La Quebrada de Humahuaca en Bicicleta

Provincias de Salta y Jujuy. Cuesta de Lipán, Purmamarca, Tilcara, Humahuaca y La Quiaca

"fiesta de la quebrada humahuaqueña para cantar; erke, charango y bombo, carnavalito para bailar".

Luego de completar “La Vuelta del Diablo” por la Puna argentina regresamos a San Antonio de los Cobres. Allí descansamos, pasamos ratos agradables con Claudia y Omar, los dueños del Hospedaje Pacha Mama, y planeamos nuestro camino rumbo al norte a través de la emblemática Quebrada de Humahuaca. Atrás quedarían varios meses de paisajes secos y desiertos.

Después de varios días de descanso y reorganización era hora de partir, pero el entusiasmo duró apenas un par de kilómetros. El freno delantero, que venía portándose de manera errática, empezó a escupir aceite negro y dejó de funcionar completamente cuando apenas salíamos de las últimas calles de San Antonio. La teoría del daño es que el aceite estaba en un estado muy deficiente y perdió sus propiedades de viscosidad y pureza y terminó por filtrarse entre los empaques. El fabricante no comercializa los repuestos necesarios, así que la única solución era conseguir una maneta de freno nueva, pero esto no sucedería en San Antonio, teníamos que viajar a una ciudad grande para resolver.

Por fortuna, Claudia y Omar viajan de manera constante a Salta Capital, pues allí viven y estudian sus tres hijas, y tenían previsto salir esa tarde. Una vez más fuimos víctimas de su incansable generosidad y nos embarcamos junto a ellos rumbo a Salta. Cuando llegamos a la casa, Luciana la hija del medio, se reacomodo con sus hermanas y nos dejó su cuarto, en la mesa siempre hubo platos de comida para nosotros y sobre todo caras amables con las cuales compartir historias y momentos gratos. Una de las sensaciones más bonitas que hemos experimentado en la vida es la de recibir ayuda y cariño de gente con la cual no teníamos ningún lazo previo, “extraños” se diría. Esto es poderoso y transformador, es lo que realmente necesita el mundo para ser diferente: empatía, generosidad, humanidad. La sensación que se tiene del mundo es la de un lugar amable donde todos somos parte de una misma familia. El compromiso posterior de replicar esa ayuda con otras personas es intrínseco; es una cadena de cosas buenas a la cual hay que darle rienda suelta. En Salta visitamos el centro histórico y nos dimos un banquete de las tradicionales empanadas salteñas, y en la tarde visitamos la tienda de bicicletas Palito Macias donde nos atendieron con suma amabilidad, adquirimos frenos nuevos y aprovechamos para cambiar el aceite a los XT de Cata. Un golpe a las finanzas que no teníamos contemplado.

De regreso en San Antonio instalamos los nuevos frenos y cogimos rumbo al norte. A mitad del camino nos encontramos con una camioneta que había pinchado pero no tenían las herramientas para desmontar el repuesto; algo para bloquear un tornillo y soltar una tuerca. Así que nuestro hombre-solo y alicates fueron una salvación casi providencial y como agradecimiento recibimos una buena dosis de alfajores artesanales los cuales recibimos con toda complacencia. Esa tarde llegamos al solitario municipio de El Moreno, este es un municipio muy pequeño con un par de tiendas y un hospedaje bastante costoso; no solo para la calidad que ofrecía sino en comparación con los precios de la región. Pero estábamos cansados y hacía mucho frío.

Al día siguiente hicimos oídos sordos a los locales que nos advertían que el camino que teníamos previsto tomar estaba destrozado por la lluvia. En efecto lo que en el mapa estaba marcado como una ruta provincial, era en verdad un río seco muy pedregoso, con trampas de arena y obstáculos naturales. Quizás por la sincronía en nuestra terquedad acérrima lo terminamos aceptando y disfrutando.

Después del medio día conectamos la carretera asfaltada, trepamos la vertiente corta de la Cuesta de Lipan y descendimos los dos mil metros de desnivel que se tienen por la mítica cara oriental. De repente, en una de las tantas curvas en herradura, apareció un viento helado; un cambio repentino y categórico de temperatura en solo un instante. Nunca habíamos experimentado algo así, nos detuvimos conmocionados a ponernos ropas y miramos hacia el cielo para saber si algún holocausto o episodio paranormal se había apoderado del momento. No tuvimos otra opción que arroparnos muy bien y continuar el descenso hacia Purmamarca. Ese frente frío se mantuvo por las próximas semanas y nosotros estuvimos ahí cuando llegó a instalarse.

la quebrada de humahuaca en bicicleta

La Quebrada de Humahuaca es una región de gran riqueza paisajística y cultural. En ese inmenso valle, tallado laboriosamente por el Río Grande, se esculpen inmensas montañas de tonos rojizos entre los cuales destacan la Montaña de los Siete Colores y la Serranía del Hornocal. Las tradiciones de los pueblos quebradeños se mantienen en gran medida y son especialmente vistosas y coloridas durante los carnavales, así mismo se conservan construcciones y lugares sagrados. La Quebrada de Humahuaca fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el 2003.

Al día siguiente visitamos la Montaña de los Siete Colores y luego buscamos un segundo desayuno en la plaza central de Purmamarca. Para nosotros resultó un poco desalentador ver la industria del turismo llevada al tope y fue casi imposible ver una fachada libre de negocios y ventas ambulantes de artesanías. Nos recargamos con un choripán y continuamos por la carretera asfaltada hacia el norte.

El siguiente poblado al cual llegamos fue Tilcara. En lo personal tenía mucha inquietud de visitar este lugar. Cuenta la historia que la Selección Argentina de fútbol se concentró en Tilcara durante la preparación para la copa mundial de México 86 como una medida de aclimatación a la altura. Dentro de las tantas anécdotas de este episodio se tiene que el plantel peregrinó hasta un cerro para pedir a la Virgen de Tilcara que interviniera en su favor para conseguir la copa, proeza que a la postre se hizo realidad. Sin embargo muchos lugareños comentan que luego del campeonato los jugadores no volvieron a Tilcara para agradecer por la beneficencia concedida y que por eso Argentina nunca más sería campeón del mundo…

En Tilcara nos juntamos nuevamente con Lucca y Marion, una pareja de ciclistas franceses a quienes habíamos conocido el día anterior en Purmamarca. Ellos vienen viajando desde Patagonia e hicimos buenas migas desde el principio; viven en la zona de los Pirineos y hablan muy buen español, son muy divertidos, generosos y les gusta compartir cervezas y vinos. Teniendo en cuenta que nuestros planes de viaje eran similares acordamos estar en contacto para encontrarnos más adelante. Nosotros aprovechamos el tiempo en Tilcara y fuimos a conocer La Garganta del Diablo, uno de los atractivos naturales de la zona que corresponde a una angostura de una quebrada donde se tienen grandes precipicios verticales. Allí en Tilcara también nos encontramos con nuestro buen amigo Héctor Manzán, que alegría que nos dio volver a verlo; él se quedaría unos días más en casa de un amigo a la espera de repuestos para su bicicleta.

Desde Tilcara el camino asfaltado continuó hasta Humahuaca. Sin duda que visitar estos pueblos fue una gran experiencia, pero rodar por el asfalto nos incomodó mucho. Las carreteras en Argentina no tienen un centímetro de berma para las bicicletas y los vehículos, en especial los buses y camiones, no tienen consideración con los ciclistas; no queda otra opción que ponerse en modo rutero y apurar el paso para reducir la exposición, pero eso no va con nuestra filosofía de viaje.

Desde Humahuaca escalamos 1.500 metros para ir hasta la Serranía del Hornocal, un paisaje montañoso de picos triangulares y rojizos de suma belleza. Ese lugar es un atractivo turístico de gran afluencia, por lo cual hubo mucho tráfico en la carretera y estuvimos casi todo el día entre una gran nube de polvo. Llegamos muy cansados a la cima y para entonces el cielo se cubrió de nubes y no hubo buena luz ni para sacar fotografías, ni para contemplar el resplandor del Hornocal en su máxima expresión. Pero la majestuosidad del lugar es palpable y el esfuerzo valió la pena. Dedicamos el día siguiente a descansar, comer helado y caminar por las coloridas calles de Humahuaca; de nuevo la presencia de turistas fue copiosa pero sentimos que allí se preserva un poco más la esencia del lugar.

Los dos días siguientes fueron una especie de trámite para llegar a La Quiaca, la ciudad fronteriza con Bolivia. Retomamos camino un día domingo muy temprano, pues al dejar atrás la Quebrada y al asomarnos a la Pampa, los vientos se convirtieron de nuevo en otra variable relevante y para esa tarde marcaban valores importantes. Ese día hubo poco tráfico y logramos progresar con rapidez hasta el municipio de Abra Pampa. La última etapa en Argentina la hicimos a relevos; nos turnamos la punta del lote cada cinco minutos y así pudimos registrar una media de 17 kilómetros por hora y llegar a La Quiaca a la hora del almuerzo. Allí recogimos una encomienda con cubiertas nuevas, líquido sellante y cadenillas. Las Maxxis Reckon 2.8 no habían tenido ningún daño, y aunque aún tenían un poco de vida útil ya registraban 7.500 km de uso. En Bolivia no se consiguen este tipo de repuestos y nuestros planes comprendían rutas remotas caracterizadas por terrenos difíciles; no queríamos exponernos a estar con afanes (como le ha sucedido a otros colegas), así que decidimos comprar nuevos zapatos y entrar a Bolivia estrenando gomas.

Atrás quedaría la Argentina, un país al cual queremos mucho y al que seguramente volveremos en el futuro cercano. Nos llevamos los mejores recuerdos de gente amable y alegre, colaboradora y siempre amiga. Gracias Argentina, nos vemos pronto!

Mapa y GPX

La Ruta 40 Norte y el mítico Abra del Acay.

Argentina. La Cuesta de Zapata – Londres – Belén – Cafayate – Cachi – La Poma – Abra del Acay.

la otra mitad de la gloria

Habíamos completado la primera sección de la Vuelta del Diablo. Los recuerdos del Volcán Peinado y los paisajes de la Gran Puna Argentina seguían volviendo a nuestra mente a cada instante; pero era momento de regresar a San Antonio de los Cobres. Luego de unos días de descanso en Fiambalá, salimos hacia Tinogasta para remontar la Cuesta de Zapata y conectar con la emblemática Ruta 40 hacia el norte, remontando el mítico Abra del Acay en bicicleta.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

La Cuesta de Zapata forma parte de la historia de uno de los imperios más aguerridos: el Inca. Este camino conectaba los fértiles valles de Hualfín y Abaucán, donde se erigieron los centros ceremoniales de Shinkal y Watungasta. La envergadura de este camino era tal que, en 1936, la Dirección de Vialidad de Argentina lo adecuó para el tránsito vehicular, siendo parte del trazado de la Ruta 40 hasta 1970. Sin embargo, muchas personas perdieron la vida en sus profundos abismos, por lo que en 2012 fue clausurado. Aunque hoy hay un letrero que indica el cierre de la vía, ciclistas y motociclistas aún mantienen vivo el espíritu de aventura del lugar.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Habíamos planeado acampar al otro lado de la Cuesta, pero la ruta que conecta la vía principal con el pie de puerto nos tomó más tiempo del esperado. Cuando el sol empezó a ocultarse, aún nos faltaban unos 2 kilómetros para coronar el alto y la carretera se volvía cada vez más peligrosa, especialmente para avanzar en la oscuridad. No encontrábamos un lugar donde poner la carpa; a la derecha había una ladera empinada y a la izquierda un solo precipicio. Afortunadamente, en un golpe de suerte, Jose encontró un pequeño espacio plano al borde de la carretera donde apenas cabía la carpa. Esa noche dormimos tranquilos, pues sabíamos que por ahí no podría pasar ningún carro.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Al día siguiente terminamos de remontar la Cuesta y descendimos a toda velocidad hacia Londres. En el trayecto, nos encontramos con maquinaria; están trabajando para ampliar la vía y al parecer quieren construir un túnel, pues hay una sección del Camino Inca que no puede ser alterado. Aunque las obras cerca de Londres avanzan de manera notable, tuvimos la suerte de cruzar la Cuesta mientras aún conserva su espíritu histórico.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Al otro lado de la montaña nos encontramos de nuevo con un paisaje verde, frutas frescas y un clima cálido. Al final de la tarde llegamos a Belén y paramos en un taller para realizar un mantenimiento rápido a las bicicletas. Allí nos sugirieron acampar en el hipódromo municipal, un lugar gratuito y seguro. Además, justo al lado, encontramos las famosas tortillas a la parrilla; desde ese día fueron parte de nuestro menú diario.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

la ruta 40

Desde Belén tomamos la Ruta 40, que en este tramo está pavimentada. Pasamos por Hualfín dónde conocimos a Héctor Manzán, oriundo de Entre Ríos Argentina con quién compartimos los días siguientes en nuestro camino al Norte. En Cafayate, aprovechamos el día de descanso para disfrutar de un asado preparado por Héctor y aprender de la maestría argentina en este arte culinario; por supuesto que acompañamos la parrilla con los famosos vinos de altura de los Valles Calchaquíes.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Después de Cafayate, volvimos a los terrenos que nos gustan: los caminos destapados. Cruzamos la famosa Quebrada de las Flechas para llegar a Angastaco y tomamos la antigua Ruta 40 para conectar con Seclantás. Esta región es muy turística, por lo que la oferta de hospedaje y campings municipales es abundante. El calor de esos días nos obligaba a detenernos en cada pueblo para refrescarnos con una cerveza. Sin embargo, el cambio de temperaturas, el esfuerzo acumulado y una extraña pero leve alergia pasaron factura a Jose, quien terminó en cama; tuvimos que hacer una pausa de unos días en Seclantás antes de seguir adelante

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

Una vez en Cachi, exploramos sus calles, apreciando la belleza de uno de los 18 Pueblos Auténticos de la Argentina y el único de la provincia de Salta; estos lugares se destacan por conservar elementos de su patrimonio material e inmaterial, como la arquitectura, las tradiciones, los paisajes y la gastronomía.  Desde este punto la Ruta 40 se hace más solitaria y agreste. A partir de ahí empezaba el verdadero reto de esta sección del circuito: remontar el Abra del Nevado Acay, el punto más alto de la Ruta 40.

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

el abra del acay en bicicleta

El trayecto hacia La Poma fue solitario, la vasta Puna se vislumbraba a lo lejos, y la altitud comenzaba a hacer sentir su impacto en el cuerpo. Jose aún no se había recuperado y en la noche los síntomas de malestar empeoraron; para ese momento el cuadro era el de una infección respiratoria leve. Así que antes de superar los 3.000 metros de altura de La Poma decidimos esperar unos días. Aunque siempre llevamos antibióticos en el botiquín, no contábamos con la cantidad suficiente para un tratamiento completo. En Argentina, el acceso a la salud es gratuito, incluso para los extranjeros. Así que aprovechamos para ser atendidos en el puesto de salud de la Poma y recargarnos con amoxicilina y otros medicamentos complementarios. La cita duró más de una hora; pero no por la exhaustividad del exámen, sino porque la conversación sobre los viajes y lugares por visitar en la región se hizo grata entre médico y paciente.

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

Un par de días después continuamos el ascenso y llegamos a la Casa de Flavia a 4.000 msnm, un punto muy popular entre los ciclistas para aclimatar y pasar la noche antes de cruzar el Abra. Flavia, junto con sus dos hijos, nos recibió con amabilidad y nos ofreció agua caliente para un mate. Esa noche hizo mucho frío y el sol de la mañana tardó mucho en asomarse pues estábamos rodeados de inmensos montañones, así que salimos más tarde de lo debido para una etapa de este perfil: el trayecto al Abra era de sólo 15 kilómetros, pero con un desnivel positivo de un poco más de 1.000 metros.

Abra del Acay Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

En el camino encontramos varios hundimientos de banca, secciones cortadas por el río y algunos tramos con mucha roca suelta; totalmente pedaleable en bicicleta de montaña, pero imposible para un vehículo y piloto que no sean de 4×4. Los últimos metros hasta el alto fueron muy emocionantes. El Abra del Acay, “nido del viento blanco”,  es un puertazo cuya fama y renombre son muy merecidos. Íbamos celebrando y sonriendo, pues todo lo que habíamos planeado nos había salido finalmente bien. De repente, nos azotó un ventarrón que no habíamos sentido ni en la Patagonia. Con las pocas fuerzas que nos quedaban, empujamos las bicicletas hasta la cima, tomamos un par de fotografías y un fugaz sorbo de whisky que nos convidaron unos motociclistas que habían subido por la otra cara.

Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

Recomendamos leer el relato de Gonzalo Zamorano sobre el Abra del Acay para mayor información de la ruta.

Abra del Acay Bicicleta

Aunque ya estábamos del otro lado, aún teníamos 40 kilómetros hasta San Antonio de los Cobres. El viento era tan fuerte que en los primeros kilómetros del empinado descenso, tuvimos que pedalear con esfuerzo para avanzar. La noche nos sorprendió en la carretera; el frío se hizo más intenso y las ráfagas de viento en contra y de costado se volvieron cada vez más implacables. Poco a poco, las luces de San Antonio comenzaron a aparecer en el horizonte, señalando que estábamos cerca de nuestro destino. Finalmente, llegamos al Hospedaje Pachamama, donde sus dueños Claudia y Omar nos recibieron con una calidez especial, habían estado siguiendo nuestro viaje desde que partimos un mes atrás; nos contaron que justo ese día había una alerta naranja por los fuertes vientos en la zona, vaya que sí.

Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

La Vuelta del Diablo concluyó con un total de 1.447 kilómetros recorridos y 13.375 metros de desnivel positivo acumulado. Habíamos atravesado salares y arenales, habíamos estado a los pies del majestuoso Volcán Peinado, explorado vestigios del antiguo Camino del Inca y remontado el punto más alto de la Ruta 40. Y ahí estábamos de nuevo los dos, compartiendo nuestra alegría y sueños con las personas especiales que la vida y este viaje nos habían puesto en el camino. La Vuelta del Diablo sería sólo el comienzo de nuevas aventuras.

Mapa y GPX

La Puna en Bicicleta

Bikepacking La Puna de Atacama

La puna: la tundra de los andes.

San Antonio de los Cobres es una pequeña ciudad enclavada a 3.800 metros de altura en las montañas de la Puna, Provincia Salta, noroeste de Argentina. Su nombre es epónimo de San Antonio de Padua, patrono de los arrieros y las mulas, y también hace referencia a los yacimientos de cobre que se encuentran a su alrededor de donde existen registros de actividad extractiva desde épocas prehispánicas. Allí encontramos asilo en el Hospedaje Pachamama donde además de descansar cómodamente y planear la ruta de los próximos días, pudimos refugiarnos del temporal de lluvia que cubrió el cielo durante una semana entera. Al menos a 3.800 metros de altura, el descanso y el ocio se disfrazan con un sólido trabajo de aclimatación.

Ya habíamos venido a San Antonio cuatro años atrás cuando hicimos la Ruta de los Seismiles Norte. Así que volver a ese mismo paraje nos causó esos chispazos de emoción que se sienten al reconocer lugares y rincones que nos transportan a otro momento de la vida; el cual también estaba lleno de inquietud y emoción por recorrer la Puna en bicicleta.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Esta vez queríamos volver a la parte alta de la Puna pero a través de un camino diferente a la Ruta de los Seismiles. Por un lado había un deseo de conocer lugares nuevos y por otro, reportes recientes de viajeros advertían de cambios importantes en la zona relacionados con el resurgimiento de la minería y el mayor tráfico de vehículos y personas que eso implica. Así las cosas dibujamos otra ruta más “clásica” que desde Tolar Grande tomaba rumbo al sur por  el Cono de Arita, luego toda margen del Salar de Antofalla hasta el campo de piedra pómez y de ahí bajaba al caserío de Las Papas para llegar finalmente a Fiambalá.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

rumbo a la cordillera

Por segunda vez en la vida, partimos de San Antonio hacia la cordillera. Salimos con provisiones para siete días previendo repostaje en Antofagasta de la Sierra. Las sensaciones de ansiedad y emoción por adentrarnos hacia uno de los lugares más mágicos e inhóspitos de Los Andes eran, antes que cualquier cosa, un privilegio.

 

La primera sección de la ruta consistió en llegar a Tolar Grande en tres días de pedal, casi todo en ascenso. En el camino remontamos el Abra Chorrillos que corona cerca de los 4.600 metros de altura; durante esta escalada nos impactó ver inmensos tractocamiones cargados con 40 toneladas de combustible rodando por esas carreteras tan angostas, sinuosas y escarpadas. En detrimento de los paradigmas de transporte sostenible, allí los camiones tienen la prioridad.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Pocitos fue el primer salar que encontramos y lo cruzamos por el extremo norte donde es más estrecho. Al otro lado de la mancha blanquecina el paisaje se transformó en un macizo de colinas de tierra roja llamado El Desierto del Diablo. Rodamos lento por los caminos laberínticos de polvo tratando de hacer más larga esa hermosa experiencia y de absorber la energía de ese paisaje carmesí.

Bikepacking La Puna
La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Después de remontar las últimas montañas del Desierto del Diablo nos encontramos con un emocionante descenso hacia Tolar Grande. La sensación que tuvimos bajando fue grandiosa; en el paisaje se dibujó el inmenso Salar de Arizaro y detrás, el último espolón de la Cordillera atestado de picos que superan los seis mil metros de altura; si queríamos una imagen emblemática de Los Andes, era esa. Ahora sí estábamos en la verdadera Puna. En Tolar encontramos posada en el albergue municipal; un lugar cálido y cómodo para descansar.

 

La Puna en Bicicleta

Atravesamos el Salar de Arizaro, el más grande de Argentina, hasta el Cono de Arita; una pirámide natural de arena de 200 metros de altura que se levanta en medio de una planicie salitrosa. A pocos pasos de allí hay un campamento de la Minera Mansfield donde fuimos bienvenidos, convidados a cenar y tratados con suma amabilidad. Pasamos la noche en el contenedor que funge como comedor para los conductores de camión, y por supuesto, pasamos largas horas conversando con ellos. Fue muy especial sentir de su parte el deseo nato de viajar y una auténtica pasión por la ruta. Nos contaron de innumerables aventuras con carreteras congeladas, averías mecánicas, noches eternas, caminos difíciles; aventureros más que conductores.

Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna
Bikepacking La Puna

Esa zona de la cordillera es conocida como “El triángulo del litio” (norte de Chile y Argentina, y sur de Bolivia) pues debajo de las ocres montañas e inmensos salares se esconden las reservas de litio más grandes del mundo. Por lo tanto la zona está cundida de campamentos mineros. Este es un tema controversial y no tenemos argumentos suficientes para sentar una posición. En nuestro caso, y como pasa con la mayoría de viajeros, los mineros son aliados del camino; es muy frecuente que detengan sus vehículos a preguntar si todo está bien o si necesitamos algo y casi siempre ofrecen agua y alimento con generosidad. Así mismo hay piezas del equipo sin las cuales sería imposible intentar este tipo de viajes; GPS, teléfono celular, baterías, linterna, panel solar, entre otras están fabricadas principalmente de litio. “Un mal necesario” como para dejar la discusión hasta aquí.

La Puna en Bicicleta

Al día siguiente continuamos nuestro camino hacia el Salar de Antofalla. Remontamos un pequeño cordón montañoso el cual tenía bastante vegetación verde y florida, algo atípico en esa zona. A los pocos metros de haber iniciado el descenso apareció un paisaje de otro planeta; un valle púrpura con pequeños montículos de tierra amarilla y gris y al fondo una pared gigante que se hacía aún más roja con las últimas luces de la tarde. Después de bajar un camino en zigzag bastante empinado llegamos a la Vega de Antofallita donde viven dos reducidas familias quienes nos permitieron armar nuestra carpa en sus predios. Vega es como se denomina a los parajes donde hay fuentes naturales de agua dulce en la Puna, son fáciles de identificar pues es el único lugar donde brota el verde de los pastizales y casi siempre hay arboledas de álamos, es común que haya algún asentamiento humano, o sus vestigios.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Antofalla es un pequeño poblado que se encuentra pocos kilómetros más adelante, justo debajo del Volcán y frente al Salar que llevan el mismo nombre. La carretera, al igual que la de los días anteriores, estaba en muy buen estado, contrario a lo que otros viajeros reportaron en años pasados. En el camino visitamos unos pozos de agua en mitad del salar que generan reflejos, colores y texturas muy interesantes, ese lugar es conocido como Laguna Verde. En ese cuerpo de agua viven microorganismos que soportan temperaturas extremas, altas concentraciones de sal y radiación ultravioleta; esas criaturas se registran dentro de las más antiguas de la tierra. Llegamos temprano a Antofalla ganando algunas horas para el descanso y para preparar el asalto a la parte alta de la montaña. Antofalla significa “pueblo donde muere el sol” en la lengua nativa Kunza.

 

La Puna en Bicicleta
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Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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Cambio de planes

Unos días atrás, cuando salimos de San Antonio, parecía que los planes de viaje estaban claros. Pero al llegar a Tolar Grande los deseos de volver hacia las campiñas del Volcán Peinado empezaron a hacerse más fuertes; ese es quizás el lugar más asombroso e impresionante que hemos visto y estando tan cerca era imposible tolerar la idea de no ir. Durante el viaje anterior a La Puna, en una de las charlas con los hijos de Doña Inés Vasquez; la legendaria mujer que habita de manera permanente en la alta Puna, nos comentaron de un camino invisible en los mapas que subía desde Antofagasta de la Sierra hasta conectar con la ruta al Peinado. Por fortuna nuestra amiga Hana Black, con quién compartimos la Ruta de los Seismiles aquel diciembre del 2019, había anotado el teléfono de Vilo Vásquez y pudimos hacer contacto con él. De inmediato Vilo respondió con un tono de amabilidad y colaboración y por supuesto se acordaba de la grupeta colombiana; en efecto nos dio las indicaciones del camino  y nos propuso una mejor estrategia. Nos dijo que ir hasta Antofagasta de la Sierra nos desviaba mucho, que una pariente suya vivía en Antofalla y era la dueña de un kiosco y que podríamos encargarle que nos consiguiera comida. A través de Vilo contactamos a Honoria y le encargamos una nueva dosis de avena, fideos, galletas, maní y manzanas. Ni en el mejor de los escenarios era posible imaginar una gambeta logística de tanto nivel.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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Apenas llegamos a Antofalla buscamos a Honoria, y aunque no estaba en el pueblo, había dejado razón de nosotros con su sobrina Lorena. Ella, con una frescura insospechada nos acomodo en un refugio con luz y colchón, puso a la orden el baño y cocina de su casa y se despidió con una sonrisa y las respectivas disculpas de quien tiene que continuar con sus labores. Estábamos atónitos con tantos golpes de suerte y sobre todo, con la buena energía de las personas. Tentamos al destino una vez más y fuimos a buscar una cerveza, la encontramos y para colmo de males estaba helada.

Bikepacking La Puna de Atacama
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Partimos de Antofalla recargados de provisiones para siete días de viaje y con una gran ilusión en la mirada. Llegamos hasta el punto conocido como la Vega de las Quinoas donde vive una familia desde hace muchísimos años y ahora también hay un campamento minero de exploración. Allí terminaba la carretera y empezaban las indicaciones de Vilo. Seguimos por una huella junto a la montaña hasta el paraje de Loro Huasi donde pasamos la noche junto a las ruinas de lo que otrora fue una estancia muy prestante.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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A la mañana siguiente continuamos bordeando unas paredes de roca roja, siguiendo una tímida huella que por momentos emergía entre la sal y la tierra. Al cabo de unos 12 kilómetros conectamos con la carretera y trepamos durante varias horas hasta llegar a la casa de Doña Inés, ya hacia el final de la tarde. No hay palabras para expresar la emoción que sentimos ese día al reconocer a Doña Inés sentada frente a su casa de piedra tejiendo unos guantecitos para su nieto, así tal cual como la vimos cuatro años atrás la última vez que volteamos nuestras cabezas para decir adiós. Doña Inés nos recibió con amabilidad y compartimos con ella un té con galletas en la intimidad de la cocina. Por ahí daba vueltas un gatito travieso recién nacido a quien Doña Inés bautizo “Paipa”, que es el nombre del pequeño y cálido municipio donde vivimos en Colombia; quizás porque el nombre le sonó divertido pero también porque percibió en nuestra voz emoción y nostalgia cuando hablamos de ese pueblito al que añoramos volver cuando esté viaje termine. Desde ese punto, la Vega de Brea, hacia el sur seguiríamos la línea de la Ruta de los Seismiles; uno de los itinerarios más épicos de este deporte.

Bikepacking La Puna de Atacama
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La ruta de los seismiles

Pocas veces la realidad supera a la imaginación y los días siguientes fueron una muestra contundente de ello. A los pocos kilómetros de salir de La Brea nos encontramos con unas dunas gigantes por las cuales nos descolgamos a toda velocidad trazando líneas sobre un manto infinito de arena. Quizás la sensación más parecida a ser pilotos de rally. Conectamos nuevamente con el Salar de Antofalla y progresamos por la margen izquierda donde el terreno se encuentra en su estado natural, es decir rudimentario y difícil; tanto así que en el gremio de los ciclistas están sección se conoce como el “Boulevard del broken culo” pues pasar por ahí causa un desgaste significativo en el cuerpo.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

Al final de la tarde, la luz amarilla y cálida añadió brillo y color a los tonos de la carretera arenosa que se abría paso entre un campo de lava de rocas punzantes y ocres. La atmósfera olía a azufre y la sensación de ir rodando por otro planeta se hacía cada vez más intensa. El viento nocturno se fue a dormir temprano y nuestro sueño fue plácido hasta que apareció en escena un ratón simpático y regordete que se ensañó con nuestras botellas de agua; el sonido de sus dientes filosos raspando el plástico nos impidió pegar el ojo y por más que salimos a ahuyentarlo, el bendito regresaba al poco tiempo y continuaba con su pilatuna. ¿Seremos tan malos cocineros que el ratón prefirió hurgar entre los polímeros de las botellas que asaltar nuestros suculentos fideos con quinoa?

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
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La etapa del día siguiente ocupará por siempre un lugar de privilegio en nuestros recuerdos ciclísticos y terrenales. Una ópera prima de la cual podemos recordar metro a metro las experiencias vividas. Para empezar tuvimos que desviarnos 2 kilómetros del camino para ir a recargar agua a una veta natural conocida como la “Vega de Agua Dulce”¿Como es posible que a la verja de un salar y de un volcán donde yacen campos de lava y aires azufrados, donde todo es seco y estéril, de repente aparezca una fina acequia con agua dulce y refrescante? “Las cosas de Dios” parece ser una explicación correcta y hasta objetiva.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

Con 10 litros de agua en cada bicicleta, suficiente para los próximos tres días, remontamos una huella de baja pendiente que se irrigaba con arroyos calientes y salados. Más adelante nos internamos en uno de los pasajes más épicos de la Cordillera: el funnel; un corredor de 4 kilómetros de arena espesa que conducían a una hermosa laguna verde a los pies del Volcán Peinado. Almorzamos en un punto donde habia murallas de piedra y que cuatro años atrás habíamos usado como lugar de campamento, pero por esa misma experiencia sabíamos que debíamos  progresar hasta más arriba para que la etapa del día siguiente fuera más llevadera y menos riesgosa. Escalamos por una lengua de arena muy angosta donde empujamos la bicicleta casi todo el tiempo. Luego salimos a un barreal seco y plano con vistas impresionantes del Peinado el cual estaba decorado con una nube lenticular que parecía un sombrero. Acto seguido atravesamos el último campo de lava por una huella que resultó ser el arenal más movedizo de todos los que habíamos cruzado; las bicicletas se enterraban y se deslizaban con suma facilidad entre los cantos grises y sueltos del terreno. Fue mágico estar en ese lugar tan remoto y agreste en completa soledad, pero por eso mismo la sensación fue pacífica y solemne; el mundo entero para nosotros. Aveces pienso que el Peinado se divertía viéndonos cruzar como dos hormiguitas por sus faldas y campiñas de rocas magmáticas petrificadas en las que él mismo escondió un fino laberinto para que algunos mortales con deseos de aventura que se atrevieran a ir hasta allá adquirieran una nueva dimensión de la inmensidad y de la belleza

Bikepacking La Puna de Atacama
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La Puna en Bicicleta
Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama

La estrategia venía saliendo al pie de la letra y pudimos encarar el último paso de montaña con una buena ventana de tiempo. El esfuerzo de los días anteriores se decantó por completo esa mañana y las piernas simplemente no respondían; ni para pedalear, ni para caminar. Fue la primera vez que entendimos esa expresión ciclística de estar “vacío”; era desconsolante pero al mismo tiempo interesante experimentar una nueva condición del organismo. Desde el paso, a 4.999 metros de altura, nos descolgamos en franco descenso hacia la Laguna Purulla donde divisamos nuevamente tonos vivos y coloridos. En ese tramo varios ciclistas han rajado sus cubiertas así que optamos por ser muy precavidos y progresar con lentitud. Llegamos al campamento con el tiempo suficiente para extender los aislantes y estirar los músculos de las piernas, el cuerpo necesitaba de mantenimiento. Aunque ya habíamos salido de la parte más remota y de mayor exposición, aún quedaban 3 días de pedal hasta Fiambalá.

Bikepacking La Puna de Atacama
Bikepacking La Puna de Atacama
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Al día siguiente surcamos la laguna llena de flamingos rosados y conectamos una carretera que se notaba que recién había recibido mantenimiento. Atravesamos por toda la mitad el cráter extinto del Volcán Cerro Blanco y luego por todo el campo de piedra pómez. Antes esta sección era una planicie interminable donde cada quien elegía su camino, ahora hay una carretera bien trabajada y esta prohibido abandonar el trazado; pues la frecuente visita de vehículos motorizados dejaban marcas permanentes que amenazaban la integridad de este paisaje

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

El descenso hacia el caserío de Las Papas fue muy emocionante. Por una parte el pasaje había cambiado de manera drástica y el aire templado se sentía en la piel. Luego de transitar varios días por inmensos terrenos, ahora rodábamos por una fina línea al margen de un cañón bastante escarpado y delicado; otra de esas carreteras que no nos atreveríamos a hacer en vehículo. Durante esa bajada sentimos una felicidad bonita, una ligereza en el espíritu, una mezcla de sueños y promesas cumplidas, de suerte, benevolencia providencial y de estricta planeación y método. No cabe duda que viajar por la Puna es un hito sobresaliente en la hoja de servicios de todo ciclista de aventura y que salir sano, salvo y contento se allí supone una validación intrínseca de habilidades y condiciones para este deporte. Pero sobre todo es una situación que otorga una motivación enorme y al que le gustan estas correrías, le abre un nuevo universo de deseos y posibilidades.

La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta
La Puna en Bicicleta

Llegar a Las Papas tuvo un aire de melancolía, pues la sensación principal fue la de encontrar a un pueblo abandonado. Y no es de extrañar, pues este lugar es accesible por una carretera que es a la vez el cauce de un río; por eso cada vez que llegan las lluvias el pueblo queda incomunicado y durante el último verano estuvo así por más de 40 días seguidos. Los pobladores se hartaron y la administración tampoco puede ofrecer una solución, así que es casi natural que en Las Papas no haya perspectivas de arraigo.

La Puna en Bicicleta

Los pronósticos del clima rara vez fallan en estas latitudes y teníamos un solo día para salir de Las Papas antes de que entrara un frente de lluvia y de frío. Este era un riesgo que no podíamos ni queríamos correr. En efecto el cielo amaneció cubierto de nubes y con esa advertencia apuramos el paso. En el camino se cruza el río más de 70 veces; la complejidad es progresiva y los últimos pasos involucran profundidades a más de media rueda y por secciones largas. Al final de la tarde llegamos al poblado de Palo Blanco y compramos algunas provisiones para ir a una zona de camping unos metros más arriba del valle. El tendero auscultó nuestros planes con preguntas incautas y cuando estábamos empacando todo en la bicicletas salió de la tienda para decirnos que esa noche iba a caer la temperatura y nos iba a dar mucho frío, que podíamos pasar la noche en su casa, insistió en su oferta así que aceptamos. 

Pasamos la noche en la sala de la familia Ocampo tomando mates y hablando de Fútbol, repasando los triunfos de Racing “La Academia” y el historial de colombianos que habían militado en el equipo imperial: Juanfer Quintero, Alex Viveros, Gio Moreno, Roger Martinez, Teo, y por supuesto Gerardo Bedoya; artífice del campeonato en 2001. En efecto la temperatura se desplomó y al día siguiente amaneció el día envuelto en lloviznas hasta pasada la media mañana, por fortuna el tramo hasta Fiambalá era corto, plano y asfaltado.

La Puna en Bicicleta

Llegamos a Fiambalá, “tierra de vientos” en Diaguita, a mitad de un puente feriado y la ciudad respiraba una gran concurrencia de turistas, razón por la cual nos costó conseguir hospedaje. Descansamos un par de días y nos preparamos para completar la otra mitad de la “Vuelta del Diablo”; el camino hacia el norte de regreso hacia San Antonio de los Cobres a través de la legendaria Ruta 40.

¡Gracias por leer, nos vemos en la ruta!

Mapa y GPX

A este itinerario le hemos dado el nombre de la “Vuelta del diablo” y se compone de diferentes rutas y viajes documentados por otros viajeros. Sugerimos complementar esta lectura con la entrada principal de la ruta de los seismiles, la crónica de gonzalo zamorano, el realto de ryan wilson y las historias de Eileen Schwab y Andy Hovey.

La Tierra del Fuego en Bicicleta

Fin del Mundo Bikepacking

Este relato cubre el viaje por la Isla Grande de Tierra del Fuego. El último archipielago de América.

El fin del mundo en bicicleta

Cuenta la leyenda que en las oscuras noches de 1520, mientras Magallanes navegaba y exploraba las aguas del extremo sur de América por el estrecho que a la postre llevaría su nombre, las enormes fogatas de los nativos Selk’nam y Yamanes resplandecían en la distancia, iluminando la noche y brindando calor en el implacable frío austral. Estás fogatas parecían envolver la tierra entera. 

Bienvenidos a nuestro camino por La Isla Grande de Tierra del Fuego en bicicleta.

Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes

Luego de haber recorrido más de 3.600 kilómetros desde Valdivia, queríamos completar el proyecto Primavera Cero: la Patagonia en bicicleta, siguiendo la singular Ruta del Fin del Mundo. Sobre el mapa, la línea de viaje es muy llamativa, pues atraviesa la Isla por toda la diagonal y sobre caminos secundarios.

Esta ruta cruza de Chile a Argentina por el paso Bellavista. Sin embargo, desde el 2019 este control fronterizo había estado cerrado; inicialmente por la pandemia de COVID-19 y luego por el colapso del puente sobre el Río Rasmussen en el lado argentino.Las noticias de que este Paso abriría empezaron a sonar desde septiembre de 2023. Sin embargo, el calendario marcaba ya el año 2024 y esta promesa aún no se había materializado. Varias semanas antes de llegar a Punta Arenas empezamos a escuchar el rumor de que el 1 de febrero sería el gran día: el Gobierno Argentino estaba próximo a finalizar las obras y el paso estaría nuevamente en funcionamiento. Pero entre las líneas de los comunicados locales, las mismas expresiones del pasado resonaban: “se espera”, “está presupuestado”, “confiamos”. Decidimos conceder unos días más a la espera, y prolongamos el descanso en Puerto Natales y en Punta Arenas, para darle tiempo al tiempo.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Finalmente, establecimos comunicación con la Delegación Presidencial Provincial de Tierra del Fuego de Chile, quienes nos confirmaron la apertura. Con la ilusión, quizás un poco inocente, de ser los primeros ciclistas en cruzar en los últimos 4 años, planeamos la ruta y fecha de partida de Punta Arenas para asegurarnos de estar allí el 1 de Febrero.

Fin del Mundo Bikepacking

Con el corazón lleno de emoción, nos preparamos para abordar el ferry que nos conduciría desde Punta Arenas hacia el puerto de Porvenir. Navegamos por el mítico Estrecho de Magallanes, imaginando las hazañas de aquel explorador audaz que un día desafió estas aguas del Sur.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

 

Ese día la etapa fue corta. Descansamos a las orillas de la Bahía Inútil, cuyo nombre evoca las palabras del capitán Phillip Parker King en 1827, cuando declaró que está bahía no ofrecía posibilidades de anclaje ni de refugio para los navegantes.

 

Al siguiente día nos desviamos de la carretera principal y seguimos bordeando la Bahía Inútil por un camino de tierra muy poco transitado. A lo largo de esta ruta se encuentran varios refugios construidos con la finalidad de socorrer a viajeros como nosotros; sin embargo, muchos están vandalizados: sin ventanas, con vidrios y basura en el piso, sin puerta, entre otros. Nosotros logramos dormir en dos refugios que estaban en relativamente buenas condiciones: el primero cerca al Parque Pingüino Rey y el segundo en el cruce con el camino hacia Cameron.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Después de cuatro días desde nuestra partida de Porvenir, llegamos a Pampa Guanaco, una pequeña aldea a catorce kilómetros de la frontera Bellavista. Con sorpresa y gratitud, descubrimos una tienda recién abierta, no marcada en ningún mapa así que aprovechamos para reponer nuestras provisiones de galletas y deleitarnos con alguna que otra golosina. Así mismo encontramos un camping municipal gratuito y pudimos armar nuestra carpa debajo de un techo de madera y protegernos un poco más del frío.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

El primero de febrero despertamos bajo el manto de la lluvia, lo cual retrasó nuestra partida un par de horas. Efectivamente fuimos los primeros ciclistas en cruzar después de tanto tiempo, y con esto, la Ruta del Fin del Mundo se restableció en su trazado original. Nuevamente nos habíamos salido con la nuestra, y los planes fríamente calculados se habían ejecutado a la perfección

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

La Ruta del Fin del Mundo recorre 25 kilómetros dentro de los predios de la Estancia El Rubí, ya en territorio argentino. Aunque muchos ciclistas han tomado este camino, nosotros preferimos no cruzar por terrenos privados. Igual, al día siguiente conectaríamos nuevamente con la Ruta cerca del Lago Yehuin.

Fin del Mundo Bikepacking

Aprovechamos el viento a favor que sopló aquella tarde para rodar una larga etapa hasta Río Grande. Pasamos la noche en el único camping de la ciudad: el pequeño oasis de la Casa Azul, donde Graciela, su dueña, nos recibió con mucho cariño.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Argentna Futbol

Desde Río Grande salimos por la carretera destapada hasta el Lago Yehuin. Allí, junto a sus apacibles aguas, se encuentra un hotel abandonado, uno de tantos en Tierra del Fuego que no sobrevivieron a la recesión de finales de los 90 en Argentina. Hoy en día estás ruinas fungen como refugio para viajeros y son muy populares en el gremio de los ciclistas.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Teníamos mucha expectativa de llegar a Tolhuin, pues habíamos escuchado la leyenda de una panadería milenaria que acoge a viajeros en bicicleta desde hace más de 40 años. Y así fue: su dueño, Emilio, nos recibió con mucha calidez, y nos mostró las camas en la bodega donde podíamos pasar la noche. Esta panadería es enorme; en sus largas vitrinas se exhiben numerosos productos de amasijos, repostería, chocolatería, paraíso para cualquier goloso y para ciclistas hambrientos cómo nosotros. Aguardamos hasta las once y media de la noche, hora en la cual rematan la producción del día y nos aprovisionamos de posterecillos y hojaldres (facturitas en idioma argentino), los cuales endulzaron nuestro camino en los días siguientes.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

En nuestro camino a Lago Escondido, nos encontramos por tercera vez con una familia viajando en bicicleta. Estos encuentros nos llenan de inspiración y alegría, sobre todo al ver a los chicos felices y descubriendo el mundo como pocos.

Fin del Mundo Bikepacking

Al día siguiente remontamos el Paso Garibaldi, la última dificultad de la Cordillera de los Andes. Ese puerto tiene dos caminos: uno antiguo y destapado que otrora conectaba la Hostería Petrel (hoy en ruinas) al borde del Lago Escondido con el alto, y una carretera asfaltada construida en época recientes con dineros de los Estados Unidos. Empezamos a trepar la montaña por el camino destapado, el cual fue construido en 1.948 sobre una huella que el empleado de vialidad nacional de origen Selk’nam Luis Garibaldi Honte había proyectado. Cuando empezamos la jornada, arriba bien arriba se alcanzaba a ver la carretera pavimentada pero no entendíamos cómo conectariamos con ella pues en frente nuestro solo teníamos una pared de tierra. La respuesta fue un segmento de 3 kilómetros con una pendiente muy fuerte que de manera rebelde se trepaba por la vertical. De repente, la silueta de turistas que colmaban el mirador se volvió nítida y las voces de aliento llegaron hasta nosotros. Las últimas curvas eran muy empinadas y técnicas. Quizás, de no ser por la mirada atenta de quienes nos observaban, hubiéramos puesto pie en tierra; pero somos de la tierra de Lucho, de Patro, de Nairo, de Rigo, de Superman y de Giovanni Jiménez Ocampo; no podíamos hacer quedar mal al ciclismo colombiano.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Nos encontrábamos a las puertas de Ushuaia; una treintena de kilómetros en franco descenso. Pero en la Ruta del Fin del Mundo, aún quedaban dos días de pedal, quizás los más épicos de todo el viaje. 

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

EL CANAL BEAGLE

Descendimos rodeados por las enormes montañas de la Cordillera Darwin y nos desvíamos de la principal tomando la carretera que lleva a Puerto Almanza. De pronto, nos estrellamos contra el mar; y no con cualquier pedazo de mar. Frente a nosotros estaba el Beagle, el último canal navegable de la tierra. Haber llegado hasta allí fue muy emocionante, pues habíamos soñado con este retazo del mapa, sobre los 54 grados de latitud sur, desde meses atrás cuando empezamos a planificar nuestro viaje.

Nos deleitamos con unas empanadas de pescado en los tradicionales restaurantes que bordean el canal y continuamos nuestro camino por senderos estrechos, inmensos pastizales y secciones doradas al lado del mar. Esa noche acampamos en una planicie rodeada de caballos salvajes, acompañados de la brisa marina que silbaba entre los árboles.

Al otro día enfrentaríamos la sección más dura de la Ruta: un hike-a-bike de 6 kilómetros por un tupido y lodoso bosque. El primer kilómetro de este tramo nos tomó casi dos horas. El camino era sumamente empinado y cada tanto aparecían árboles caídos, los cuales son muy duros de superar con una bicicleta de casi 50 kilos; nuestras piernas y brazos no daban más. A eso del tercer kilómetro el camino se hizo más fácil, y logramos rodar una buena parte hasta el Río Encajonado. Desde ese punto el sendero es totalmente transitable y unos kilómetros más adelante conecta con una carretera de ripio que lleva a Ushuaia.

Seguramente que para muchos parece no tener sentido estar empujando las bicicletas por un camino que incluso caminando es desafiante. Pero estar ahí al lado de las aguas profundas y azules del Beagle, imaginandonos cómo un puntico en el mapa que va dibujando una línea por todo el borde inferior de América del Sur, encarna una expresión que solo se viene a entender en esos momentos: aventura.

Ese día llegamos a Ushuaia; pero nuestro viaje aún no había terminado. Sin embargo, aceptamos las dos cervezas de cortesía que nos dieron en el pub Krunt por haber llegado hasta allí. Sin fuerza y con dolor en las piernas, pero con vino, jamón serrano, y queso madurado, salimos hacia el Parque Tierra del Fuego, la última jornada del Proyecto. Luego de rodar 22 kilómetros por una fina carretera de grava que se abre paso como una calle de honor entre el bosque magallánico cundido de lengas y ñires, llegamos a la Bahía Lapataia dónde termina la Carretera Nacional 3. Dentro de la narrativa de los viajeros sobre ruedas este lugar corresponde al “Fin del Mundo”.

Esa noche, la última de nuestro viaje, acampamos en una linda pradera junto a un río cristalino. Tomamos vino y fumamos un habano que habíamos comprado seis años atrás, en nuestro primer viaje de bicicleta juntos por la isla de Cuba. Reconstruimos el viaje y agradecimos por qué todo, absolutamente todo, había salido bien; habíamos aprendido, habíamos tenido innumerables aventuras, y en especial, habíamos disfrutado la vida juntos. Ahora, solo queríamos más.

 

Mapa y GPX

El Chaltén. Parque Nacional Los Glaciares

Cerro Torre

Este relato cubre el recorrido desde el Lago O’Higgins hasta El Chaltén por el Paso Fronterizo de Dos Lagunas y los senderos de caminata del Cerro Torre, el Fitz Roy y la Vuelta al Huemul.

Las dos lagunas

En Villa O’Higgins termina la Carretera Austral y no hay más camino carreteable; para continuar hacia el sur se debe tomar una embarcación para cruzar el Lago O’Higgins. Existen dos compañías que prestan este servicio de transporte; es recomendable contactarles con antelación para hacer una reserva pues además de la alta demanda durante la temporada, el zarpe de las lanchas está supeditado a las buenas condiciones del clima. El costo del pasaje en diciembre de 2023 fue de 50 dólares. Después de una hora y media de viaje, en la ribera sur, se encuentra el pequeño asentamiento de Candelario Mancilla donde se ubica el puesto de Carabineros de Chile, allí realizan los trámites migratorios para salir del país.

Lago O'Higgins
Lago O'Higgins
Lago O'Higgins

Desde Candelario Mancilla se tiende un puerto de 22 kilómetros en constante ascenso hasta un alto donde se dividen las soberanías de Chile y Argentina; el hito IV-0-B o paso fronterizo de Dos Lagunas. En suelo argentino el camino corresponde a un sendero que baja por medio de un tupido bosque hasta el Lago del Desierto. Este tramo de 6 kilómetros ocupa un lugar importante en la cultura de los viajeros en bicicleta pues suscita tanto amores como odios. Nosotros, con rueda ancha de 2.8 pulgadas, equipamiento ligero y entusiastas de la bicicleta de montaña, pudimos rodar un 80% del sendero; solo interrumpidos por algunos árboles caídos y un par de pequeños pantanos. Pero la mayoría de los ciclistas lo encuentra poco entretenido, quizás porque luego de viajar miles de kilómetros sobre la franqueza de la Carretera Austral este pasaje resulta atípico y porque transitar por este sendero estrecho con una configuración tradicional de alforjas laterales puede resultar incómodo.

Lago Del Desierto
Lago Del Desierto
Paso Dos Lagunas