñar las botellas por la ventana. Así que con los seis sentidos alerta encaramos la bajada y ante cualquier sonido de un motor nos hacíamos a un lado del camino.

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Desde el Río La Paz empezamos a remontar el cañón hasta las fauces del Nevado Illampu, tarea que nos llevaría 3 días. En la tarde llegamos al poblado de Cotaña, el cual se encontraba en festividades y por lo tanto todos los hospedajes estaban llenos. Auscultamos las goteras del pueblo buscando un lugar para acampar, pero todo estaba cercado y además era empinado. Una señora nos observó y nos preguntó qué buscábamos, le contamos de nuestra vicisitud y nos ofreció poner la carpa junto a su ranchito.

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Doña Julia es una señora sumamente humilde y por lo poco que nos comentó, solitaria. Esa noche nos invitó a su casa, nos sirvió un té, nos ofreció hojas de coca para mascar y se prendió un cigarrillo. Ella lideró la conversación y nos sorprendió con sus reflexiones sobre la humanidad “todos somos hermanos; africano, americano, boliviano, negro, blanco, todos somos la misma cosa” repitió varias veces. A la mañana siguiente, sin ninguna comitiva ni fanfarria, Doña Julia celebraba 70 vueltas al sol; no nos cansamos de felicitarla y agradecerle por su hospitalidad y buen trato. “Exagerar es una forma de admirar cortésmente” dijo Roberto Bolaño.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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Al cabo de una etapa corta pero con mucho desnivel llegamos a Caylloma. En la plaza había varios vecinos vendiendo vegetales y frutas y luego de las preguntas habituales – “¿De dónde están viniendo?, ¿A donde es el viaje?”- nos dieron una cordial bienvenida al pueblo y nos indicaron un edificio de la comunidad donde podíamos pasar la noche.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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Al día siguiente la carretera se convirtió en un sendero solitario y muy empinado de pasto y rocas. Luego de coronar el alto, el camino se puso aún más emocionante a lo largo de una repisa muy delgada sobre la falda de la montaña. Del nevado bajan varios cauces de agua que atraviesan la carretera y dada la época invernal y la prevalencia de sombra en ese sector, había varias secciones congeladas. En una de ellas nos encontramos con 10 metros de hielo macizo por dónde fue muy peligroso cruzar; la fricción de los zapatos y ruedas de caucho era nula sobre el hielo y cualquier resbalón habría terminado en un abismo.

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illimani "por donde nace el sol"

Al final de la tarde llegamos a uno de los campamentos base del Illimani. La vista de la montaña era magnífica y en la pradera sobraban lugares para poner la carpa. Cuando ya el sol se ocultaba pasó un joven en una motocicleta por el campamento, le hicimos llamado de luces con las linternas para preguntarle si estaba bien acampar ahí. Juan Chura, guía de montaña de la Cordillera Real y quien a la postre se convertirá en un amigo, nos dijo que en ese lugar era muy común que durante la temporada de escalada subieran maleantes a mitad de la noche a robar. Así las cosas, desarmamos campamento y descendimos unos 3 kilómetros en la oscuridad hasta la casa de Juan donde pudimos pasar una noche tranquila.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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Nos levantamos muy temprano para incomodar lo menos posible a Juan y su familia, además salir de allí implicaba unos 300 metros de escalada y por delante ya teníamos una etapa dura. La ruta tomó un desvío por una serie de senderos y caminos en mal estado muy empinados y emocionantes. A la hora del almuerzo estábamos agotados y la sazón de la pasta cocinada la noche anterior y carente de queso rayado no ayudaba al apetito. Para mitigar la ausencia de sabor, exageramos con el aceite de oliva; sin haberlo calculado eso nos dio una dosis de energía intravenosa y cogimos a tope lo que nos quedaba de subida. En el alto tuvimos vistas magnificentes de la cara norte del Illimani y aprovechamos para sacar unas fotos y disfrutar del momento.

Mama Coca Bolivia Cordillera Real
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En nuestros planes de viaje teníamos para ese día coronar el Abra Pacuany, a 4.600 metros de altura, y desviarnos de Mamá Coca para virar hacia el oriente y descolgarnos en franco descenso hacia Los Yungas; el piedemonte que se tiende entre la selva y la Cordillera. Un cambio radical de paisaje y ambiente se veía en el horizonte.

¡Gracias por leer!

Mapa y GPX

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La Quebrada de Humahuaca en Bicicleta

Provincias de Salta y Jujuy. Cuesta de Lipán, Purmamarca, Tilcara, Humahuaca y La Quiaca

"fiesta de la quebrada humahuaqueña para cantar; erke, charango y bombo, carnavalito para bailar".

Luego de completar “La Vuelta del Diablo” por la Puna argentina regresamos a San Antonio de los Cobres. Allí descansamos, pasamos ratos agradables con Claudia y Omar, los dueños del Hospedaje Pacha Mama, y planeamos nuestro camino rumbo al norte a través de la emblemática Quebrada de Humahuaca. Atrás quedarían varios meses de paisajes secos y desiertos.

Después de varios días de descanso y reorganización era hora de partir, pero el entusiasmo duró apenas un par de kilómetros. El freno delantero, que venía portándose de manera errática, empezó a escupir aceite negro y dejó de funcionar completamente cuando apenas salíamos de las últimas calles de San Antonio. La teoría del daño es que el aceite estaba en un estado muy deficiente y perdió sus propiedades de viscosidad y pureza y terminó por filtrarse entre los empaques. El fabricante no comercializa los repuestos necesarios, así que la única solución era conseguir una maneta de freno nueva, pero esto no sucedería en San Antonio, teníamos que viajar a una ciudad grande para resolver.

Por fortuna, Claudia y Omar viajan de manera constante a Salta Capital, pues allí viven y estudian sus tres hijas, y tenían previsto salir esa tarde. Una vez más fuimos víctimas de su incansable generosidad y nos embarcamos junto a ellos rumbo a Salta. Cuando llegamos a la casa, Luciana la hija del medio, se reacomodo con sus hermanas y nos dejó su cuarto, en la mesa siempre hubo platos de comida para nosotros y sobre todo caras amables con las cuales compartir historias y momentos gratos. Una de las sensaciones más bonitas que hemos experimentado en la vida es la de recibir ayuda y cariño de gente con la cual no teníamos ningún lazo previo, “extraños” se diría. Esto es poderoso y transformador, es lo que realmente necesita el mundo para ser diferente: empatía, generosidad, humanidad. La sensación que se tiene del mundo es la de un lugar amable donde todos somos parte de una misma familia. El compromiso posterior de replicar esa ayuda con otras personas es intrínseco; es una cadena de cosas buenas a la cual hay que darle rienda suelta. En Salta visitamos el centro histórico y nos dimos un banquete de las tradicionales empanadas salteñas, y en la tarde visitamos la tienda de bicicletas Palito Macias donde nos atendieron con suma amabilidad, adquirimos frenos nuevos y aprovechamos para cambiar el aceite a los XT de Cata. Un golpe a las finanzas que no teníamos contemplado.

De regreso en San Antonio instalamos los nuevos frenos y cogimos rumbo al norte. A mitad del camino nos encontramos con una camioneta que había pinchado pero no tenían las herramientas para desmontar el repuesto; algo para bloquear un tornillo y soltar una tuerca. Así que nuestro hombre-solo y alicates fueron una salvación casi providencial y como agradecimiento recibimos una buena dosis de alfajores artesanales los cuales recibimos con toda complacencia. Esa tarde llegamos al solitario municipio de El Moreno, este es un municipio muy pequeño con un par de tiendas y un hospedaje bastante costoso; no solo para la calidad que ofrecía sino en comparación con los precios de la región. Pero estábamos cansados y hacía mucho frío.

Al día siguiente hicimos oídos sordos a los locales que nos advertían que el camino que teníamos previsto tomar estaba destrozado por la lluvia. En efecto lo que en el mapa estaba marcado como una ruta provincial, era en verdad un río seco muy pedregoso, con trampas de arena y obstáculos naturales. Quizás por la sincronía en nuestra terquedad acérrima lo terminamos aceptando y disfrutando.

Después del medio día conectamos la carretera asfaltada, trepamos la vertiente corta de la Cuesta de Lipan y descendimos los dos mil metros de desnivel que se tienen por la mítica cara oriental. De repente, en una de las tantas curvas en herradura, apareció un viento helado; un cambio repentino y categórico de temperatura en solo un instante. Nunca habíamos experimentado algo así, nos detuvimos conmocionados a ponernos ropas y miramos hacia el cielo para saber si algún holocausto o episodio paranormal se había apoderado del momento. No tuvimos otra opción que arroparnos muy bien y continuar el descenso hacia Purmamarca. Ese frente frío se mantuvo por las próximas semanas y nosotros estuvimos ahí cuando llegó a instalarse.

la quebrada de humahuaca en bicicleta

La Quebrada de Humahuaca es una región de gran riqueza paisajística y cultural. En ese inmenso valle, tallado laboriosamente por el Río Grande, se esculpen inmensas montañas de tonos rojizos entre los cuales destacan la Montaña de los Siete Colores y la Serranía del Hornocal. Las tradiciones de los pueblos quebradeños se mantienen en gran medida y son especialmente vistosas y coloridas durante los carnavales, así mismo se conservan construcciones y lugares sagrados. La Quebrada de Humahuaca fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el 2003.

Al día siguiente visitamos la Montaña de los Siete Colores y luego buscamos un segundo desayuno en la plaza central de Purmamarca. Para nosotros resultó un poco desalentador ver la industria del turismo llevada al tope y fue casi imposible ver una fachada libre de negocios y ventas ambulantes de artesanías. Nos recargamos con un choripán y continuamos por la carretera asfaltada hacia el norte.

El siguiente poblado al cual llegamos fue Tilcara. En lo personal tenía mucha inquietud de visitar este lugar. Cuenta la historia que la Selección Argentina de fútbol se concentró en Tilcara durante la preparación para la copa mundial de México 86 como una medida de aclimatación a la altura. Dentro de las tantas anécdotas de este episodio se tiene que el plantel peregrinó hasta un cerro para pedir a la Virgen de Tilcara que interviniera en su favor para conseguir la copa, proeza que a la postre se hizo realidad. Sin embargo muchos lugareños comentan que luego del campeonato los jugadores no volvieron a Tilcara para agradecer por la beneficencia concedida y que por eso Argentina nunca más sería campeón del mundo…

En Tilcara nos juntamos nuevamente con Lucca y Marion, una pareja de ciclistas franceses a quienes habíamos conocido el día anterior en Purmamarca. Ellos vienen viajando desde Patagonia e hicimos buenas migas desde el principio; viven en la zona de los Pirineos y hablan muy buen español, son muy divertidos, generosos y les gusta compartir cervezas y vinos. Teniendo en cuenta que nuestros planes de viaje eran similares acordamos estar en contacto para encontrarnos más adelante. Nosotros aprovechamos el tiempo en Tilcara y fuimos a conocer La Garganta del Diablo, uno de los atractivos naturales de la zona que corresponde a una angostura de una quebrada donde se tienen grandes precipicios verticales. Allí en Tilcara también nos encontramos con nuestro buen amigo Héctor Manzán, que alegría que nos dio volver a verlo; él se quedaría unos días más en casa de un amigo a la espera de repuestos para su bicicleta.

Desde Tilcara el camino asfaltado continuó hasta Humahuaca. Sin duda que visitar estos pueblos fue una gran experiencia, pero rodar por el asfalto nos incomodó mucho. Las carreteras en Argentina no tienen un centímetro de berma para las bicicletas y los vehículos, en especial los buses y camiones, no tienen consideración con los ciclistas; no queda otra opción que ponerse en modo rutero y apurar el paso para reducir la exposición, pero eso no va con nuestra filosofía de viaje.

Desde Humahuaca escalamos 1.500 metros para ir hasta la Serranía del Hornocal, un paisaje montañoso de picos triangulares y rojizos de suma belleza. Ese lugar es un atractivo turístico de gran afluencia, por lo cual hubo mucho tráfico en la carretera y estuvimos casi todo el día entre una gran nube de polvo. Llegamos muy cansados a la cima y para entonces el cielo se cubrió de nubes y no hubo buena luz ni para sacar fotografías, ni para contemplar el resplandor del Hornocal en su máxima expresión. Pero la majestuosidad del lugar es palpable y el esfuerzo valió la pena. Dedicamos el día siguiente a descansar, comer helado y caminar por las coloridas calles de Humahuaca; de nuevo la presencia de turistas fue copiosa pero sentimos que allí se preserva un poco más la esencia del lugar.

Los dos días siguientes fueron una especie de trámite para llegar a La Quiaca, la ciudad fronteriza con Bolivia. Retomamos camino un día domingo muy temprano, pues al dejar atrás la Quebrada y al asomarnos a la Pampa, los vientos se convirtieron de nuevo en otra variable relevante y para esa tarde marcaban valores importantes. Ese día hubo poco tráfico y logramos progresar con rapidez hasta el municipio de Abra Pampa. La última etapa en Argentina la hicimos a relevos; nos turnamos la punta del lote cada cinco minutos y así pudimos registrar una media de 17 kilómetros por hora y llegar a La Quiaca a la hora del almuerzo. Allí recogimos una encomienda con cubiertas nuevas, líquido sellante y cadenillas. Las Maxxis Reckon 2.8 no habían tenido ningún daño, y aunque aún tenían un poco de vida útil ya registraban 7.500 km de uso. En Bolivia no se consiguen este tipo de repuestos y nuestros planes comprendían rutas remotas caracterizadas por terrenos difíciles; no queríamos exponernos a estar con afanes (como le ha sucedido a otros colegas), así que decidimos comprar nuevos zapatos y entrar a Bolivia estrenando gomas.

Atrás quedaría la Argentina, un país al cual queremos mucho y al que seguramente volveremos en el futuro cercano. Nos llevamos los mejores recuerdos de gente amable y alegre, colaboradora y siempre amiga. Gracias Argentina, nos vemos pronto!

Mapa y GPX

La Puna en Bicicleta

Bikepacking La Puna de Atacama

La puna: la tundra de los andes.

San Antonio de los Cobres es una pequeña ciudad enclavada a 3.800 metros de altura en las montañas de la Puna, Provincia Salta, noroeste de Argentina. Su nombre es epónimo de San Antonio de Padua, patrono de los arrieros y las mulas, y también hace referencia a los yacimientos de cobre que se encuentran a su alrededor de donde existen registros de actividad extractiva desde épocas prehispánicas. Allí encontramos asilo en el Hospedaje Pachamama donde además de descansar cómodamente y planear la ruta de los próximos días, pudimos refugiarnos del temporal de lluvia que cubrió el cielo durante una semana entera. Al menos a 3.800 metros de altura, el descanso y el ocio se disfrazan con un sólido trabajo de aclimatación.

Ya habíamos venido a San Antonio cuatro años atrás cuando hicimos la Ruta de los Seismiles Norte. Así que volver a ese mismo paraje nos causó esos chispazos de emoción que se sienten al reconocer lugares y rincones que nos transportan a otro momento de la vida; el cual también estaba lleno de inquietud y emoción por recorrer la Puna en bicicleta.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Esta vez queríamos volver a la parte alta de la Puna pero a través de un camino diferente a la Ruta de los Seismiles. Por un lado había un deseo de conocer lugares nuevos y por otro, reportes recientes de viajeros advertían de cambios importantes en la zona relacionados con el resurgimiento de la minería y el mayor tráfico de vehículos y personas que eso implica. Así las cosas dibujamos otra ruta más “clásica” que desde Tolar Grande tomaba rumbo al sur por  el Cono de Arita, luego toda margen del Salar de Antofalla hasta el campo de piedra pómez y de ahí bajaba al caserío de Las Papas para llegar finalmente a Fiambalá.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

rumbo a la cordillera

Por segunda vez en la vida, partimos de San Antonio hacia la cordillera. Salimos con provisiones para siete días previendo repostaje en Antofagasta de la Sierra. Las sensaciones de ansiedad y emoción por adentrarnos hacia uno de los lugares más mágicos e inhóspitos de Los Andes eran, antes que cualquier cosa, un privilegio.

 

La primera sección de la ruta consistió en llegar a Tolar Grande en tres días de pedal, casi todo en ascenso. En el camino remontamos el Abra Chorrillos que corona cerca de los 4.600 metros de altura; durante esta escalada nos impactó ver inmensos tractocamiones cargados con 40 toneladas de combustible rodando por esas carreteras tan angostas, sinuosas y escarpadas. En detrimento de los paradigmas de transporte sostenible, allí los camiones tienen la prioridad.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Pocitos fue el primer salar que encontramos y lo cruzamos por el extremo norte donde es más estrecho. Al otro lado de la mancha blanquecina el paisaje se transformó en un macizo de colinas de tierra roja llamado El Desierto del Diablo. Rodamos lento por los caminos laberínticos de polvo tratando de hacer más larga esa hermosa experiencia y de absorber la energía de ese paisaje carmesí.

Bikepacking La Puna
La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna
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La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
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Después de remontar las últimas montañas del Desierto del Diablo nos encontramos con un emocionante descenso hacia Tolar Grande. La sensación que tuvimos bajando fue grandiosa; en el paisaje se dibujó el inmenso Salar de Arizaro y detrás, el último espolón de la Cordillera atestado de picos que superan los seis mil metros de altura; si queríamos una imagen emblemática de Los Andes, era esa. Ahora sí estábamos en la verdadera Puna. En Tolar encontramos posada en el albergue municipal; un lugar cálido y cómodo para descansar.

 

La Puna en Bicicleta

Atravesamos el Salar de Arizaro, el más grande de Argentina, hasta el Cono de Arita; una pirámide natural de arena de 200 metros de altura que se levanta en medio de una planicie salitrosa. A pocos pasos de allí hay un campamento de la Minera Mansfield donde fuimos bienvenidos, convidados a cenar y tratados con suma amabilidad. Pasamos la noche en el contenedor que funge como comedor para los conductores de camión, y por supuesto, pasamos largas horas conversando con ellos. Fue muy especial sentir de su parte el deseo nato de viajar y una auténtica pasión por la ruta. Nos contaron de innumerables aventuras con carreteras congeladas, averías mecánicas, noches eternas, caminos difíciles; aventureros más que conductores.

Bikepacking La Puna
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Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna

Esa zona de la cordillera es conocida como “El triángulo del litio” (norte de Chile y Argentina, y sur de Bolivia) pues debajo de las ocres montañas e inmensos salares se esconden las reservas de litio más grandes del mundo. Por lo tanto la zona está cundida de campamentos mineros. Este es un tema controversial y no tenemos argumentos suficientes para sentar una posición. En nuestro caso, y como pasa con la mayoría de viajeros, los mineros son aliados del camino; es muy frecuente que detengan sus vehículos a preguntar si todo está bien o si necesitamos algo y casi siempre ofrecen agua y alimento con generosidad. Así mismo hay piezas del equipo sin las cuales sería imposible intentar este tipo de viajes; GPS, teléfono celular, baterías, linterna, panel solar, entre otras están fabricadas principalmente de litio. “Un mal necesario” como para dejar la discusión hasta aquí.

La Puna en Bicicleta

Al día siguiente continuamos nuestro camino hacia el Salar de Antofalla. Remontamos un pequeño cordón montañoso el cual tenía bastante vegetación verde y florida, algo atípico en esa zona. A los pocos metros de haber iniciado el descenso apareció un paisaje de otro planeta; un valle púrpura con pequeños montículos de tierra amarilla y gris y al fondo una pared gigante que se hacía aún más roja con las últimas luces de la tarde. Después de bajar un camino en zigzag bastante empinado llegamos a la Vega de Antofallita donde viven dos reducidas familias quienes nos permitieron armar nuestra carpa en sus predios. Vega es como se denomina a los parajes donde hay fuentes naturales de agua dulce en la Puna, son fáciles de identificar pues es el único lugar donde brota el verde de los pastizales y casi siempre hay arboledas de álamos, es común que haya algún asentamiento humano, o sus vestigios.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Antofalla es un pequeño poblado que se encuentra pocos kilómetros más adelante, justo debajo del Volcán y frente al Salar que llevan el mismo nombre. La carretera, al igual que la de los días anteriores, estaba en muy buen estado, contrario a lo que otros viajeros reportaron en años pasados. En el camino visitamos unos pozos de agua en mitad del salar que generan reflejos, colores y texturas muy interesantes, ese lugar es conocido como Laguna Verde. En ese cuerpo de agua viven microorganismos que soportan temperaturas extremas, altas concentraciones de sal y radiación ultravioleta; esas criaturas se registran dentro de las más antiguas de la tierra. Llegamos temprano a Antofalla ganando algunas horas para el descanso y para preparar el asalto a la parte alta de la montaña. Antofalla significa “pueblo donde muere el sol” en la lengua nativa Kunza.

 

La Puna en Bicicleta
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Bikepacking La Puna de Atacama
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Cambio de planes

Unos días atrás, cuando salimos de San Antonio, parecía que los planes de viaje estaban claros. Pero al llegar a Tolar Grande los deseos de volver hacia las campiñas del Volcán Peinado empezaron a hacerse más fuertes; ese es quizás el lugar más asombroso e impresionante que hemos visto y estando tan cerca era imposible tolerar la idea de no ir. Durante el viaje anterior a La Puna, en una de las charlas con los hijos de Doña Inés Vasquez; la legendaria mujer que habita de manera permanente en la alta Puna, nos comentaron de un camino invisible en los mapas que subía desde Antofagasta de la Sierra hasta conectar con la ruta al Peinado. Por fortuna nuestra amiga Hana Black, con quién compartimos la Ruta de los Seismiles aquel diciembre del 2019, había anotado el teléfono de Vilo Vásquez y pudimos hacer contacto con él. De inmediato Vilo respondió con un tono de amabilidad y colaboración y por supuesto se acordaba de la grupeta colombiana; en efecto nos dio las indicaciones del camino  y nos propuso una mejor estrategia. Nos dijo que ir hasta Antofagasta de la Sierra nos desviaba mucho, que una pariente suya vivía en Antofalla y era la dueña de un kiosco y que podríamos encargarle que nos consiguiera comida. A través de Vilo contactamos a Honoria y le encargamos una nueva dosis de avena, fideos, galletas, maní y manzanas. Ni en el mejor de los escenarios era posible imaginar una gambeta logística de tanto nivel.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Apenas llegamos a Antofalla buscamos a Honoria, y aunque no estaba en el pueblo, había dejado razón de nosotros con su sobrina Lorena. Ella, con una frescura insospechada nos acomodo en un refugio con luz y colchón, puso a la orden el baño y cocina de su casa y se despidió con una sonrisa y las respectivas disculpas de quien tiene que continuar con sus labores. Estábamos atónitos con tantos golpes de suerte y sobre todo, con la buena energía de las personas. Tentamos al destino una vez más y fuimos a buscar una cerveza, la encontramos y para colmo de males estaba helada.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Partimos de Antofalla recargados de provisiones para siete días de viaje y con una gran ilusión en la mirada. Llegamos hasta el punto conocido como la Vega de las Quinoas donde vive una familia desde hace muchísimos años y ahora también hay un campamento minero de exploración. Allí terminaba la carretera y empezaban las indicaciones de Vilo. Seguimos por una huella junto a la montaña hasta el paraje de Loro Huasi donde pasamos la noche junto a las ruinas de lo que otrora fue una estancia muy prestante.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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A la mañana siguiente continuamos bordeando unas paredes de roca roja, siguiendo una tímida huella que por momentos emergía entre la sal y la tierra. Al cabo de unos 12 kilómetros conectamos con la carretera y trepamos durante varias horas hasta llegar a la casa de Doña Inés, ya hacia el final de la tarde. No hay palabras para expresar la emoción que sentimos ese día al reconocer a Doña Inés sentada frente a su casa de piedra tejiendo unos guantecitos para su nieto, así tal cual como la vimos cuatro años atrás la última vez que volteamos nuestras cabezas para decir adiós. Doña Inés nos recibió con amabilidad y compartimos con ella un té con galletas en la intimidad de la cocina. Por ahí daba vueltas un gatito travieso recién nacido a quien Doña Inés bautizo “Paipa”, que es el nombre del pequeño y cálido municipio donde vivimos en Colombia; quizás porque el nombre le sonó divertido pero también porque percibió en nuestra voz emoción y nostalgia cuando hablamos de ese pueblito al que añoramos volver cuando esté viaje termine. Desde ese punto, la Vega de Brea, hacia el sur seguiríamos la línea de la Ruta de los Seismiles; uno de los itinerarios más épicos de este deporte.

Bikepacking La Puna de Atacama
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La ruta de los seismiles

Pocas veces la realidad supera a la imaginación y los días siguientes fueron una muestra contundente de ello. A los pocos kilómetros de salir de La Brea nos encontramos con unas dunas gigantes por las cuales nos descolgamos a toda velocidad trazando líneas sobre un manto infinito de arena. Quizás la sensación más parecida a ser pilotos de rally. Conectamos nuevamente con el Salar de Antofalla y progresamos por la margen izquierda donde el terreno se encuentra en su estado natural, es decir rudimentario y difícil; tanto así que en el gremio de los ciclistas están sección se conoce como el “Boulevard del broken culo” pues pasar por ahí causa un desgaste significativo en el cuerpo.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

Al final de la tarde, la luz amarilla y cálida añadió brillo y color a los tonos de la carretera arenosa que se abría paso entre un campo de lava de rocas punzantes y ocres. La atmósfera olía a azufre y la sensación de ir rodando por otro planeta se hacía cada vez más intensa. El viento nocturno se fue a dormir temprano y nuestro sueño fue plácido hasta que apareció en escena un ratón simpático y regordete que se ensañó con nuestras botellas de agua; el sonido de sus dientes filosos raspando el plástico nos impidió pegar el ojo y por más que salimos a ahuyentarlo, el bendito regresaba al poco tiempo y continuaba con su pilatuna. ¿Seremos tan malos cocineros que el ratón prefirió hurgar entre los polímeros de las botellas que asaltar nuestros suculentos fideos con quinoa?

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

La etapa del día siguiente ocupará por siempre un lugar de privilegio en nuestros recuerdos ciclísticos y terrenales. Una ópera prima de la cual podemos recordar metro a metro las experiencias vividas. Para empezar tuvimos que desviarnos 2 kilómetros del camino para ir a recargar agua a una veta natural conocida como la “Vega de Agua Dulce”¿Como es posible que a la verja de un salar y de un volcán donde yacen campos de lava y aires azufrados, donde todo es seco y estéril, de repente aparezca una fina acequia con agua dulce y refrescante? “Las cosas de Dios” parece ser una explicación correcta y hasta objetiva.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

Con 10 litros de agua en cada bicicleta, suficiente para los próximos tres días, remontamos una huella de baja pendiente que se irrigaba con arroyos calientes y salados. Más adelante nos internamos en uno de los pasajes más épicos de la Cordillera: el funnel; un corredor de 4 kilómetros de arena espesa que conducían a una hermosa laguna verde a los pies del Volcán Peinado. Almorzamos en un punto donde habia murallas de piedra y que cuatro años atrás habíamos usado como lugar de campamento, pero por esa misma experiencia sabíamos que debíamos  progresar hasta más arriba para que la etapa del día siguiente fuera más llevadera y menos riesgosa. Escalamos por una lengua de arena muy angosta donde empujamos la bicicleta casi todo el tiempo. Luego salimos a un barreal seco y plano con vistas impresionantes del Peinado el cual estaba decorado con una nube lenticular que parecía un sombrero. Acto seguido atravesamos el último campo de lava por una huella que resultó ser el arenal más movedizo de todos los que habíamos cruzado; las bicicletas se enterraban y se deslizaban con suma facilidad entre los cantos grises y sueltos del terreno. Fue mágico estar en ese lugar tan remoto y agreste en completa soledad, pero por eso mismo la sensación fue pacífica y solemne; el mundo entero para nosotros. Aveces pienso que el Peinado se divertía viéndonos cruzar como dos hormiguitas por sus faldas y campiñas de rocas magmáticas petrificadas en las que él mismo escondió un fino laberinto para que algunos mortales con deseos de aventura que se atrevieran a ir hasta allá adquirieran una nueva dimensión de la inmensidad y de la belleza

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

La estrategia venía saliendo al pie de la letra y pudimos encarar el último paso de montaña con una buena ventana de tiempo. El esfuerzo de los días anteriores se decantó por completo esa mañana y las piernas simplemente no respondían; ni para pedalear, ni para caminar. Fue la primera vez que entendimos esa expresión ciclística de estar “vacío”; era desconsolante pero al mismo tiempo interesante experimentar una nueva condición del organismo. Desde el paso, a 4.999 metros de altura, nos descolgamos en franco descenso hacia la Laguna Purulla donde divisamos nuevamente tonos vivos y coloridos. En ese tramo varios ciclistas han rajado sus cubiertas así que optamos por ser muy precavidos y progresar con lentitud. Llegamos al campamento con el tiempo suficiente para extender los aislantes y estirar los músculos de las piernas, el cuerpo necesitaba de mantenimiento. Aunque ya habíamos salido de la parte más remota y de mayor exposición, aún quedaban 3 días de pedal hasta Fiambalá.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Al día siguiente surcamos la laguna llena de flamingos rosados y conectamos una carretera que se notaba que recién había recibido mantenimiento. Atravesamos por toda la mitad el cráter extinto del Volcán Cerro Blanco y luego por todo el campo de piedra pómez. Antes esta sección era una planicie interminable donde cada quien elegía su camino, ahora hay una carretera bien trabajada y esta prohibido abandonar el trazado; pues la frecuente visita de vehículos motorizados dejaban marcas permanentes que amenazaban la integridad de este paisaje

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

El descenso hacia el caserío de Las Papas fue muy emocionante. Por una parte el pasaje había cambiado de manera drástica y el aire templado se sentía en la piel. Luego de transitar varios días por inmensos terrenos, ahora rodábamos por una fina línea al margen de un cañón bastante escarpado y delicado; otra de esas carreteras que no nos atreveríamos a hacer en vehículo. Durante esa bajada sentimos una felicidad bonita, una ligereza en el espíritu, una mezcla de sueños y promesas cumplidas, de suerte, benevolencia providencial y de estricta planeación y método. No cabe duda que viajar por la Puna es un hito sobresaliente en la hoja de servicios de todo ciclista de aventura y que salir sano, salvo y contento se allí supone una validación intrínseca de habilidades y condiciones para este deporte. Pero sobre todo es una situación que otorga una motivación enorme y al que le gustan estas correrías, le abre un nuevo universo de deseos y posibilidades.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Llegar a Las Papas tuvo un aire de melancolía, pues la sensación principal fue la de encontrar a un pueblo abandonado. Y no es de extrañar, pues este lugar es accesible por una carretera que es a la vez el cauce de un río; por eso cada vez que llegan las lluvias el pueblo queda incomunicado y durante el último verano estuvo así por más de 40 días seguidos. Los pobladores se hartaron y la administración tampoco puede ofrecer una solución, así que es casi natural que en Las Papas no haya perspectivas de arraigo.

La Puna en Bicicleta

Los pronósticos del clima rara vez fallan en estas latitudes y teníamos un solo día para salir de Las Papas antes de que entrara un frente de lluvia y de frío. Este era un riesgo que no podíamos ni queríamos correr. En efecto el cielo amaneció cubierto de nubes y con esa advertencia apuramos el paso. En el camino se cruza el río más de 70 veces; la complejidad es progresiva y los últimos pasos involucran profundidades a más de media rueda y por secciones largas. Al final de la tarde llegamos al poblado de Palo Blanco y compramos algunas provisiones para ir a una zona de camping unos metros más arriba del valle. El tendero auscultó nuestros planes con preguntas incautas y cuando estábamos empacando todo en la bicicletas salió de la tienda para decirnos que esa noche iba a caer la temperatura y nos iba a dar mucho frío, que podíamos pasar la noche en su casa, insistió en su oferta así que aceptamos. 

Pasamos la noche en la sala de la familia Ocampo tomando mates y hablando de Fútbol, repasando los triunfos de Racing “La Academia” y el historial de colombianos que habían militado en el equipo imperial: Juanfer Quintero, Alex Viveros, Gio Moreno, Roger Martinez, Teo, y por supuesto Gerardo Bedoya; artífice del campeonato en 2001. En efecto la temperatura se desplomó y al día siguiente amaneció el día envuelto en lloviznas hasta pasada la media mañana, por fortuna el tramo hasta Fiambalá era corto, plano y asfaltado.

La Puna en Bicicleta

Llegamos a Fiambalá, “tierra de vientos” en Diaguita, a mitad de un puente feriado y la ciudad respiraba una gran concurrencia de turistas, razón por la cual nos costó conseguir hospedaje. Descansamos un par de días y nos preparamos para completar la otra mitad de la “Vuelta del Diablo”; el camino hacia el norte de regreso hacia San Antonio de los Cobres a través de la legendaria Ruta 40.

¡Gracias por leer, nos vemos en la ruta!

Mapa y GPX

A este itinerario le hemos dado el nombre de la “Vuelta del diablo” y se compone de diferentes rutas y viajes documentados por otros viajeros. Sugerimos complementar esta lectura con la entrada principal de la ruta de los seismiles, la crónica de gonzalo zamorano, el realto de ryan wilson y las historias de Eileen Schwab y Andy Hovey.

El Fin de la América Continental

Estrecho Magallanes

Este relato cubre la sección entre El Chaltén y Punta Arenas, cruzando por el paso Fronterizo Río Don Guillermo y visitando la ciudad de Puerto Natales; los últimos kilómetros de la América continental.

Paso Río Don Guillermo

Habíamos dejado nuestras bicicletas a un lado durante más de dos semanas para explorar a pie las montañas de El Chaltén; pero era hora de retomar nuestro camino al Sur, con Punta Arenas como próxima gran meta volante.

Las etapas entre El Chaltén y el Paso Fronterizo Río Don Guillermo, para cruzar a Chile, eran de “transición”; contaban con una mayor dosis de asfalto a la que estábamos acostumbrados y era la ruta obligada, no hay otras alternativas para llegar hasta allí. Esta vez, la aventura adquiría un matiz diferente: nos enfrentábamos a la verdadera pampa, con pocos lugares para acampar y con el viento en contra que es habitual en esta sección.

Patagonia Bikepacking

El único día en el que no tendríamos este desafío era la primera etapa: salir de El Chaltén. Así que, con la promesa de tener viento a favor, partimos cerca de las dos de la tarde, avanzando velozmente a lo largo de los 90 kilómetros que nos separaban de la intersección con la Ruta Nacional 40. Cuando estábamos por llegar, las ráfagas de viento comenzaron a aumentar de intensidad y el cielo se cubrió de nubes amenazadoras. Decidimos escondernos en el refugio que se encuentra en el cruce de caminos, donde coincidimos con otros tres viajeros. Juntos, observábamos cómo el viento azotaba las ventanas con una fuerza inquietante, recordándonos la imprevisibilidad de la naturaleza en estas tierras salvajes.

Patagonia Bikepacking

Durante las etapas siguientes los 3 puestos de vialidad de la AGVP a lo largo de la ruta, se volvieron puntos estratégicos para reponer fuerzas, obtener agua y buscar refugio temporal; estos espacios son lo único que hay en el camino: Irene, El Cerrito y Tapi Aike. En estos puntos recargamos nuestros bidones, tuvimos acceso a wifi para ver los pronósticos del clima y solo en el último, aprovechamos para acampar.

Salimos del refugio de la ruta 40 más tarde de lo acordado. A unos 20 kilómetros de iniciada la jornada tuvimos que poner en marcha la estrategia de relevos para lograr avanzar: cada uno debía liderar por un kilómetro. Ese día dormimos a orillas del Río Santa Cruz; en este punto hay una estancia abandonada donde muchos viajeros pasan la noche. Nosotros decidimos explorar unos metros más al fondo y encontramos una zona verde abierta perfecta para acampar.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bikepacking

Al siguiente día, el sueño nos dominó y salimos a la carretera muy tarde. Sin embargo, logramos completar la mayor parte de la ruta sin viento; parecía que el clima había tenido compasión de nosotros. Durante esta jornada, ascendimos el famoso Alto de Miguez, una cuesta de 14 kilómetros con una pendiente promedio del 4%. En el ascenso nos encontramos con una familia suiza: dos niños de 6 y 9 años pedaleaban en sus bicicletas felizmente hacia El Calafate. Conversamos con ellos y su energía y entusiasmo nos impulsaron hasta la cima. Más tarde, en la carretera destapada que conecta los puestos de vialidad El Cerrito y Tapi Aike nos topamos con otra familia, esta vez una pareja con una bebé de dos años, quien dormía plácidamente en un trailer. Nos emocionó mucho este encuentro y nos hizo recordar a nuestros amigos José y Gabriela, quienes han llevado a Julia, su hija, también de dos años, en pequeñas aventuras de bikepacking en Colombia.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bicicleta

Para llegar a la estación de policía abandonada, donde dormiríamos esa noche, tuvimos que recurrir de nuevo a los relevos. Pero el viento era tan fuerte que recorrer 1 kilómetro se hacía eterno; en está ocasión, nos turnamos cada 5 minutos el liderazgo, o en una descripción más acordé con la realidad, el sufrimiento. Esa noche cocinamos con el agua del río que se encuentra a pocos metros. Esta agua no se puede consumir directamente, necesita ser filtrada o hervida.

Patagonia Bikepacking
Patagonia Bicicleta
Patagonia Bikepacking

Nos restaban 45 kilómetros para llegar al Puesto Tapi Aike dónde retomaríamos el pavimento. Habíamos escuchado varios testimonios de ciclistas sobre el mal estado de la ruta, y observamos que el viento empezaría a soplar hacia las 11 de la mañana, así que salimos antes del amanecer. Disfrutamos los descensos y el paisaje; a lo lejos logramos divisar las Torres del Paine. El camino se puso bastante pedregoso en los últimos 20 kilómetros, pero en nuestras bicicletas con coraza 2.8 logramos avanzar sin mucha dificultad.

Patagonia Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Patagonia Bicicleta
Suramérica Bicicleta

En el puesto de vialidad decidimos acampar, aunque aquí también ofrecen trailers con camas sencillas por un costo adicional. Esa tarde, nos sorprendió un resfriado acompañado de fiebre. Afortunadamente, siempre llevamos comida extra, lo que nos permitió tomar la decisión de dedicar el siguiente día a recuperarnos; paracetamol, sales de hidratación y descanso.

 

Esta situación inesperada nos permitió encontrarnos con Carlos Lozano, un ciclista colombiano que viene viajando desde Neiva, con quién habíamos conversado mucho, pero aún no nos conocíamos personalmente. Al siguiente día la grupeta colombiana salió muy temprano hacia el paso fronterizo Río Don Guillermo. Entre todos nos apoyamos para que esté largo tramo, con viento, frío y lluvia fuera más llevadero.

Suramérica Bicicleta

En Cerro Castillo, ya en territorio chileno, pasamos la noche en un camping municipal, que, aunque parecía estar fuera de servicio, fue recomendado por la policía local. Junto al camping, había una cancha de fútbol 5 vacía; resulta difícil imaginar que alguien pueda hacer un gol de tiro libre con estas condiciones de viento, ni Messi se atrevería a tanto. El agua de Cerro Castillo no se puede tomar, según nos comentaron tienen un problema con la tubería; es necesario comprar agua o pedir apoyo en la estación de policía.

Suramérica Bicicleta

Esa noche nos despedimos de Carlos; él continuaría su viaje hacia Puerto Natales, mientras que nosotros iríamos a ver las Torres del Paine. Luego de un buen descanso, pedaleamos hasta la Laguna Amarga, unos kilómetros antes de la entrada al Parque Torres del Paine. Eran las seis de la tarde y admirábamos el paisaje, cuando alguien se bajó de un carro, se acercó a nosotros y nos informó, de una manera un poco amenazadora, que allí, ni en ningún lugar dentro de un radio de 20 kilómetros, podíamos acampar: estos eran terrenos privados. Habíamos escuchado relatos de otros viajeros que habían sido despertados en medio de la noche por alguien con características similares, y habían sido forzados a recoger su campamento y partir en la oscuridad. Para evitar cualquier contratiempo, optamos por retroceder hasta el lugar indicado por este crudo personaje. Todos los terrenos estaban cercados y la noche se aproximaba; la única opción que encontramos para poner la carpa fue una cuneta al costado de la carretera que estaba en construcción. Habíamos considerado ingresar al Parque al día siguiente; pero amaneció lloviendo y las Torres estaban cubiertas totalmente por nubes grises, así que decidimos emprender una larga jornada hasta Puerto Natales.

Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta
Suramérica Bicicleta

Puerto Natales - Punta Arenas

La carretera que une Puerto Natales con Punta Arenas es un constante ir y venir de vehículos. Por esto, decidimos adentrarnos en el camino destapado hacia la municipalidad de Río Verde en busca de soledad. A lo largo de esta ruta, encontramos numerosos refugios en excelente estado, aunque todos estaban cerrados. Para obtener las llaves, se debe ir hasta la municipalidad; resulta irónico que estos espacios, concebidos para emergencias, funcionen de esta manera. Aquella noche, tendimos nuestra carpa al lado de lo que alguna vez fue una escuela. Nos contaron que años atrás, un incendio devastó este lugar y la municipalidad se trasladó unos kilómetros más adelante.

 

Puerto Natales Punta Arenas

Retomamos la carretera principal faltando 50 kilómetros para Punta Arenas. El contraste fue abrumador. Camiones, buses de turismo y carros de todos los tamaños nos pasaban a toda velocidad. Apresuramos el paso deseando llegar lo antes posible, poniendo en práctica las habilidades de ciclismo urbano aprendidas en Bogotá durante muchos años. De pronto, nos encontramos frente a la ciudad más grande e industrial que habíamos visto en nuestro viaje por la Patagonia.

Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking

Mientras recorríamos los últimos kilómetros de la América continental, nos dimos cuenta que la línea de la Cordillera nos había guiado hasta el mar. Y aún con un paisaje costero, una atmósfera salada y las olas rugiendo entre el viento patagónico, el espíritu andino se sentía firme y omnipresente; incluso cóndores volaban sobre la mar. Una paradoja posible solamente en las goteras del fin del mundo.

Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes
Puerto Natales Bikepacking
Puerto Natales Bikepacking

Mapa y GPX

Estrecho Magallanes

El Chaltén. Parque Nacional Los Glaciares

Cerro Torre

Este relato cubre el recorrido desde el Lago O’Higgins hasta El Chaltén por el Paso Fronterizo de Dos Lagunas y los senderos de caminata del Cerro Torre, el Fitz Roy y la Vuelta al Huemul.

Las dos lagunas

En Villa O’Higgins termina la Carretera Austral y no hay más camino carreteable; para continuar hacia el sur se debe tomar una embarcación para cruzar el Lago O’Higgins. Existen dos compañías que prestan este servicio de transporte; es recomendable contactarles con antelación para hacer una reserva pues además de la alta demanda durante la temporada, el zarpe de las lanchas está supeditado a las buenas condiciones del clima. El costo del pasaje en diciembre de 2023 fue de 50 dólares. Después de una hora y media de viaje, en la ribera sur, se encuentra el pequeño asentamiento de Candelario Mancilla donde se ubica el puesto de Carabineros de Chile, allí realizan los trámites migratorios para salir del país.

Lago O'Higgins
Lago O'Higgins
Lago O'Higgins

Desde Candelario Mancilla se tiende un puerto de 22 kilómetros en constante ascenso hasta un alto donde se dividen las soberanías de Chile y Argentina; el hito IV-0-B o paso fronterizo de Dos Lagunas. En suelo argentino el camino corresponde a un sendero que baja por medio de un tupido bosque hasta el Lago del Desierto. Este tramo de 6 kilómetros ocupa un lugar importante en la cultura de los viajeros en bicicleta pues suscita tanto amores como odios. Nosotros, con rueda ancha de 2.8 pulgadas, equipamiento ligero y entusiastas de la bicicleta de montaña, pudimos rodar un 80% del sendero; solo interrumpidos por algunos árboles caídos y un par de pequeños pantanos. Pero la mayoría de los ciclistas lo encuentra poco entretenido, quizás porque luego de viajar miles de kilómetros sobre la franqueza de la Carretera Austral este pasaje resulta atípico y porque transitar por este sendero estrecho con una configuración tradicional de alforjas laterales puede resultar incómodo.

Lago Del Desierto
Lago Del Desierto
Paso Dos Lagunas
Lago Del Desierto
Paso Dos Lagunas

En el Lago del Desierto se encuentra el puesto argentino de Gendarmería  donde se hace el trámite de ingreso al país. La atmósfera de este lugar justifica todo el esfuerzo y las diligencias necesarias para llegar hasta allí: al otro lado del Lago se avista la cara norte del Cerro Chaltén o Fitz Roy, una mole imponente de granito que apunta al cielo. Llegar a los pies de uno de los cordones montañosos más famosos y exhuberantes del planeta por el camino de atrás, el poco transitado, el de los viajeros y no el de los turistas, el que se va abriendo metro a metro como una flor que esconde en su cáliz el más fino néctar, era una de las grandes motivaciones del viaje y una de las experiencias que más queríamos vivir.

Lago Del Desierto

Tomamos el segundo navío del día para cruzar el Lago del Desierto, el cual costó otros 50 dólares. Acampamos a unos metros del punto de desembarco dentro de una reserva en la cual se encuentra un sendero de montaña con vista al Glaciar Huemul y por supuesto al Fitz. Esa noche fue navidad y no podríamos haber tenido un mejor regalo de la vida que permitirnos estar en ese lugar, juntos, sanos y salvos y acompañados de un par de cervezas Quilmes. Al otro día bajamos hasta El Chaltén por una carretera destapada en descenso de 37 kilómetros de longitud junto al Río de las Vueltas.

Lago Del Desierto
Lago Del Desierto

El Chaltén

El Chaltén y nosotros somos contemporáneos. Este asentamiento fue fundado el 12 de octubre de 1985 por iniciativa del mayor de gendarmería Francisco Arrúa en aras de robustecer la soberanía argentina, pués los conflictos con Chile sobre estos territorios son, aún en la actualidad, álgidos. Para el año de 1991 el censo registró 41 habitantes, en 2001 esta cifra fue de 301 habitantes y en la actualidad se estima que son 1.200 los habitantes permanentes. 

El Chalten

El magnetismo suscitado por la belleza de los macizos del Cerro Torre y el Fitz Roy y de toda la atmósfera natural que les rodea, atrae a todo tipo de personas; desde los más intrépidos alpinistas de la escena mundial, hasta personas comunes y corrientes sin ningún ápice de condición física, pues las montañas pueden observarse incluso desde las calles del pueblo. En este espectro de perfiles se estima que un millón de personas visitan El Chaltén cada año. Esta situación es contradictoria, pues si bien la economía del pueblo se fundamenta en el turismo, el volumen es tal que varios de los senderos más populares están seriamente erosionados y la problemática de residuos orgánicos y restos de papel higiénico es cada vez más crítica. En nuestro caso encontramos hasta 30 carpas en las áreas de acampe libre del Parque (Campamentos Poincenot y D’Agostini) y durante un ejercicio de observación contabilizamos 170 personas por hora-sentido en el sendero de la Laguna de los Tres. Es difícil emitir un juicio porque aunque nuestras intenciones son buenas y procuramos causar el menor impacto posible en el entorno, somos parte activa de esas cifras.

Cerro Torre

Desde Chaltén realizamos una caminata de tres días  por la vertiente oriental de las montañas. El primer día fuimos hasta el Campamento D’Agostini a 11 kilómetros de la plaza central del pueblo. A pocos metros de allí se encuentra la Laguna Torre donde se avista el magnífico macizo del Cerro Torre, el cual comprende otros picos como la Aguja Standhart, La Punta Herrón y la Torre Egger. A la mañana siguiente fuimos a observar el amanecer y por primera vez fuimos testigos de esos tres o cuatro minutos de color naranja que cobija a las montañas apenas el sol rompe el horizonte. Entonces pudimos comprender el delirio de los fotógrafos con esos instantes de luz dorada.

Fitz Roy Chaltén

Desde el campamento D’Agostini caminamos 10 kilómetros hasta el campamento Poincenot. Al día siguiente nos levantamos a las 3 de la mañana para subir 4 kilómetros hasta la Laguna de los Tres y contemplar el amanecer, ahora sobre el macizo del Cerro Chaltén. La experiencia de estar en ese lugar fue sobrecogedora, pues esos picos de granito escapan a cualquier arquetipo de montañas que podamos tener como referencia y se sienten cerca e inmensas. Nuevamente las caras orientales se pintaron de naranja y rosa durante unos pocos minutos los cuales intentamos en vano inmortalizar con una fotografía.

Fitz Roy Patagonia