800 kilómetros de pedal en el desierto más árido del mundo
The heat was hot and the ground was dry, but the air was full of sound...atacama en bicicleta
El proyecto Primavera Cero: la Patagonia en bicicleta se había hecho realidad; recorrimos 4.321 kilómetros entre Valdivia y Ushuaia. Y aunque para muchos llegar al extremo sur de América Latina implica el final de su travesía, para nosotros significó el inicio de una nueva aventura. En nuestro espíritu, las ganas de rodar por el mundo estaban más vivas que nunca. Así que nos fuimos a explorar en modo bikepacking el Desierto de Atacama.



Con la motivación de seguir descubriendo la Cordillera, decidimos que nuestro siguiente destino sería la inmensa región de los Andes centrales, donde confluyen las soberanías de Chile, Argentina y Bolivia: La Gran Puna de Atacama, uno de los lugares más áridos y desolados de América del Sur.



Dos trayectos en bus y dos vuelos, nos “teletransportaron” a San Pedro de Atacama; el preámbulo perfecto para probar nuestros cuerpos en el sofocante calor del desierto y en alturas superiores a los 3.500msnm. Allí estuvimos varias semanas pues debíamos esperar a que las tormentas eléctricas, comunes en época de verano en territorio Argentino y Boliviano – donde continuaría nuestro viaje – , dejaran de amenazar el cielo cordillerano.


Las comunidades indígenas atacameñas tienen una importante presencia y poder en esta región y una gran parte de los terrenos son de su propiedad. Por esto, hacer “wild camping”, especialmente en el valle cerca del Salar de Atacama, está prohibido. Además, en el desierto es difícil esconderse; la carpa está expuesta a la vista, al sol y al viento. Veníamos acostumbrados a un contexto totalmente opuesto en la Patagonia. Estas restricciones, junto con los altos costos para visitar la mayoría de los lugares naturales, nos hizo sentir extraños.

En San Pedro hicimos algunas rodadas de un día para explorar el desierto. Fuimos al Valle de Catarpe, una zona donde muchos turistas recorren a pie o en bicicletas alquiladas la Garganta del diablo. Habíamos visto la posibilidad de hacer un recorrido más largo, cruzando por un túnel abandonado que hace muchos años conectaba San Pedro con Calama. Los guías del lugar nos indicaron que la ruta que queríamos hacer estaba por fuera del trazado turístico, pero no fueron enfáticos en señalar que no podíamos cruzar. En nuestras investigaciones previas, analizando el mapa de calor de Strava, habíamos visto que esta era una ruta concurrida por lo que decidimos continuar con nuestro plan inicial; efectivamente, encontramos varias huellas de ruedas sobre la arena. Cruzamos caminos viejos y finos y tupidos senderos de tierra roja para conectar con la famosa Garganta del Diablo, dónde nos divertimos como niños chiquitos.


También visitamos el “Magic Bus” ubicado en Vallecito; un sector poco concurrido al sur del desierto, donde se encuentra una carrocería de un vehículo abandonada. Cuenta la leyenda, que este bus fungía como comedor de los trabajadores de una mina hace algunos años. El ride fue muy divertido, pues los caminos ofrecen una mixtura de paisajes; desde perspectivas inmensas del desierto hasta pasajes encajonados en dunas y paredes de barro. Salimos por detrás del Valle de la Luna, dónde vimos varias zonas precariamente cercadas con signos de precaución. Es curioso que en Atacama, epicentro espiritual y natural de América, e importante región turística del país, aún existan campos con minas antipersonales: una desquiciada estrategia utilizada por Augusto Pinochet, quien en 1978 decidió poner en las fronteras chilenas más de 180.000 minas por las tensiones con los gobiernos de Argentina, Perú y Bolivia.



Hacia la cordillera
En frente de San Pedro se alza la Cordillera de los Andes, con el imponente Volcán Licancabur manifestando la grandeza de este lugar. Debíamos empezar a probar nuestro rendimiento en la altura, pues una vez en Argentina, estaríamos rodando sobre los 3.800 msnm por varias semanas. Así que planeamos algunos recorridos de varios días para “entrenar” el cuerpo y la mente. El primer reto al que nos enfrentamos en estos viajes cortos fue la poca disponibilidad de agua en el camino; el salar de Atacama, el mayor depósito salino de Chile y el tercero más grande del mundo, hace que la mayoría de fuentes de agua sean saladas. Por esto, para estás jornadas cada uno debía cargar más de 15 litros de agua; conseguimos botellas de gaseosa de 2 y 3 litros, galones de agua desmineralizada (perfectos para ubicar al costado de la parrilla), y dejamos algunas cosas en el camping de San Pedro para viajar más ligeros.

Subimos en tres ocasiones hacia la Cordillera. La primera vez fuimos en dos días hasta la comunidad de Machuca ubicada a 4.000msnm, donde acampamos en el parque infantil. Es importante llegar antes de las cuatro de la tarde, pues a esa hora los encargados de la comunidad regresan a San Pedro. Unos días después subimos de nuevo pero tomamos el camino que lleva a las Termas de Puritama y continúa hacia el Volcán Sairecabur; el segundo día instalamos el campamento a 4.700 msnm. En este punto, encontramos varias paredes de piedras, por lo que es posible asumir que en algún momento esta fue una zona muy visitada por montañistas; lastimosamente, además de los “refugios”, hay muchas latas de comida en el piso (más de las que se esperaría encontrar en un lugar sagrado). En la noche, un fuerte dolor de cabeza se apoderó de Jose. Si bien no manifestaba dificultad para respirar ni náuseas, el dolor se hacía cada vez más fuerte y se incrementaba al realizar cualquier movimiento. A las 2 de la mañana, tomamos la decisión de descender rápidamente a San Pedro para perder altura de inmediato. Aunque no fue una situación ideal, el cielo estrellado nos acompañó e iluminó nuestro camino y al final de cuentas una parte de nosotros disfrutó rodar por la Cordillera en medio de una tranquila noche. En la tercera oportunidad, llegamos a la comunidad de Guatín, dónde unos días antes habíamos acampado en el Valle de los Cáctus. Teníamos la intención de continuar nuestro ascenso al siguiente día, pero nos enteramos de un robo a unos turistas en las horas previas y decidimos regresar a San Pedro esa misma tarde.








Definitivamente el momento más especial fue el viaje hacia el Monturaqui: un cráter producido por el impacto de un meteorito hace aproximadamente 600.000 años. Este cuenco perfecto de 350 metros de diámetro y 40 metros de profundidad fue descubierto apenas en 1962. Fueron 4 días de viaje para acampar en este remoto y poderoso escenario.







Nuestra estadía en San Pedro de Atacama fue sin duda interesante. El desierto, los cañones, los single tracks, los descensos, los salares y el sol, son la combinación perfecta para la bicicleta de montaña. Sin embargo, hubo algo que no nos conectó del todo con el espíritu del lugar.

La argentina, otra vez
Luego de tres semanas pudimos por fin cruzar a la Argentina. No habíamos podido aclimatar cómo esperábamos; hacer el Paso Jama en bicicleta implicaba estar tres días a mucha altura, y necesitábamos llegar a San Antonio de los Cobres antes de que entrara un frente de fuertes lluvias. Con este escenario de clima y salud, decidimos tomar un carro que nos llevó hasta la frontera. El paisaje fue majestuoso y una parte de nosotros se arrepentía de no estar viviendo el lugar sobre nuestras bicicletas. Sin embargo, como diría el Cholo Simeone, “las decisiones no se elijen, se toman”. En Jama, nos hospedamos en el hotel de la YPF y al día siguiente partimos hacia Susques por la Ruta Nacional 52, dónde rodamos sobre los 4.000msnm por los más de 100 kilómetros de camino pavimentado. El paisaje de la puna se empezaba a vislumbrar y la energía de la Argentina nos recargaba de nuevo.



Desde Susques tomamos rumbo al sur hacia San Antonio de los Cobres por uno de los tramos menos visitados de la Ruta 40; durante los meses de verano no es posible transitar pues los ríos se comen el camino. Pasamos por Pastos Chicos y Puesto Sey dónde se encuentran hospedajes comunitarios muy bien cuidados. El Volcán Tuzgle (5.530msnm) nos acompañó en el horizonte hasta el límite entre las provincias de Jujuy y Salta. Esta carretera pasa por el Viaducto de la Polvorilla, el vestigio de uno de los proyectos ferroviarios más emblemáticos de Sur América: “El tren a las nubes”. El viaducto se ubica a una altura de 4.200msnm, tiene 224 metros de largo y 64 metros de alto. Hacía parte del ramal C-14 del Ferrocarril Belgrano, que conectaba Salta Capital, San Antonio de los Cobres y Tolar Grande, con el Paso fronterizo de Socompa a 3.876 msmn. Aquí se hacía un intercambio con el tren chileno y los pasajeros y la mercancía seguía su camino hacia Antofagasta y el Mar Pacífico. Este servicio transandino funcionó entre 1940 y 1970. Aunque en la actualidad sólo están habilitados 22 kilómetros para el turismo, mantiene el título de ser el tren de pasajeros de mayor altura.








Llegamos a San Antonio de los Cobres y encontramos asilo en el cómodo hospedaje Pachamama. Como se había pronosticado, al siguiente día y por más de una semana, el cielo se llenó de nubes negras, lluvias y descargas eléctricas. Según nos comentaron los locales, no es habitual que existan precipitaciones en el mes de marzo. Aparentemente, el cambio climático está haciendo de las suyas. Desde aquí, nos adentraríamos por completo en La Gran Puna.
Las rutas que hicimos durante esta sección del viaje se encuentran acá.
Gracias por leer y por acompañarnos en esta aventura.
