Este relato cubre el recorrido desde el Lago O’Higgins hasta El Chaltén por el Paso Fronterizo de Dos Lagunas y los senderos de caminata del Cerro Torre, el Fitz Roy y la Vuelta al Huemul.
Las dos lagunas
En Villa O’Higgins termina la Carretera Austral y no hay más camino carreteable; para continuar hacia el sur se debe tomar una embarcación para cruzar el Lago O’Higgins. Existen dos compañías que prestan este servicio de transporte; es recomendable contactarles con antelación para hacer una reserva pues además de la alta demanda durante la temporada, el zarpe de las lanchas está supeditado a las buenas condiciones del clima. El costo del pasaje en diciembre de 2023 fue de 50 dólares. Después de una hora y media de viaje, en la ribera sur, se encuentra el pequeño asentamiento de Candelario Mancilla donde se ubica el puesto de Carabineros de Chile, allí realizan los trámites migratorios para salir del país.
Desde Candelario Mancilla se tiende un puerto de 22 kilómetros en constante ascenso hasta un alto donde se dividen las soberanías de Chile y Argentina; el hito IV-0-B o paso fronterizo de Dos Lagunas. En suelo argentino el camino corresponde a un sendero que baja por medio de un tupido bosque hasta el Lago del Desierto. Este tramo de 6 kilómetros ocupa un lugar importante en la cultura de los viajeros en bicicleta pues suscita tanto amores como odios. Nosotros, con rueda ancha de 2.8 pulgadas, equipamiento ligero y entusiastas de la bicicleta de montaña, pudimos rodar un 80% del sendero; solo interrumpidos por algunos árboles caídos y un par de pequeños pantanos. Pero la mayoría de los ciclistas lo encuentra poco entretenido, quizás porque luego de viajar miles de kilómetros sobre la franqueza de la Carretera Austral este pasaje resulta atípico y porque transitar por este sendero estrecho con una configuración tradicional de alforjas laterales puede resultar incómodo.
En el Lago del Desierto se encuentra el puesto argentino de Gendarmería donde se hace el trámite de ingreso al país. La atmósfera de este lugar justifica todo el esfuerzo y las diligencias necesarias para llegar hasta allí: al otro lado del Lago se avista la cara norte del Cerro Chaltén o Fitz Roy, una mole imponente de granito que apunta al cielo. Llegar a los pies de uno de los cordones montañosos más famosos y exhuberantes del planeta por el camino de atrás, el poco transitado, el de los viajeros y no el de los turistas, el que se va abriendo metro a metro como una flor que esconde en su cáliz el más fino néctar, era una de las grandes motivaciones del viaje y una de las experiencias que más queríamos vivir.
Tomamos el segundo navío del día para cruzar el Lago del Desierto, el cual costó otros 50 dólares. Acampamos a unos metros del punto de desembarco dentro de una reserva en la cual se encuentra un sendero de montaña con vista al Glaciar Huemul y por supuesto al Fitz. Esa noche fue navidad y no podríamos haber tenido un mejor regalo de la vida que permitirnos estar en ese lugar, juntos, sanos y salvos y acompañados de un par de cervezas Quilmes. Al otro día bajamos hasta El Chaltén por una carretera destapada en descenso de 37 kilómetros de longitud junto al Río de las Vueltas.
El Chaltén
El Chaltén y nosotros somos contemporáneos. Este asentamiento fue fundado el 12 de octubre de 1985 por iniciativa del mayor de gendarmería Francisco Arrúa en aras de robustecer la soberanía argentina, pués los conflictos con Chile sobre estos territorios son, aún en la actualidad, álgidos. Para el año de 1991 el censo registró 41 habitantes, en 2001 esta cifra fue de 301 habitantes y en la actualidad se estima que son 1.200 los habitantes permanentes.
El magnetismo suscitado por la belleza de los macizos del Cerro Torre y el Fitz Roy y de toda la atmósfera natural que les rodea, atrae a todo tipo de personas; desde los más intrépidos alpinistas de la escena mundial, hasta personas comunes y corrientes sin ningún ápice de condición física, pues las montañas pueden observarse incluso desde las calles del pueblo. En este espectro de perfiles se estima que un millón de personas visitan El Chaltén cada año. Esta situación es contradictoria, pues si bien la economía del pueblo se fundamenta en el turismo, el volumen es tal que varios de los senderos más populares están seriamente erosionados y la problemática de residuos orgánicos y restos de papel higiénico es cada vez más crítica. En nuestro caso encontramos hasta 30 carpas en las áreas de acampe libre del Parque (Campamentos Poincenot y D’Agostini) y durante un ejercicio de observación contabilizamos 170 personas por hora-sentido en el sendero de la Laguna de los Tres. Es difícil emitir un juicio porque aunque nuestras intenciones son buenas y procuramos causar el menor impacto posible en el entorno, somos parte activa de esas cifras.
Desde Chaltén realizamos una caminata de tres días por la vertiente oriental de las montañas. El primer día fuimos hasta el Campamento D’Agostini a 11 kilómetros de la plaza central del pueblo. A pocos metros de allí se encuentra la Laguna Torre donde se avista el magnífico macizo del Cerro Torre, el cual comprende otros picos como la Aguja Standhart, La Punta Herrón y la Torre Egger. A la mañana siguiente fuimos a observar el amanecer y por primera vez fuimos testigos de esos tres o cuatro minutos de color naranja que cobija a las montañas apenas el sol rompe el horizonte. Entonces pudimos comprender el delirio de los fotógrafos con esos instantes de luz dorada.
Desde el campamento D’Agostini caminamos 10 kilómetros hasta el campamento Poincenot. Al día siguiente nos levantamos a las 3 de la mañana para subir 4 kilómetros hasta la Laguna de los Tres y contemplar el amanecer, ahora sobre el macizo del Cerro Chaltén. La experiencia de estar en ese lugar fue sobrecogedora, pues esos picos de granito escapan a cualquier arquetipo de montañas que podamos tener como referencia y se sienten cerca e inmensas. Nuevamente las caras orientales se pintaron de naranja y rosa durante unos pocos minutos los cuales intentamos en vano inmortalizar con una fotografía.
LA vuelta al huemul
Cuando empezamos nuestro viaje en bicicleta teníamos la expectativa de realizar algunas caminatas sencillas de poca dificultad, pues no contábamos con el equipamiento necesario para una excursión larga. Pero los días anteriores nos habían dejado un buen sabor de boca, y por los relatos de otros viajeros sabíamos de la existencia del circuito de la Vuelta al Huemul; un itinerario de 65 kilómetros que normalmente se hace en cuatro días en el cual se cruza al otro lado de la vertiente montañosa y se avista el campo de hielo patagónico sur.
Con la información que hay en la web y con las conversaciones que tuvimos con otros viajeros que habían realizado esa excursión, pudimos hacernos una idea en la cabeza de cómo tendría que ser la estrategia; quizás lo más atípico para nuestra experiencia eran los dos cruces en tirolesa sobre el Río Túnel. Rentamos equipamiento en la tienda de montaña Viento Oeste (mochilas, zapatos, bastones, arnés y mosquetones) y partimos el día 31 de diciembre hacia el primer campamento en la Laguna Toro. Esa noche nuestra estufa MSR Whisperlite presentó una avería, irreparable para el momento, que nos dejó sin poder cocinar y como cena de año nuevo tuvimos que usar una de las raciones de avena con manzana previstas para el desayuno (ver nota al final del blog). El desconsuelo se había apoderado de nosotros pues no había chance de que pudiéramos proseguir sin poder cocinar nuestra comida y además estábamos justo en una ventana de cuatro días de buen clima; si regresábamos a El Chaltén ya no habría chances de volver a salir.
La primera voz que oímos en 2024 fue la de Niko, un guía ruso que fue a buscarnos en la mañana para decirnos que en un refugio muy cerca del campamento habían dos latas de gas a medio llenar y que él podría prestarnos su estufa. Los planes que se habían desvanecido cogieron nuevamente color y emprendimos la marcha. Llegamos al primer paso de tirolesa y nos encontramos allí con otros grupos con quienes habíamos compartido el campamento. Teniendo en cuenta que el montaje sobre la polea y el cable de acero estaba realizado, cruzamos nuestras mochilas con su ayuda y así nos ahorramos un poco de tiempo.
Ese día la misión consistío en remontar una larga y empinada morrena hasta cruzar la arista de la montaña en el lugar conocido como El Paso del Viento. La jornada fue memorable y el escenario fue espectacular; caminamos por una fina línea que se abría entre un mar vertical de piedras, rodeados de abismos y glaciares que nos hicieron sentir que transitábamos por uno de los filos de la tierra. Arriba en el paso divisamos el Campo de Hielo Sur, una realidad que excedió con creces cualquier idea o imágen que pudiéramos tener de este lugar; un glaciar plano interminable con lo que parecían ser huellas de un tractor gigante, rodeado de montañas con tanta nieve que no podíamos divisar sus formas ni dimensiones y por supuesto un viento fortísimo que no infundía miedo o escozor sino una sensación máxima de libertad.
Bajamos hacia el campamento que se ubica en una de las pocas planicies que se encuentran en la zona, en donde también existe un pequeño refugio de hojalata instalado por el gobierno argentino. Esa noche el viento sopló con una fuerza que nunca antes habíamos visto, dormimos muy poco pues estuvimos todo el tiempo agarrados de nuestra voluntad tratando de incrementar la fuerza de gravedad para que la carpita no saliera volando; las varillas se sacudían de un lado a otro y los textiles rugían de tal forma que simplemente estábamos esperando el momento en que todo se fuera al garete.
Para la tercera jornada de la Vuelta al Huemul salimos muy temprano, pues habíamos oído que la última sección constituía un descenso muy empinado sobre terreno suelto y preferimos anticiparnos para poder tomar con calma ese trecho. La primera parte de la travesía casi no tuvo desnivel y caminamos en paralelo al Campo de Hielo. Luego fue necesario remontar la montaña hasta la arista para pasar nuevamente a la vertiente oriental. Arriba en el paso, el viento volvió a soplar con rudeza pero las sensaciones fueron las mismas del día anterior; incluso nos paramos en su contra, abrimos los brazos, cerramos los ojos y estuvimos suspendidos en un trance natural durante unos segundos. Nos abrazamos muy fuerte y le dimos una última mirada al inmenso glaciar antes de emprender el regreso hacia el mundo de los humanos.
En efecto, el descenso fue incómodo y en algunos lugares peligroso, apelamos a todos los recursos de equilibrio y navegación sobre el terreno e incluso probamos algunas secciones sin equipaje antes de dar el paso final. Esa tarde llegamos hasta la Bahía de los Témpanos donde el glaciar viedma se junta con el lago del mismo nombre; como testigos de esta unión abundan gigantes bloques de hielo. Durante la noche se oía el crujir de los témpanos transformándose y deambulando por la bahía.
Para el último día de la travesía la previsión del clima sugería que en la tarde entrarían lluvias por lo cual apuramos el paso. Esa etapa fue quizás la menos demandante en términos de esfuerzo físico y desnivel positivo; la mayor novedad fue la del segundo cruce de tirolesa sobre el Río Túnel. Esa vez no hubo compañeros de campamento con los cuales trabajar en conjunto pero con las lecciones aprendidas pudimos resolver con agilidad este paso. Llegamos al estacionamiento del Parque a las 16 horas justo a tiempo para tomar un vehículo que nos llevó a Chaltén y con esto evitarnos 20 kilómetros de aburrido e innecesario pavimento. Ya en la carretera pudimos ver como un ejército de nubes grises se tomaba las montañas que durante cuatro días nos habían acogido.
La sensación que nos dejó la Vuelta al Huemul no se puede comparar con nada que hayamos vivido antes y pensamos que será muy difícil volver a experimentar algo similar. Caminar con la casa a cuestas es una experiencia primitiva y natural dentro de nuestra evolución como especie. El paisaje es algo que solamente existe en ese lugar; en esa latitud y longitud de la tierra. La forma como se dieron las cosas: sin haberlo planeado de antemano, con equipamiento relativamente precario y alquilado, justo en la ventana de buen clima, salvados por desconocidos que dejaron gas para que algunos incautos como nosotros pudiéramos solventar algún impase, son anécdotas que simplemente adornan esta gran aventura. Fuimos muy felices, nos probamos en un ambiente diferente y todo fluyó, tanto entre nosotros como con el universo.
En El Chaltén fuimos a la cervecería la Zorra por unas merecidas Pale Ale de celebración. Pasamos largas horas reconstruyendo las vivencias de los últimos cuatro días, como queriendo quedarnos ahí para siempre. Al final vivimos El Chaltén más de lo que habíamos pensado y no podíamos estar más satisfechos y agradecidos; algo de nosotros se quedó en ese paisaje de agujas de granito y glaciares monumentales y con toda seguridad que mucho de ese lugar viaja ahora dentro de nosotros.
Para navegar en el terreno durante la Vuelta al Humeul utilizamos la traza que la aplicación OSMAND tiene incorporada y puede ser consultada en este enlace.
¿Qué Paso con la estufa?
La MSR Whisperlite es un referente de las cocinas de campamento. La estufa venía funcionando por 10 años, utilizando por supuesto el kit de refacciones que vende la marca americana. Sin embargo, en este viaje fuimos descuidados con el mantenimiento y no limpiamos con la frecuencia necesaria el conducto de repartición de la gasolina, en el cual debido al uso y a las altas temperaturas es común que se acumule hollín. En este caso la manguera se taponó por completo y la gasolina no podía pasar para hacer combustión. Días después en El Chaltén dejamos la manguera sumergida en gasolina por 12 horas y luego jalamos con mucha fuerza la guaya interna usando un alicate de presión (hombresolo). Cuando la guaya salió e hicimos la limpieza, efectivamente salió mucha suciedad. Pudimos reparar transitoriamente la estufa, pues durante las maniobras afectamos la integralidad de la guaya. Meses después compramos una Whisperlite nueva en Santiago de Chile y esperamos que esta tercera unidad dure al menos 10 años como ha sucedido con otras estufas que hemos tenido en el pasado.
4 Comments
Este ultimo relato del chalten esta brutal, me emociono de solo imaginarmelos. que recuerdos tan inolvidable
Noooo que locura.!!!! Parece todo de mentira…envidiable vivencia y seguro como dicen guardarán por siempre. La Fotografía y memorias uffff …demasiado increiblee!!
Muchos angeles o anecdotas en este camino!!!😅😅
Increíbles el relato y las fotos, realmente nos llevan a soñar con visitar estos parajes, pedalear, caminar, acampar, ser felices habitando este hermoso planeta.
Estar inmersos en las montañas, acompañados del silencio y también de los miles de sonidos de los animales y las plantas, es para mí la experiencia más feliz de la vida. Gracias por llevarnos a viajar con ustedes e inspirarnos para soñar nuevas aventuras. Profunda admiración por los dos y gratitud por la amistad que me permite vivir de cerca sus relatos.
Gracias Linis! Esto es solo la continuación de ese gran viaje que empezamos hace más de 20 años en nuestras amadas montañas colombianas. Un abrazo, te queremos mucho!