Los Yungas y La Carretera de la Muerte en Bicicleta

Sud y Nor Yungas, Bolivia.

LA REGIóN DE LOS YUNGAS

La última sección de Mamá Coca Sur había sido remota y solitaria. En los días finales apenas nos encontramos con un par de personas y quizás uno o dos carros. Luego de cruzar la cara norte del nevado Illimani y conectar la carretera principal, dejamos atrás el trazado de Mamá Coca para iniciar la ruta de bikepacking La Gira del Sud Yungas; queríamos descubrir otra región de Bolivia y disfrutar del clima cálido por algunos días.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Al coronar el Abra Pacuany, nos vimos rodeados por un desfile de carros que pasaban a toda velocidad por la estrecha y polvorienta carretera. Por un momento, consideramos abandonar la misión y replantear nuestros planes. Sin embargo, al no haber estudiado el tramo de Mamá Coca que seguía y con el sol comenzando a caer, decidimos continuar hasta Tres Ríos, donde descansaríamos esa noche; afortunadamente, la ruta se fue volviendo cada vez más tranquila. Después de preguntar en varias tiendas, encontramos a los dueños de uno de los pocos hospedajes del pueblo y descubrimos la que, para nosotros, fue una de las mejores pollerías broaster de Bolivia; o al menos, así nos pareció esa noche, ¡cada uno se comió tres platos!

La región de los Yungas es una zona de transición entre las altas cumbres de la Cordillera de los Andes y la Amazonía. Nos encontramos ante un paisaje totalmente diferente al que habíamos visto en los últimos nueves meses. Las provincias del Sud Yungas y el Nor Yungas se caracterizan por su geografía montañosa, precipicios profundos, verdes abundantes y vegetación exuberante.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Los datos de Osmand, la aplicación de planeación y navegación que utilizamos, indicaban un desnivel positivo acumulado significativo para las jornadas siguientes. No queríamos enfrentarnos a esta carretera con poca luz, especialmente con conductores que parecían entrenar para la Fórmula 1 o el Dakar, así que decidimos dividir el tramo hasta Curihuati en dos días. Sin embargo, ambas jornadas las terminamos pasado el mediodía. Empezamos a identificar una falla, no menor, en los datos de desnivel que mostraba la aplicación, afectando nuestras estimaciones de tiempo para cada etapa. Al analizar la ruta con más detalle, notamos que en tramos donde no había un metro de subida, pero estábamos al borde de un abismo, OsmAnd no lograba identificar con precisión las curvas de nivel, mostrando ascensos inexistentes de hasta 300 o 400 metros. Esta inexactitud persistió durante los días siguientes en Bolivia y, más adelante, en paisajes con condiciones similares.

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En la comunidad de Pariguaya nos ofrecieron pasar la noche en lo que parecía haber sido un aula de clases; y en Curihuati acampamos en la cancha de fútbol que queda en lo alto del pueblo. En el recorrido vimos varias canchas ubicadas al borde de laderas con grandes precipicios, pero a nadie jugando en ellas…recuperar el balón luego de un mal pase sería una tarea casi que imposible. A Curihuati llegamos justo a la hora del almuerzo y encontramos a una familia de turistas bolivianos que compartía un plato de pollo con pasta. Con gran amabilidad, nos convidaron y nosotros, felices, aceptamos! La calidez y hospitalidad de las personas en Bolivia ha sido una constante en todas las regiones que hemos visitado.

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Desde Curihuati seguimos por la ruta Gira del Sud Yungas rumbo a Irupana. El camino para conectar con la vía principal que viene de Oruro nos recordó aquellos días felices en Santandercito (Colombia) – uno de los lugares que más queremos y un verdadero paraíso para el ciclismo de montaña – donde solíamos pedalear entre árboles frutales y cultivos de café, enfrentando inclementes rampones. Los últimos kilómetros hasta Irupana fueron difíciles: calor, humedad, rampas empinadas, trampas de arena, y nuevamente, muchos carros. Aprovechamos el clima de Irupana para tomar un día de descanso; era ya la octava etapa desde que retomamos el camino tras la caída de Jose en la cordillera de Quimsa Cruz.

El trayecto entre Irupana y Chulumani lo disfrutamos mucho, pues se desviaba de la vía principal. Sin embargo, por evitar una rampa que se veía a lo lejos, y hacerle caso a uno de los tracks que llevábamos, terminamos por un camino lleno de matorrales empujando la bicicleta por un par de kilómetros. Durante estos días cruzamos extensos sembrados de coca, pues los Yungas ofrece el clima ideal para el cultivo de esta hoja. En Bolivia la coca es un símbolo central en la identidad de las comunidades, su consumo en hoja es común y legal y en esta región es una fuente importante de ingresos para muchas familias campesinas.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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En Chulumani descubrimos uno de los manjares más escondidos de Bolivia: las jawitas, una especie de empanada rellena de queso, mucho queso. Aunque comimos varias, nunca serían suficientes; hasta el día de hoy José me reclama por no haber comido más. La siguiente etapa la habíamos planeado hasta el parque acuático en Trinidad Pampa, pero al llegar a Coripata, el cielo comenzó a cubrirse de nubes negras, así que decidimos quedarnos en un pequeño hostal del pueblo. Al día siguiente, completamos la primera sección de la ruta La Gira del Sud Yungas y llegamos a Coroico.

La atmósfera en este municipio era festiva: el calor, el turismo y la energía del lugar era completamente distinta. Aprovechamos para lavar ropa, descansar, trabajar un poco y disfrutar unas cervezas en la plaza. La noche que nos preparábamos para partir, José se enfermó con un fuerte dolor de estómago. Los síntomas, cólicos y espasmos muy fuertes y ausencia de fiebre y escalofríos, sugerían que el dolor era a causa de parásitos. Afortunadamente, en el rigor de nuestra planeación, teníamos la dosis correspondiente de Albendazol en el botiquín; 2 días más de descanso fueron necesarios antes de retomar la ruta.

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la carretera de la muerte en bicicleta

El pronóstico del clima para los días siguientes no era alentador. Parecía que habíamos perdido la oportunidad de hacer el ascenso de la Carretera de la Muerte en bicicleta con buen tiempo, pero ya era hora de salir de Coroico. Este mítico camino conecta La Paz con Los Yungas y la Amazonía boliviana. Fue construido en la década de 1930 a manos de prisioneros paraguayos durante la Guerra del Chaco: una disputa territorial entre Bolivia y Paraguay por el control y soberanía sobre el Gran Chaco. La calzada tiene un ancho máximo de 3 metros, no hay guardacarriles, el terreno es empinado, húmedo, casi siempre cubierto de neblina, y los precipicios oscilan entre los 600 y 800 metros de caída libre. La cantidad de siniestros le valieron el funesto reconocimiento como la carretera más peligrosa del mundo; se estima que durante la década de los 90 la tasa de muertes era de 1 por día. 

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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En 2006, se inauguró una nueva ruta asfaltada y la Carretera de la Muerte se convirtió en un popular destino para los viajeros, especialmente para los cientos de ciclistas que descienden desde La Paz en planes turísticos todos los días. Quizás para muchos este camino es un cliché, una trampa para turistas, pero a nosotros nos encantó; la hicimos en sentido contrario – de subida – y fue una escalada tranquila, llena de naturaleza y momentos épicos.

Paradójicamente, cuando cruzamos el letrero que marcaba el final de la Carretera de la muerte, empezó lo realmente difícil. Habíamos partido de Coroico bajo un cielo cargado de nubes negras, y con cada kilómetro que ascendíamos, la neblina se hacía más densa. Y de pronto, todo quedó cubierto de blanco; el sol no podía atravesar la espesa niebla, y comenzó a llover. Aunque nos pusimos ropa impermeable, la humedad se filtró por todos lados, dejándonos completamente empapados.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Cuando llegamos a Chuspipata, no había un alma en el pueblo. Sabíamos que algunos ciclistas acampaban en un prado cercano, pero todo estaba encharcado. Mientras evaluábamos nuestras opciones, apareció una camioneta y nos acercamos a preguntar si podíamos montar nuestra carpa bajo el techo de la única tienda del lugar. Al vernos mojados y con frío, el conductor nos ofreció un espacio en su casa con techo y paredes que nos protegieron del viento y la lluvia. Esa noche, cayó agua del cielo sin parar.

Nos despertamos bajo la lluvia, así que desmontamos nuestra carpa con calma. Cuando decidimos salir, comenzaron a llegar camionetas repletas de ciclistas, que a juzgar por la apariencia no tenían mucha experiencia; si el día anterior era arriesgado descender, hacerlo en esas condiciones de neblina y lluvia nos parecía irresponsable.

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Nos faltaban apenas 6 kilómetros para llegar a Pongo, pero mi cuerpo no tenía fuerzas; había llovido durante toda la etapa, el frío era penetrante y no me quedaba ni un ápice de energía. Cuando finalmente arribamos, nos recibió una escena desoladora: todos los restaurantes estaban cerrados y no había nadie a quien preguntar por el hospedaje del pueblo. Pongo es un destino turístico popular entre los habitantes de La Paz, quienes van a comer trucha los fines de semana cuando hay buen clima; pero ese día parecía un pueblo fantasma. Afortunadamente, el único restaurante abierto era atendido por la sobrina de la dueña del hospedaje, quien nos permitió ingresar unas horas más tarde. Esa noche, fui yo quien terminó enferma del estómago. Pero esta vez, el diagnóstico era diferente; la ingesta de un café con agua de dudosa procedencia, había hecho de las suyas. En este caso sospechamos de bacterias, por lo que nuevamente fuimos al botiquín, pero esta vez por Trimetropin Sulfa, el medicamento estelar para la “diarrea del viajero”.

Yungas-Carretera-Muerte-Bicicleta
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Tras un día de reposo total, el cielo finalmente se despejó, revelando imponentes montañas que habían permanecido ocultas durante los días anteriores, así que nos preparamos para completar el ascenso. Después de 4 horas de pedal llegamos a la Laguna Estrellani, al punto que se conoce como La Cumbre. Esa noche, 1 de agosto, se celebraba el inicio del mes de la Pachamama, la diosa andina de la fertilidad. Los guardaparques nos ofrecieron poner nuestra carpa en una cabaña que en el pasado había funcionado como oficina.

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Mientras afuera se encendían fogatas y se realizaban ofrendas con alcohol y rituales tradicionales, nosotros aprovechamos el refugio para descansar y terminar de recuperar energías; al día siguiente retomaríamos la ruta Mama Coca, y lo que nos esperaba requeriría toda nuestra fuerza y concentración.

¡Gracias por leer!

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Mapa y GPX

El Sur de Bolivia en Bicicleta

Desde la frontera con Argentina, en Villazón, hasta Uyuni por el camino de la aventura.

Villazón - Tupiza - Uyuni en bicicleta

Dicen que las fronteras son solo líneas imaginarias, pero al pasar de La Quiaca (Argentina) a Villazón (Bolivia), sentimos de inmediato que nos adentrábamos en un mundo completamente nuevo, uno que se sentía más cercano a nuestras raíces. Los paisajes, las personas, la comida, todo era diferente. Después de más de siete meses pedaleando por Argentina y Chile, cruzar a Bolivia marcó un hito importante en este viaje.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Nuestro próximo gran destino era Uyuni, y para llegar allí tomamos el Camino del Dragón, una ruta que conecta Villazón, Tupiza y Uyuni en bicicleta la cual Jose recorrió por primera vez hace cuatro años, pedaleando de norte a sur, junto a cuatro amigos. Esta ruta es solitaria y destapada, lejos de la carretera principal. En el mapa, podría parecer una elección irracional tomar este camino cuando existe una vía más directa, pero si hay algo que hemos aprendido es que los lugares más memorables y las experiencias más auténticas y especiales se encuentran fuera de los caminos más transitados.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Luego de realizar los trámites de migración, comenzamos un largo ascenso marcado por el viento en contra, lo que hizo que la jornada se extendiera más de lo esperado. Al llegar a la cima, el paisaje cambió drásticamente: colinas de arena roja y gris, cactus de todas las formas y tamaños, subidas cortas y empinadas y una inmensa soledad. Estábamos en el “Bolivian Wild West”, una región conocida por su historia de anarquía, minería, contrabando y paisajes inhóspitos. Pero, a diferencia del “Wild West” americano, aquí se pedalea a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Llegamos de noche a Talina, un pequeño poblado de calles silenciosas y sin aparente movimiento. En la plaza principal, nos encontramos con los líderes de la comunidad, quienes nos dieron la bienvenida y nos ofrecieron alojamiento en un hospedaje comunitario. Aunque hoy Talina parece un pueblo olvidado, en el siglo XIX fue un punto estratégico de paso obligatorio entre Potosí y La Quiaca. Talina cuenta con lo que alguna vez fue una de las iglesias más importantes del departamento de Potosí. Además, aquí se estableció el primer banco privado de Bolivia y es la cuna de Rufino Carrasco, héroe en la Guerra del Pacífico entre Bolivia y Chile. Sin embargo, la escasez de agua y la falta de oportunidades laborales han llevado a muchos de sus habitantes a migrar a otras regiones del país. Hoy, sus calles están vacías, sus casas cerradas y solo quedan vestigios de la grandeza que alguna vez caracterizó a este rincón del Altiplano.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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El siguiente día estuvo lleno de diversión. Rodamos por entre farallones de color rojo intenso y la Puerta del Diablo – una formación rocosa que se asemeja a un gigantesco portón –  nos dió la bienvenida a Tupiza. Allí nos reencontramos con varios compañeros de ruta que habíamos conocido en Argentina, y aprovechamos la ocasión para compartir algunas cervezas.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Después de un par de días de descanso, retomamos el camino hacia Uyuni. Habíamos planeado completar este tramo en tres días, pero se extendió uno más; desde el inicio Bolivia nos dejó claro que remontar sus altos no sería cosa fácil. Iniciamos el día escalando un puerto de 25 kilómetros con un poco más de 1.500 metros de elevación. Desde que habíamos empezado este viaje, incluso en las jornadas más duras, nunca había sentido tanta frustración: pedalear unos metros, empujar la bici, descansar y volver a intentar. Este patrón se repitió una y otra vez en los últimos kilómetros del ascenso.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Cuando por fin coronamos el alto, descendimos hacia Nazarenito, un pequeño caserío con apenas un par de casas. Nos habían dicho que allí podríamos pedir un espacio para armar la carpa. Mientras nos acercábamos, escuchamos música que resonaba desde la única tienda del lugar. Contra todo pronóstico, en ese rincón apartado del mundo encontramos cerveza, cumbia, reguetón, y rap a todo volumen. Allí conocimos a doña Angélica y sus dos hijos, quienes nos permitieron acampar en su patio y nos invitaron a probar morcilla y chicharrón de llama.

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Conversamos con algunos mineros que se hospedaban en la casa de Doña Angélica y les contamos nuestros planes de llegar a San Vicente al día siguiente. Con mucha certeza nos advirtieron que no lo lograríamos, pues en la víspera del invierno los días eran muy cortos y la temporada de lluvia había malogrado los caminos. Al día siguiente corroboramos que los presagios eran correctos; el sol empezaba a ocultarse y aún no habíamos iniciado el último ascenso del día. A lo lejos, vimos a una mujer pastoreando las llamas de regreso a su hogar. Nos acercamos y le preguntamos si podíamos poner la carpa en su patio, ya que con los terrenos tan abiertos, el wild camping se hacía complicado. Doña Virginia, muy amablemente, nos ofreció un cuarto para pasar la noche. El invierno ya comenzaba a sentirse, y las heladas nocturnas eran cada vez más intensas.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Virginia vive en Argentina, pero se turna con sus hermanos para ir a trabajar y acompañar a su madre, quien se niega a abandonar su hogar y su vida al lado de las llamas. Aunque ya no las pastorea a diario, al verlas regresar sabe perfectamente si falta alguna, y con destreza las guía hacia el corral. Esa noche, Virginia y su madre nos invitaron a cenar, y dormimos en un pequeño cuarto sobre pieles de llama que nos mantuvieron calientes. A la mañana siguiente, compartimos el desayuno con sus nietos, que habían ido a visitarla.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Fuimos “víctimas” de la amabilidad de estas mujeres locales. No solo nos abrieron las puertas de su casa, sino que nos ofrecieron comida y una conversación sincera. Incluso en los lugares más remotos, la hospitalidad y la calidez humana siempre encuentran su camino. Que un desconocido nos reciba con tanta generosidad es una sensación muy poderosa, pues fortalece la confianza y la solidaridad entre las personas; esto es quizás lo que más necesitamos para hacer del mundo un mejor lugar.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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El ascenso al pueblo de San Vicente fue largo y exigente. El río se había llevado gran parte de la carretera, dejando  tramos llenos de rocas grandes y sueltas, accesibles solo para vehículos 4×4. Llegamos a San Vicente a la hora del almuerzo; dado que es un pueblo minero privado es necesario hacer un registro y solicitar permiso para cruzar. Cuenta la leyenda que el 6 de noviembre de 1908, luego de un asaltó efectuado por Butch Cassidy y Sundance Kid, los míticos bandidos del lejano oeste, un pelotón del ejército boliviano cercó a estos forajidos en una casa del poblado de San Vicente. Hoy, los restos de los atracadores de bancos más buscados en Estados Unidos y Latinoamérica residen en este lugar.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Desde este punto, la aplicación de navegación mostraba un descenso largo y con poco ascenso hasta el próximo pueblo, donde habíamos planeado acampar. Sin embargo, el terreno resultó ser más desafiante de lo esperado. Apodado “El Camino del Dragón”, no solo por el rizado del camino que asemeja la piel de un dragón (calaminas), si no también por sus ondulantes e interminables colinas similares a la figura de este ser mitológico. En cuanto el sol se ocultó, la temperatura se desplomó y nuestros cuerpos se llenaron de frío. De pronto, cruzamos una carretera destruida por el río; había un tramo donde los vehículos ya no podían pasar. En la oscuridad, encontramos un lecho de río seco y decidimos armar la carpa allí aprovechando el terreno arenoso y con la certeza que ningún automotor podría llegar hasta allí.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Cuatro días después de haber partido de Tupiza, finalmente llegamos a Uyuni. Los últimos kilómetros sobre asfalto fueron extenuantes, no solo por el fuerte viento en contra sino por la cantidad de carros y buses que nos cruzaban a toda velocidad. El Camino del Dragón, con sus secciones complicadas y tramos casi intransitables, nos desafió físicamente. Pero su dureza fue compensada por la inmensidad del paisaje, la soledad y en especial con el cariño de la gente que nos acogió durante estas etapas.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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salar de uyuni y el altiplano boliviano

El invierno se acercaba rápidamente, y ya habíamos experimentado temperaturas bajo cero durante las noches previas. Sabíamos que era necesario reforzar nuestro equipo para afrontar mejor estas condiciones. Así que en Uyuni compramos unos guantes de dedo corto para manejar tareas al aire libre en la mañana y la noche, medias gruesas y un pantalón de lana. Más adelante, complementamos nuestro equipo con unas cobijas de bebé, ideales para sumar capas de calor en las noches heladas.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Durante dos días pedaleamos más de 100 kilómetros por el salar más grande del mundo: el Salar de Uyuni. El primer día, la noche nos sorprendió antes de llegar a la Isla Incahuasi. Aunque el viento y el frío se sentían intensos, y la inmensidad del lugar no nos permitía ver con claridad nuestro destino, pedalear en la oscuridad total sobre la superficie blanca, con la única compañía de nosotros dos, fue mágico e inolvidable.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Al llegar a la Isla nos permitieron armar la carpa dentro de un espacio cerrado que anteriormente era un restaurante. Al día siguiente, siguiendo la recomendación de dos amigos ciclistas franceses, pedaleamos hasta Coqueza, un pequeño poblado ubicado al borde del Salar y a los pies del imponente volcán Tunupa; pasamos la noche en un pequeño hospedaje de sal. Desde aquí, el frío sería un compañero inseparable en nuestra travesía por las altas montañas de Bolivia. 

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Pedaleamos durante cinco días más a través del altiplano boliviano hasta llegar a la ciudad de Oruro. El trayecto por una vía secundaria nos llevó por pequeños pueblos donde encontramos sencillos hospedajes y comunidades que nos abrieron sus puertas, permitiéndonos acampar en escuelas o salones comunales. Llegar a Oruro fue un momento de celebración: habíamos completado el proyecto La Gran Puna. Durante 3 meses habíamos rodado más de 3.600 kilómetros por la Puna de Atacama de Chile, Argentina y Bolivia. Ahora debíamos prepararnos y descansar para una de las temporadas más duras de esta travesía: Los Altos Andes.

Villazon-Tupiza-Uyuni-Bolivia
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Mapa y GPX

La Ruta 40 Norte y el mítico Abra del Acay.

Argentina. La Cuesta de Zapata – Londres – Belén – Cafayate – Cachi – La Poma – Abra del Acay.

la otra mitad de la gloria

Habíamos completado la primera sección de la Vuelta del Diablo. Los recuerdos del Volcán Peinado y los paisajes de la Gran Puna Argentina seguían volviendo a nuestra mente a cada instante; pero era momento de regresar a San Antonio de los Cobres. Luego de unos días de descanso en Fiambalá, salimos hacia Tinogasta para remontar la Cuesta de Zapata y conectar con la emblemática Ruta 40 hacia el norte, remontando el mítico Abra del Acay en bicicleta.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

La Cuesta de Zapata forma parte de la historia de uno de los imperios más aguerridos: el Inca. Este camino conectaba los fértiles valles de Hualfín y Abaucán, donde se erigieron los centros ceremoniales de Shinkal y Watungasta. La envergadura de este camino era tal que, en 1936, la Dirección de Vialidad de Argentina lo adecuó para el tránsito vehicular, siendo parte del trazado de la Ruta 40 hasta 1970. Sin embargo, muchas personas perdieron la vida en sus profundos abismos, por lo que en 2012 fue clausurado. Aunque hoy hay un letrero que indica el cierre de la vía, ciclistas y motociclistas aún mantienen vivo el espíritu de aventura del lugar.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Habíamos planeado acampar al otro lado de la Cuesta, pero la ruta que conecta la vía principal con el pie de puerto nos tomó más tiempo del esperado. Cuando el sol empezó a ocultarse, aún nos faltaban unos 2 kilómetros para coronar el alto y la carretera se volvía cada vez más peligrosa, especialmente para avanzar en la oscuridad. No encontrábamos un lugar donde poner la carpa; a la derecha había una ladera empinada y a la izquierda un solo precipicio. Afortunadamente, en un golpe de suerte, Jose encontró un pequeño espacio plano al borde de la carretera donde apenas cabía la carpa. Esa noche dormimos tranquilos, pues sabíamos que por ahí no podría pasar ningún carro.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Al día siguiente terminamos de remontar la Cuesta y descendimos a toda velocidad hacia Londres. En el trayecto, nos encontramos con maquinaria; están trabajando para ampliar la vía y al parecer quieren construir un túnel, pues hay una sección del Camino Inca que no puede ser alterado. Aunque las obras cerca de Londres avanzan de manera notable, tuvimos la suerte de cruzar la Cuesta mientras aún conserva su espíritu histórico.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Al otro lado de la montaña nos encontramos de nuevo con un paisaje verde, frutas frescas y un clima cálido. Al final de la tarde llegamos a Belén y paramos en un taller para realizar un mantenimiento rápido a las bicicletas. Allí nos sugirieron acampar en el hipódromo municipal, un lugar gratuito y seguro. Además, justo al lado, encontramos las famosas tortillas a la parrilla; desde ese día fueron parte de nuestro menú diario.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

la ruta 40

Desde Belén tomamos la Ruta 40, que en este tramo está pavimentada. Pasamos por Hualfín dónde conocimos a Héctor Manzán, oriundo de Entre Ríos Argentina con quién compartimos los días siguientes en nuestro camino al Norte. En Cafayate, aprovechamos el día de descanso para disfrutar de un asado preparado por Héctor y aprender de la maestría argentina en este arte culinario; por supuesto que acompañamos la parrilla con los famosos vinos de altura de los Valles Calchaquíes.

Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta
Abra Acay Ruta 40 Bicicleta

Después de Cafayate, volvimos a los terrenos que nos gustan: los caminos destapados. Cruzamos la famosa Quebrada de las Flechas para llegar a Angastaco y tomamos la antigua Ruta 40 para conectar con Seclantás. Esta región es muy turística, por lo que la oferta de hospedaje y campings municipales es abundante. El calor de esos días nos obligaba a detenernos en cada pueblo para refrescarnos con una cerveza. Sin embargo, el cambio de temperaturas, el esfuerzo acumulado y una extraña pero leve alergia pasaron factura a Jose, quien terminó en cama; tuvimos que hacer una pausa de unos días en Seclantás antes de seguir adelante

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

Una vez en Cachi, exploramos sus calles, apreciando la belleza de uno de los 18 Pueblos Auténticos de la Argentina y el único de la provincia de Salta; estos lugares se destacan por conservar elementos de su patrimonio material e inmaterial, como la arquitectura, las tradiciones, los paisajes y la gastronomía.  Desde este punto la Ruta 40 se hace más solitaria y agreste. A partir de ahí empezaba el verdadero reto de esta sección del circuito: remontar el Abra del Nevado Acay, el punto más alto de la Ruta 40.

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

el abra del acay en bicicleta

El trayecto hacia La Poma fue solitario, la vasta Puna se vislumbraba a lo lejos, y la altitud comenzaba a hacer sentir su impacto en el cuerpo. Jose aún no se había recuperado y en la noche los síntomas de malestar empeoraron; para ese momento el cuadro era el de una infección respiratoria leve. Así que antes de superar los 3.000 metros de altura de La Poma decidimos esperar unos días. Aunque siempre llevamos antibióticos en el botiquín, no contábamos con la cantidad suficiente para un tratamiento completo. En Argentina, el acceso a la salud es gratuito, incluso para los extranjeros. Así que aprovechamos para ser atendidos en el puesto de salud de la Poma y recargarnos con amoxicilina y otros medicamentos complementarios. La cita duró más de una hora; pero no por la exhaustividad del exámen, sino porque la conversación sobre los viajes y lugares por visitar en la región se hizo grata entre médico y paciente.

Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta

Un par de días después continuamos el ascenso y llegamos a la Casa de Flavia a 4.000 msnm, un punto muy popular entre los ciclistas para aclimatar y pasar la noche antes de cruzar el Abra. Flavia, junto con sus dos hijos, nos recibió con amabilidad y nos ofreció agua caliente para un mate. Esa noche hizo mucho frío y el sol de la mañana tardó mucho en asomarse pues estábamos rodeados de inmensos montañones, así que salimos más tarde de lo debido para una etapa de este perfil: el trayecto al Abra era de sólo 15 kilómetros, pero con un desnivel positivo de un poco más de 1.000 metros.

Abra del Acay Bicicleta
Quebrada Las Flechas Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

En el camino encontramos varios hundimientos de banca, secciones cortadas por el río y algunos tramos con mucha roca suelta; totalmente pedaleable en bicicleta de montaña, pero imposible para un vehículo y piloto que no sean de 4×4. Los últimos metros hasta el alto fueron muy emocionantes. El Abra del Acay, “nido del viento blanco”,  es un puertazo cuya fama y renombre son muy merecidos. Íbamos celebrando y sonriendo, pues todo lo que habíamos planeado nos había salido finalmente bien. De repente, nos azotó un ventarrón que no habíamos sentido ni en la Patagonia. Con las pocas fuerzas que nos quedaban, empujamos las bicicletas hasta la cima, tomamos un par de fotografías y un fugaz sorbo de whisky que nos convidaron unos motociclistas que habían subido por la otra cara.

Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

Recomendamos leer el relato de Gonzalo Zamorano sobre el Abra del Acay para mayor información de la ruta.

Abra del Acay Bicicleta

Aunque ya estábamos del otro lado, aún teníamos 40 kilómetros hasta San Antonio de los Cobres. El viento era tan fuerte que en los primeros kilómetros del empinado descenso, tuvimos que pedalear con esfuerzo para avanzar. La noche nos sorprendió en la carretera; el frío se hizo más intenso y las ráfagas de viento en contra y de costado se volvieron cada vez más implacables. Poco a poco, las luces de San Antonio comenzaron a aparecer en el horizonte, señalando que estábamos cerca de nuestro destino. Finalmente, llegamos al Hospedaje Pachamama, donde sus dueños Claudia y Omar nos recibieron con una calidez especial, habían estado siguiendo nuestro viaje desde que partimos un mes atrás; nos contaron que justo ese día había una alerta naranja por los fuertes vientos en la zona, vaya que sí.

Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta
Abra del Acay Bicicleta

La Vuelta del Diablo concluyó con un total de 1.447 kilómetros recorridos y 13.375 metros de desnivel positivo acumulado. Habíamos atravesado salares y arenales, habíamos estado a los pies del majestuoso Volcán Peinado, explorado vestigios del antiguo Camino del Inca y remontado el punto más alto de la Ruta 40. Y ahí estábamos de nuevo los dos, compartiendo nuestra alegría y sueños con las personas especiales que la vida y este viaje nos habían puesto en el camino. La Vuelta del Diablo sería sólo el comienzo de nuevas aventuras.

Mapa y GPX

San Pedro de Atacama

Bikepacking Atacama

800 kilómetros de pedal en el desierto más árido del mundo

The heat was hot and the ground was dry, but the air was full of sound...atacama en bicicleta

El proyecto Primavera Cero: la Patagonia en bicicleta se había hecho realidad; recorrimos 4.321 kilómetros entre Valdivia y Ushuaia. Y aunque para muchos llegar al extremo sur de América Latina implica el final de su travesía, para nosotros significó el inicio de una nueva aventura. En nuestro espíritu, las ganas de rodar por el mundo estaban más vivas que nunca. Así que nos fuimos a explorar en modo bikepacking el Desierto de Atacama.

Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Desierto Atacama

Con la motivación de seguir descubriendo la Cordillera, decidimos que nuestro siguiente destino sería la inmensa región de los Andes centrales, donde confluyen las soberanías de Chile, Argentina y Bolivia: La Gran Puna de Atacama, uno de los lugares más áridos y desolados de América del Sur.

Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Desert Road

Dos trayectos en bus y dos vuelos, nos “teletransportaron” a San Pedro de Atacama; el preámbulo perfecto para probar nuestros cuerpos en el sofocante calor del desierto y en alturas superiores a los 3.500msnm. Allí estuvimos varias semanas pues debíamos esperar a que las tormentas eléctricas, comunes en época de verano en territorio Argentino y Boliviano – donde continuaría nuestro viaje – , dejaran de amenazar el cielo cordillerano.

Bikepacking Atacama
Atacama MTB

Las comunidades indígenas atacameñas tienen una importante presencia y poder en esta región y una gran parte de los terrenos son de su propiedad. Por esto, hacer “wild camping”, especialmente en el valle cerca del Salar de Atacama, está prohibido. Además, en el desierto es difícil esconderse; la carpa está expuesta a la vista, al sol y al viento. Veníamos acostumbrados a un contexto totalmente opuesto en la Patagonia. Estas restricciones, junto con los altos costos para visitar la mayoría de los lugares naturales, nos hizo sentir extraños.

Bikepacking Atacama

En San Pedro hicimos algunas rodadas de un día para explorar el desierto. Fuimos al Valle de Catarpe, una zona donde muchos turistas recorren a pie o en bicicletas alquiladas la Garganta del diablo. Habíamos visto la posibilidad de hacer un recorrido más largo, cruzando por un túnel abandonado que hace muchos años conectaba San Pedro con Calama. Los guías del lugar nos indicaron que la ruta que queríamos hacer estaba por fuera del trazado turístico, pero no fueron enfáticos en señalar que no podíamos cruzar. En nuestras investigaciones previas, analizando el mapa de calor de Strava, habíamos visto que esta era una ruta concurrida por lo que decidimos continuar con nuestro plan inicial; efectivamente, encontramos varias huellas de ruedas sobre la arena. Cruzamos caminos viejos y finos y tupidos senderos de tierra roja para conectar con la famosa Garganta del Diablo, dónde nos divertimos como niños chiquitos.

Tunnel
Garganta del Diablo

También visitamos el “Magic Bus” ubicado en Vallecito; un sector poco concurrido al sur del desierto, donde se encuentra una carrocería de un vehículo abandonada. Cuenta la leyenda, que este bus fungía como comedor de los trabajadores de una mina hace algunos años. El ride fue muy divertido, pues los caminos ofrecen una mixtura de paisajes; desde perspectivas inmensas del desierto hasta pasajes encajonados en dunas y paredes de barro. Salimos por detrás del Valle de la Luna, dónde vimos varias zonas precariamente cercadas con signos de precaución. Es curioso que en Atacama, epicentro espiritual y natural de América, e importante región turística del país, aún existan campos con minas antipersonales: una desquiciada estrategia utilizada por Augusto Pinochet, quien en 1978 decidió poner en las fronteras chilenas más de 180.000 minas por las tensiones con los gobiernos de Argentina, Perú y Bolivia.

Magic Bus
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama

Hacia la cordillera

En frente de San Pedro se alza la Cordillera de los Andes, con el imponente Volcán Licancabur manifestando la grandeza de este lugar. Debíamos empezar a probar nuestro rendimiento en la altura, pues una vez en Argentina, estaríamos rodando sobre los 3.800 msnm por varias semanas. Así que planeamos algunos recorridos de varios días para “entrenar” el cuerpo y la mente. El primer reto al que nos enfrentamos en estos viajes cortos fue la poca disponibilidad de agua en el camino; el salar de Atacama, el mayor depósito salino de Chile y el tercero más grande del mundo, hace que la mayoría de fuentes de agua sean saladas. Por esto, para estás jornadas cada uno debía cargar más de 15 litros de agua; conseguimos botellas de gaseosa de 2 y 3 litros, galones de agua desmineralizada (perfectos para ubicar al costado de la parrilla), y dejamos algunas cosas en el camping de San Pedro para viajar más ligeros.

San Pedro de Atacama MTB

Subimos en tres ocasiones hacia la Cordillera. La primera vez fuimos en dos días hasta la comunidad de Machuca ubicada a 4.000msnm, donde acampamos en el parque infantil. Es importante llegar antes de las cuatro de la tarde, pues a esa hora los encargados de la comunidad regresan a San Pedro. Unos días después subimos de nuevo pero tomamos el camino que lleva a las Termas de Puritama y continúa hacia el Volcán Sairecabur; el segundo día instalamos el campamento a 4.700 msnm. En este punto, encontramos varias paredes de piedras, por lo que es posible asumir que en algún momento esta fue una zona muy visitada por montañistas; lastimosamente, además de los “refugios”, hay muchas latas de comida en el piso (más de las que se esperaría encontrar en un lugar sagrado). En la noche, un fuerte dolor de cabeza se apoderó de Jose. Si bien no manifestaba dificultad para respirar ni náuseas, el dolor se hacía cada vez más fuerte y se incrementaba al realizar cualquier movimiento. A las 2 de la mañana, tomamos la decisión de descender rápidamente a San Pedro para perder altura de inmediato. Aunque no fue una situación ideal, el cielo estrellado nos acompañó e iluminó nuestro camino y al final de cuentas una parte de nosotros disfrutó rodar por la Cordillera en medio de una tranquila noche. En la tercera oportunidad, llegamos a la comunidad de Guatín, dónde unos días antes habíamos acampado en el Valle de los Cáctus. Teníamos la intención de continuar nuestro ascenso al siguiente día, pero nos enteramos de un robo a unos turistas en las horas previas y decidimos regresar a San Pedro esa misma tarde.

Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Licancabur
Atacama
Bikepacker
Bikepacking Atacama
Sunset
Stone Wall

Definitivamente el momento más especial fue el viaje hacia el Monturaqui: un cráter producido por el impacto de un meteorito hace aproximadamente 600.000 años. Este cuenco perfecto de 350 metros de diámetro y 40 metros de profundidad fue descubierto apenas en 1962. Fueron 4 días de viaje para acampar en este remoto y poderoso escenario. 

Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama

Nuestra estadía en San Pedro de Atacama fue sin duda interesante. El desierto, los cañones, los single tracks, los descensos, los salares y el sol, son la combinación perfecta para la bicicleta de montaña. Sin embargo, hubo algo que no nos conectó del todo con el espíritu del lugar.

Bikepacking Atacama

La argentina, otra vez

Luego de tres semanas pudimos por fin cruzar a la Argentina. No habíamos podido aclimatar cómo esperábamos; hacer el Paso Jama en bicicleta implicaba estar tres días a mucha altura, y necesitábamos llegar a San Antonio de los Cobres antes de que entrara un frente de fuertes lluvias. Con este escenario de clima y salud, decidimos tomar un carro que nos llevó hasta la frontera. El paisaje fue majestuoso y una parte de nosotros se arrepentía de no estar viviendo el lugar sobre nuestras bicicletas. Sin embargo, como diría el Cholo Simeone, “las decisiones no se elijen, se toman”. En Jama, nos hospedamos en el hotel de la YPF y al día siguiente partimos hacia Susques por la Ruta Nacional 52, dónde rodamos sobre los 4.000msnm por los más de 100 kilómetros de camino pavimentado. El paisaje de la puna se empezaba a vislumbrar y la energía de la Argentina nos recargaba de nuevo.

Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama

Desde Susques tomamos rumbo al sur hacia San Antonio de los Cobres por uno de los tramos menos visitados de la Ruta 40; durante los meses de verano no es posible transitar pues los ríos se comen el camino. Pasamos por Pastos Chicos y Puesto Sey dónde se encuentran hospedajes comunitarios muy bien cuidados. El Volcán Tuzgle (5.530msnm) nos acompañó en el horizonte hasta el límite entre las provincias de Jujuy y Salta. Esta carretera pasa por el Viaducto de la Polvorilla, el vestigio de uno de los proyectos ferroviarios más emblemáticos de Sur América: “El tren a las nubes”. El viaducto se ubica a una altura de 4.200msnm, tiene 224 metros de largo y 64 metros de alto. Hacía parte del ramal C-14 del Ferrocarril Belgrano, que conectaba Salta Capital, San Antonio de los Cobres y Tolar Grande, con el Paso fronterizo de Socompa a 3.876 msmn. Aquí se hacía un intercambio con el tren chileno y los pasajeros y la mercancía seguía su camino hacia Antofagasta y el Mar Pacífico. Este servicio transandino funcionó entre 1940 y 1970. Aunque en la actualidad sólo están habilitados 22 kilómetros para el turismo, mantiene el título de ser el tren de pasajeros de mayor altura.

Bikepacking Atacama
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La Polvorilla
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama
Bikepacking Atacama

Llegamos a San Antonio de los Cobres y encontramos asilo en el cómodo hospedaje Pachamama. Como se había pronosticado, al siguiente día y por más de una semana, el cielo se llenó de nubes negras, lluvias y descargas eléctricas. Según nos comentaron los locales, no es habitual que existan precipitaciones en el mes de marzo. Aparentemente, el cambio climático está haciendo de las suyas. Desde aquí, nos adentraríamos por completo en La Gran Puna.

Las rutas que hicimos durante esta sección del viaje se encuentran acá.

Gracias por leer y por acompañarnos en esta aventura.

Bikepacking Atacama

La Tierra del Fuego en Bicicleta

Fin del Mundo Bikepacking

Este relato cubre el viaje por la Isla Grande de Tierra del Fuego. El último archipielago de América.

El fin del mundo en bicicleta

Cuenta la leyenda que en las oscuras noches de 1520, mientras Magallanes navegaba y exploraba las aguas del extremo sur de América por el estrecho que a la postre llevaría su nombre, las enormes fogatas de los nativos Selk’nam y Yamanes resplandecían en la distancia, iluminando la noche y brindando calor en el implacable frío austral. Estás fogatas parecían envolver la tierra entera. 

Bienvenidos a nuestro camino por La Isla Grande de Tierra del Fuego en bicicleta.

Estrecho Magallanes
Estrecho Magallanes

Luego de haber recorrido más de 3.600 kilómetros desde Valdivia, queríamos completar el proyecto Primavera Cero: la Patagonia en bicicleta, siguiendo la singular Ruta del Fin del Mundo. Sobre el mapa, la línea de viaje es muy llamativa, pues atraviesa la Isla por toda la diagonal y sobre caminos secundarios.

Esta ruta cruza de Chile a Argentina por el paso Bellavista. Sin embargo, desde el 2019 este control fronterizo había estado cerrado; inicialmente por la pandemia de COVID-19 y luego por el colapso del puente sobre el Río Rasmussen en el lado argentino.Las noticias de que este Paso abriría empezaron a sonar desde septiembre de 2023. Sin embargo, el calendario marcaba ya el año 2024 y esta promesa aún no se había materializado. Varias semanas antes de llegar a Punta Arenas empezamos a escuchar el rumor de que el 1 de febrero sería el gran día: el Gobierno Argentino estaba próximo a finalizar las obras y el paso estaría nuevamente en funcionamiento. Pero entre las líneas de los comunicados locales, las mismas expresiones del pasado resonaban: “se espera”, “está presupuestado”, “confiamos”. Decidimos conceder unos días más a la espera, y prolongamos el descanso en Puerto Natales y en Punta Arenas, para darle tiempo al tiempo.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Finalmente, establecimos comunicación con la Delegación Presidencial Provincial de Tierra del Fuego de Chile, quienes nos confirmaron la apertura. Con la ilusión, quizás un poco inocente, de ser los primeros ciclistas en cruzar en los últimos 4 años, planeamos la ruta y fecha de partida de Punta Arenas para asegurarnos de estar allí el 1 de Febrero.

Fin del Mundo Bikepacking

Con el corazón lleno de emoción, nos preparamos para abordar el ferry que nos conduciría desde Punta Arenas hacia el puerto de Porvenir. Navegamos por el mítico Estrecho de Magallanes, imaginando las hazañas de aquel explorador audaz que un día desafió estas aguas del Sur.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

 

Ese día la etapa fue corta. Descansamos a las orillas de la Bahía Inútil, cuyo nombre evoca las palabras del capitán Phillip Parker King en 1827, cuando declaró que está bahía no ofrecía posibilidades de anclaje ni de refugio para los navegantes.

 

Al siguiente día nos desviamos de la carretera principal y seguimos bordeando la Bahía Inútil por un camino de tierra muy poco transitado. A lo largo de esta ruta se encuentran varios refugios construidos con la finalidad de socorrer a viajeros como nosotros; sin embargo, muchos están vandalizados: sin ventanas, con vidrios y basura en el piso, sin puerta, entre otros. Nosotros logramos dormir en dos refugios que estaban en relativamente buenas condiciones: el primero cerca al Parque Pingüino Rey y el segundo en el cruce con el camino hacia Cameron.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Después de cuatro días desde nuestra partida de Porvenir, llegamos a Pampa Guanaco, una pequeña aldea a catorce kilómetros de la frontera Bellavista. Con sorpresa y gratitud, descubrimos una tienda recién abierta, no marcada en ningún mapa así que aprovechamos para reponer nuestras provisiones de galletas y deleitarnos con alguna que otra golosina. Así mismo encontramos un camping municipal gratuito y pudimos armar nuestra carpa debajo de un techo de madera y protegernos un poco más del frío.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

El primero de febrero despertamos bajo el manto de la lluvia, lo cual retrasó nuestra partida un par de horas. Efectivamente fuimos los primeros ciclistas en cruzar después de tanto tiempo, y con esto, la Ruta del Fin del Mundo se restableció en su trazado original. Nuevamente nos habíamos salido con la nuestra, y los planes fríamente calculados se habían ejecutado a la perfección

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

La Ruta del Fin del Mundo recorre 25 kilómetros dentro de los predios de la Estancia El Rubí, ya en territorio argentino. Aunque muchos ciclistas han tomado este camino, nosotros preferimos no cruzar por terrenos privados. Igual, al día siguiente conectaríamos nuevamente con la Ruta cerca del Lago Yehuin.

Fin del Mundo Bikepacking

Aprovechamos el viento a favor que sopló aquella tarde para rodar una larga etapa hasta Río Grande. Pasamos la noche en el único camping de la ciudad: el pequeño oasis de la Casa Azul, donde Graciela, su dueña, nos recibió con mucho cariño.

Fin del Mundo Bikepacking
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Argentna Futbol

Desde Río Grande salimos por la carretera destapada hasta el Lago Yehuin. Allí, junto a sus apacibles aguas, se encuentra un hotel abandonado, uno de tantos en Tierra del Fuego que no sobrevivieron a la recesión de finales de los 90 en Argentina. Hoy en día estás ruinas fungen como refugio para viajeros y son muy populares en el gremio de los ciclistas.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Teníamos mucha expectativa de llegar a Tolhuin, pues habíamos escuchado la leyenda de una panadería milenaria que acoge a viajeros en bicicleta desde hace más de 40 años. Y así fue: su dueño, Emilio, nos recibió con mucha calidez, y nos mostró las camas en la bodega donde podíamos pasar la noche. Esta panadería es enorme; en sus largas vitrinas se exhiben numerosos productos de amasijos, repostería, chocolatería, paraíso para cualquier goloso y para ciclistas hambrientos cómo nosotros. Aguardamos hasta las once y media de la noche, hora en la cual rematan la producción del día y nos aprovisionamos de posterecillos y hojaldres (facturitas en idioma argentino), los cuales endulzaron nuestro camino en los días siguientes.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

En nuestro camino a Lago Escondido, nos encontramos por tercera vez con una familia viajando en bicicleta. Estos encuentros nos llenan de inspiración y alegría, sobre todo al ver a los chicos felices y descubriendo el mundo como pocos.

Fin del Mundo Bikepacking

Al día siguiente remontamos el Paso Garibaldi, la última dificultad de la Cordillera de los Andes. Ese puerto tiene dos caminos: uno antiguo y destapado que otrora conectaba la Hostería Petrel (hoy en ruinas) al borde del Lago Escondido con el alto, y una carretera asfaltada construida en época recientes con dineros de los Estados Unidos. Empezamos a trepar la montaña por el camino destapado, el cual fue construido en 1.948 sobre una huella que el empleado de vialidad nacional de origen Selk’nam Luis Garibaldi Honte había proyectado. Cuando empezamos la jornada, arriba bien arriba se alcanzaba a ver la carretera pavimentada pero no entendíamos cómo conectariamos con ella pues en frente nuestro solo teníamos una pared de tierra. La respuesta fue un segmento de 3 kilómetros con una pendiente muy fuerte que de manera rebelde se trepaba por la vertical. De repente, la silueta de turistas que colmaban el mirador se volvió nítida y las voces de aliento llegaron hasta nosotros. Las últimas curvas eran muy empinadas y técnicas. Quizás, de no ser por la mirada atenta de quienes nos observaban, hubiéramos puesto pie en tierra; pero somos de la tierra de Lucho, de Patro, de Nairo, de Rigo, de Superman y de Giovanni Jiménez Ocampo; no podíamos hacer quedar mal al ciclismo colombiano.

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking

Nos encontrábamos a las puertas de Ushuaia; una treintena de kilómetros en franco descenso. Pero en la Ruta del Fin del Mundo, aún quedaban dos días de pedal, quizás los más épicos de todo el viaje. 

Fin del Mundo Bikepacking
Fin del Mundo Bikepacking
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EL CANAL BEAGLE

Descendimos rodeados por las enormes montañas de la Cordillera Darwin y nos desvíamos de la principal tomando la carretera que lleva a Puerto Almanza. De pronto, nos estrellamos contra el mar; y no con cualquier pedazo de mar. Frente a nosotros estaba el Beagle, el último canal navegable de la tierra. Haber llegado hasta allí fue muy emocionante, pues habíamos soñado con este retazo del mapa, sobre los 54 grados de latitud sur, desde meses atrás cuando empezamos a planificar nuestro viaje.

Nos deleitamos con unas empanadas de pescado en los tradicionales restaurantes que bordean el canal y continuamos nuestro camino por senderos estrechos, inmensos pastizales y secciones doradas al lado del mar. Esa noche acampamos en una planicie rodeada de caballos salvajes, acompañados de la brisa marina que silbaba entre los árboles.

Al otro día enfrentaríamos la sección más dura de la Ruta: un hike-a-bike de 6 kilómetros por un tupido y lodoso bosque. El primer kilómetro de este tramo nos tomó casi dos horas. El camino era sumamente empinado y cada tanto aparecían árboles caídos, los cuales son muy duros de superar con una bicicleta de casi 50 kilos; nuestras piernas y brazos no daban más. A eso del tercer kilómetro el camino se hizo más fácil, y logramos rodar una buena parte hasta el Río Encajonado. Desde ese punto el sendero es totalmente transitable y unos kilómetros más adelante conecta con una carretera de ripio que lleva a Ushuaia.